Por Nelson Encarnación
Un día después de cumplir los primeros dos años del actual período constitucional, el presidente Luis Abinader empieza este miércoles a restarle a la segunda mitad de su gestión, y resulta obvio que el tramo restante no podrá ser igual al finalizado.
Descontarle días al segundo tramo significa aprovechar al máximo cada uno de ellos en acciones concretas, sabiendo que la reelección es un albur, un juego de azar en el que lo mismo se puede ganar que perder.
Es decir, que el presidente y el Gobierno tienen a contar de ahora, dos años para cerrar expedientes; en otras palabras, presentar cosas concretas.
Todo el país concuerda en que los pasados dos años se fueron en tratar de componer los devastadores efectos de la pandemia y los múltiples entuertos de la gestión pasada.
Estos pasados 730 días ya no cuentan más que como referencia para evidenciar que lo logrado fue a base de grandes esfuerzos y sacrificios, y que, por ello, el presidente de la República goza de una saludable valoración.
Pero no para más. A partir de ahora la gente querrá ver cosas; que le enseñen la terminación de obras de las prometidas por el jefe del Estado en sus frecuentes contactos con la población.
«Esto lo hizo Luis» no parece formar parte de la esencia política de Abinader ni por las que él quisiera que se le evalúe para la renovación de su contrato de trabajo en 2024. Y parecería algo institucionalmente correcto.
Sin embargo, no podemos evadir el peso de las tradiciones que han normando el ejercicio del poder en la historia de la República Dominicana, el cual se afinca—muy a nuestro pesar—en el sello personal del gobernante, y este, a su vez, en lo visible.
Carreteras, puentes, obras de movilidad como la ampliación del Metro y la construcción de la otra etapa de Teleférico, autovías, canales de irrigación, etc., tienen que contar con el sello de Luis.
Y no me argumenten que el presidente no tiene esas pretensiones faraónicas, pues las coyunturas definen el accionar humano.
Un espacio de trascendencia en la historia no se construye sólo con programas sociales, que son imprescindibles en situaciones como la actual, sino con lo altamente visible. Querámoslo o no.
Desde esta óptica, es previsible que el presidente Abinader comience a exigir a los funcionarios encargados de estas cuestiones de visibilización que presenten cosas para mostrarle a la población.
Recordemos que el tramo más peligroso para un gobernante que quisiera reelegirse son los dos años finales de su mandato. Y en eso las referencias más notorias y concretas nos indican que ha habido pocas excepciones de indulgencia.
Nelsonencar10@gmail.com