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Dos grandes incertidumbres asaltan a los dominicanos, el coronavirus y las elecciones de mayo. – La Republica Online

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Dos grandes incertidumbres asaltan a los dominicanos, el coronavirus y las elecciones de mayo.

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La llegada a la República Dominicana del coronavirus ha complicado el cumplimiento con las exigencias de la democracia y en segundo lugar las amenazas a la salud y la vida de la gente, cuyas dos realidades han creado una gran incertidumbre en la población.

Sin embargo, a pesar de que cumplir con los requisitos de la democracia son muy importantes porque no hacerlo podría constituir un peligro político y también económico, ya que se alteran todos los planes de un país que requiere mucho de la transparencia y del fortalecimiento institucional, pero hay que acogerse a la expresión de que lo primero es lo primero y naturalmente la salud y la vida de la gente está por encima de cualquier otro propósito.

Por esta razón, las autoridades y todos los sectores de la vida nacional deben focalizarse en el Covid-19 por el impacto que ha tenido esta pandemia en la mayoría de los países del mundo, con una secuela de enfermos y de fallecidos que no tiene precedentes en la vida contemporánea.

El coronavirus todavía no ha entrado en el pico que se pueda colegir que se inicia una baja en la cantidad de contagiados y de muertes como consecuencia del patógeno, pero al propio tiempo avanzan los días y se acerca la fecha de un evento vital para la democracia como es la escogencia de las nuevas autoridades nacionales.

En realidad, la República Dominicana no está en condiciones de cumplir con su calendario electoral en función del mandato de la Constitución e incluso de la propia ley adjetiva que regula el proceso comicial, ya que sólo faltan 45 días para cumplir con la celebración de los mismos, lo cual a todas luces es prácticamente imposible.

Tanto la Carta Magna como la Ley Electoral establecen muy claramente en sus artículos 209 y 18, numerales 3 y 7, respectivamente,  que la Junta Central Electoral puede reprogramar para 60 días  las elecciones frente a cualquier eventualidad como la del coronavirus, naturalmente con el consenso  de los partidos políticos.

Ya hay quienes han hablado del 12 y el 26 de julio como la fecha idónea para las elecciones presidenciales y congresionales y al final del mismo mes la segunda vuelta si es que ninguno de los candidatos alcanzara el 50 más uno necesario para irse en primera.

Hay otra propuesta del movimiento  Participación Ciudadana para que las elecciones sean el 5 de julio, pero cualquiera de ellas parecen lógicas en función del tiempo  en virtud de que todavía es una incógnita el comportamiento que tendrá el coronavirus en el curso de las próximas semanas, sobre todo si se toma en cuenta que el propio presidente  de la República acaba de aumentar el período de toque de queda en 15 días más, pero asimismo ha pedido al Congreso Nacional aprobar  25 días  adicionales de la emergencia nacional, la cual se vence el 13 del presente mes de abril.

Mantener la fecha que manda la Constitución, que es el 17 de mayo, representa un contrasentido de la Junta Central Electoral porque no hay que ser un experto para saber que ese calendario comicial es prácticamente imposible que se pueda cumplir en el país y  cualquier  insistencia por  parte del órgano competente  constituiría  una falta de sensatez y de racionalidad.

Si el país celebrara elecciones en medio del panorama que vive  como consecuencia del Covid-19 entonces se apuesta a la escogencia de autoridades ilegítimas y sin autoridad para lograr la gobernabilidad y crearía una crisis peor que la que se pueda derivar de  la no celebración de las mismas, aunque todo el mundo sabe que este proceso es un requisito de la democracia para tener un mínimo de legitimidad y cualquier imprudencia al respecto se constituye en una reafirmación de un intento de hacer fracasar el país en términos de credibilidad  frente a su propia gente y de la comunidad internacional.

Es muy importante que la decisión al respecto se tome a la mayor brevedad posible a fin de que de inmediato se inicien los trabajos para que luego de que el país haya salido de los efectos demoledores que causa la pandemia entre en el montaje definitivo de un evento de trascendental o vital importancia para la democracia.

La verdad es que nadie puede predecir cuándo disminuirán  los contagiados y muertes como consecuencia del coronavirus, pero lucen prudentes y sensatas las fechas planteadas por diferentes actores de la vida ciudadana y política de la sociedad dominicana, ya que faltan para la llegada de esos días no menos de tres meses, cuya juramentación de las nuevas autoridades podría estar dentro del mandato constitucional que se inicia  el 16 de agosto de este año 2020.

Reprogramar las elecciones desde ya sin dilaciones constituiría un gran paso para por lo menos hacer desaparecer la incertidumbre que existe entre amplios sectores nacionales por la insistencia de la Junta Central Electoral de que las elecciones se celebren el próximo 17 de mayo, pese a que muchos de los candidatos, sobre todo los congresionales, no han podido montar una campaña que les permite dar a conocer sus propuestas.

Lo otro que crea una situación muy especial que prácticamente obliga una reprogramación de las elecciones, es la decisión del Gobierno de los Estados Unidos de impedir el montaje de cualquier evento que implique concentración de gentes y en cuya virtud dispuso que los comicios dominicanos, que tienen cerca de medio millón de votantes en la unión americana, no pueden celebrarse para evitar el contagio del coronavirus.

Igual disposición emitió el Gobierno del Canadá, lo cual crea un problema de tipo constitucional, ya que ambos países en el caso de los dominicanos entran como una provincia más de la República Dominicana y en el marco de cuyo precepto jurídico se eligen tres diputados del exterior a través de tres circunscripciones creadas con ese fin.

No reprogramar las elecciones de mayo crea una serie de dificultades y violentaría derechos fundamentales de los dominicanos como es elegir y ser elegible, lo cual crea una razón mas que suficiente para su anulación mediante un recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional y seria más la sal que chivo para utilizar una expresión popular.

De manera, que jurídicamente hablando no hay otra opción que posponer las elecciones de mayo, porque si la Junta Central Electoral (JCE) ha quedado golpeada con lo ocurrido con las elecciones municipales del pasado 16 de febrero, habría entonces que decir que una cosa no tiene nada que ver con la otra y la causa entre una y otra difieren notable y profundamente.

La posposición de las elecciones  de ninguna manera causa reacción de rechazo a menos que no provenga de alguien fuera de contexto y  que su mente esté en otro planeta, porque las amenazas de  una pandemia que podría quitarle la vida a cualquiera, justifica la reprogramación y además esa medida entra perfectamente dentro del protocolo nacional e internacional para evitar el contagio de la enfermedad y al propio tiempo elimina el sobresalto y la incertidumbre sobre la fecha exacta y definitiva que tendrán lugar los comicios presidenciales y congresionales.

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