Tiene 21 años y estuvo lejos de conocer su situación migratoria cuando entre los 11 y 12 años buscaba participar en una competencia de baile, pero tendría que viajar y no pudo porque no estaba legal
NUEVA YORK. Sinny Feliz, una estudiante dreamer” (soñadora) dominicana y que cursa la licenciatura en contabilidad, amparada como otros miles de jóvenes por el programa DACA, bajo ataque del presidente Donald Trump, llegó a los cinco años de edad desde la República Dominicana.
Tiene 21 años y estuvo lejos de conocer su situación migratoria cuando entre los 11 y 12 años buscaba participar en una competencia de baile, pero tendría que viajar. En ese momento, supo que vivía ilegalmente o estaba no autorizada en Estados Unidos.
Pero no se amilanó por esa condición, especialmente en un ambiente que no era hostil contra los indocumentados como ahora.
Es hija única y se graduó del bachillerato con notas de excelencia y entró a Hunter College, donde estudia contabilidad.
Ahora, con las políticas migratorias de Trump, su futuro está bajo amenaza y con el riesgo de ser deportada.
“Tengo una mezcla de miedo y esperanza”, dijo el miércoles en la tarde en una entrevista con este reportero en las oficinas de la Coalición del Norte de Manhattan por los Derechos del Inmigrante, que dirige la activista Ángela Fernández, expresidenta de la Parada Dominicana en Nueva York.
¿Qué haría si llegas deportada a la República Dominicana?, se le pregunta.
Es algo en lo que no he pensado mucho, pero en caso de que ocurra, hay que estar preparada.
“tengo miedo de que algo me pueda tumbar el futuro, como la deportación, pero también tengo esperanza, porque siempre creo que cuando algo se ve muy mal, hay una esperanza.
Dijo que tiene fe en que los congresistas que respaldan a los dreamers lograrán una ley para protegerlos y que sigan en los Estados Unidos.
Se quejó de conceptos usados por los medios en relación a los dreamers, como el de que los padres que los trajeron son los culpables.
“Quiero que todos me vean como una estadounidense, porque me crie aquí, aunque estoy muy orgullosa de ser dominicana”, expresó.
Su mensaje a los estudiantes en el DACA es que se queden con sus sueños y sigan estudiando.
En Estados Unidos ha estado en la escuela y trabajado y participado en actividades teatrales.
“La primera vez que me informé que no tenía papeles, fue cuando estaba en una competencia de baile y tenía que viajar, pero mi mamá me dijo que no podía viajar”, relata.
“Cuando le pregunté el por qué, me respondió que yo no tenía papeles”, añadió la dreamer dominicana.
Ella está a ley de un semestre para graduarse en contabilidad, una carrera de la que también se tituló su padre.
Sobre el DACA dijo que a través de ese programa ha logrado conseguir muchas oportunidades, como una en la cadena de tiendas Zara y obtuvo la identificación oficial de Nueva York.
Respecto a su país, dice que recuerda “un chin”, los colores de la casa y agregó: “Me gustaría ir si un día me dan la oportunidad”. Su padre, nativo de Barahona, vive ahora en la República Dominicana y viene a Nueva York una vez al año.
A ella le gustaría estar más tiempo con él.
“Es poco lo que recuerdo, son recuerdos vagos de la infancia”, dijo la dreamer, consciente de que por la evolución urbanística no reconocería ahora muchas áreas de su pueblo natal.
Su madre nació en Las Matas de Farfán.
La familia se mudó a Santo Domingo, capital de la República Dominicana.
La amenaza de Trump
“Me afectó mucho las declaraciones de Trump al decir que quería eliminar el DACA, porque es lo que me está dando todas las oportunidades que tengo en este país”, dijo respecto a las advertencias del presidente de cancelar el programa y deportar a miles de soñadores y soñadoras.
“Creo que Trump necesita tratar de entender más historia de los dreamers, porque no todos somos iguales”, dijo Feliz.
Expresó que no ha tenido problemas con la policía migratoria (ICE). Su tarjeta de DACA expira en 2018.
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