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Opinión

Dificultad política de una reforma fiscal

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Por Rosario Espinal

Ahora aparecen los Papeles de Pandora indicando que el presidente Abinader recurrió a “paraísos fiscales”. Aún todo se haya realizado bajo la ley, el objetivo era bajar la carga fiscal de la riqueza.

Durante varios años he señalado la dificultad de que se logre una reforma fiscal en el país, a menos que sea impuesta por fuerzas externas. Más aún, el término Pacto Fiscal, tan cacareado, es un eufemismo porque no hay posibilidad de “consensuar” un aumento de impuestos. Son varias las razones.

Primero, ningún gobierno quiere pagar el costo político de aumentar impuestos. Por eso, mientras puedan dilatarlo, lo harán, aunque proclamen la inminencia de la reforma fiscal, que, en esencia, es un aumento de impuestos para recaudar más.

Segundo, no habrá pacto basado en el consenso de diversos sectores porque los intereses son antagónicos y solo tienen en común que no quieren pagar más. En los primeros meses de este gobierno, resonaba el planteamiento de distintos funcionarios de que se abocarían al pacto fiscal. El ministro José Ignacio Paliza llegó a decir que la reforma sería integral, como la de Balaguer de principios de la década de 1990. Pero Balaguer no consensuó esa reforma fiscal, la pactó con los empresarios.

Tercero, en los últimos 20 años ha aumentado sustancialmente la clase media y se desarrollaron las redes sociales que dan voz a segmentos de capas medias. La última reforma fiscal se realizó a fines de 2012, al inicio del gobierno de Danilo Medina; después solo se buscó mejorar el cobro de impuestos. El supuesto Pacto Fiscal se pospuso. En este nuevo gobierno, cuando se intentó introducir impuestos a fines de 2020, el descontento social se expresó ipso facto en las redes. Hubo que recular rápidamente.

Cuarto, desde principios de 2020, el país, al igual que el mundo, ha estado sometido a una pandemia con pérdidas de vidas y empleos. Para colmo, durante la recuperación económica de los últimos meses, se ha producido un aumento generalizado de precios. Si a ese aumento de precios se agrega un aumento de impuestos, el empobrecimiento y el descontento de la gente será mayor, y afectará a los pobres y a la clase media.

Quinto, con la ineficiencia que opera el Estado Dominicano (exagerada empleomanía pública, exenciones impositivas a vehículos de lujo para legisladores, etc.), es difícil legitimar ante el pueblo, y en especial ante la clase media activada en las redes, un aumento de impuestos.

Sexto, las reformas dolorosas es mejor hacerlas en el primer año de gestión, cuando el gobierno tiene un alto nivel de aprobación. Este gobierno no pudo hacer la fiscal al inicio por la pandemia, y cada día se tornará más difícil hacerla.

En fin, como he dicho en múltiples ocasiones, el aumento de impuestos vendrá cuando el Gobierno no pueda posponerlo más porque la alternativa sería un mayúsculo desequilibrio macroeconómico. O sea, será un acto de urgencia, no de consenso amplio y racional.

Ahora aparecen los Papeles de Pandora indicando que el presidente Abinader recurrió a “paraísos fiscales”. Aún todo se haya realizado bajo la ley, el objetivo era bajar la carga fiscal de la riqueza. ¿Cómo entonces poner impuestos a otros?

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Opinión

La verdad se comprueba con los hechos.

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Por Elba García Hernández

En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.

Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.

Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.

En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.

Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.

Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.

Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.

Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.

Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.

En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia  deja mucho que desear.

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Opinión

No es resentimiento ni frustración.

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Por José Cabral

El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.

Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.

El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.

En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.

En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.

El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.

Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.

En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.

Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.

Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.

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Opinión

El impresionante resbalón del Escogido

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Por Nelson Encarnación

Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.

Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.

Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.

Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.

No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.

Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.

¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.

¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.

Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.

¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.

Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.

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