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Duque agota su primer año al frente de Colombia sin un rumbo claro

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La imagen del joven presidente, ambiguo frente al acuerdo de paz que firmó su antecesor, enfrenta un prematuro desgaste

Iván Duque, de 43 años, fue elegido el presidente más joven en la historia reciente de Colombia con una cifra inédita: más de diez millones de votos, un resultado que enviaba un mensaje de renovación. El mandatario, que este miércoles cumple un año en el poder, se propuso desde la propia campaña superar el clima de polarización en que el país sudamericano se encuentra atrapado desde la negociación del acuerdo de paz con las FARC, en tiempos de su predecesor, Juan Manuel Santos. De momento, no lo ha conseguido. Su agenda, además, se ha visto empantanada en sus propios reparos al sistema de justicia transicional y el índice de aprobación del mandatario no ha llegado a recuperarse del todo desde que se desplomaron en los primeros meses. La encuestadora Invamer ubica la aprobación del presidente en el 37%, mientras Datexco le otorga un 32%.

 
El presidente colombiano se propuso “corregir” aspectos puntuales del acuerdo sin llegar a hacerlo trizas, pero aún no ha entregado grandes pistas sobre el sello de su mandato. Ha defendido que heredó una situación agobiante en materia de seguridad, agravada por el crecimiento desbocado de los cultivos de coca, a su vez una fuente de tensión constante en las relaciones con los Estados Unidos de Donald Trump. A ese complejo panorama de retos y desafíos se suma el incesante asesinato de líderes sociales y excombatientes, que el Estado ha sido incapaz de contener. También la emergencia migratoria derivada dela llegada masiva de migrantes que huyen de la crisis económica, política y social en la que está inmersa la vecina Venezuela.

La tensa relación con el Congreso

La revista colombiana Semana lo califica como un “año de aprendizaje”, mientras que el influyente semanario británico The Economist valora que la “tensa e improductiva” relación de Duque con el Congreso ha derivado en una presidencia menos productiva en el terreno legislativo que las de sus antecesores –tanto Santos como su mentor político, el hoy senador Álvaro Uribe–.

Dos de los pesos pesados de su Gobierno, los ministros de Defensa y Hacienda, han sobrevivido a sendos intentos de mociones de censura. Pero su Ejecutivo ha acusado el desgaste. Al final solo ha habido una baja, en la cartera de Justicia. Gloria María Borrero dimitió en mayo, en plena crisis institucional, después de que la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ordenó liberar al líder de las FARC Jesús Santrich, pedido en extradición por Estados Unidos y al que Duque en repetidas ocasiones ha tildado de “mafioso”. Su renuncia se produjo un día después de la del fiscal, Néstor Humberto Martínez, para el que Duque aún debe proponer una terna para reemplazarlo. Santrich, cuyo caso ha tensado tanto la implementación de la paz como la separación de poderes, desapareció poco después y ya es formalmente un prófugo de la justicia.

La agenda mínima de paz

A Duque le ha correspondido implementar un acuerdo de paz del que fue un crítico férreo. El ambicioso pacto, además del desarme de las FARC, hoy convertidas en partido político, aspiraba a transformar los territorios más golpeados por la guerra y cerrar las brechas históricas entre el campo y la ciudad. En medio de restricciones presupuestarias, el presidente, elegido con el apoyo de los sectores que se opusieron a los diálogos, ha optado en su lugar por la “agenda más mínima de paz”, que responde a la reincorporación y algunos programas de desarrollo, apunta María Victoria Llorente, directora de la Fundación Ideas para la Paz.

Las seis objeciones presidenciales a la ley que reglamenta la JEP, presentadas en marzo y rechazadas en el Congreso, se saldaron con una estruendosa derrota. “Duque se metió en una sin salida, eso lo desgastó tremendamente y polarizó”, en abierto contraste con su narrativa de unir a los colombianos, valora Llorente.

Al panorama de seguridad se suma el asesinato de líderes sociales a lo largo y ancho del país –cerca de 500 desde 2016–, así como el de excombatientes que firmaron la paz –más de un centenar–. Esos crímenes, que el propio Gobierno considera una prioridad, han sido un recordatorio de que diversos actores armados continúan activos en Colombia, entre herederos de los grupos paramilitares, disidencias de las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), con el que el Gobierno rompió cualquier amago de negociación después del sangriento atentado con coche bomba contra una escuela de policía a comienzos de año.

Escándalos militares

Las nuevas directrices el Ejército que pedían incrementar las bajas en combate volvieron a agitar el fantasma de las ejecuciones extrajudiciales, los llamados “falsos positivos”, y provocaron cuestionamientos tanto a la cúpula militar nombrada por Duque como a su ministro de Defensa, Guillermo Botero. Las erráticas declaraciones del ministro sobre el asesinato de un exguerrillero a manos de un cabo de las Fuerzas Armadas pusieron en marcha una moción para forzar su salida. Sin embargo, a diferencia del episodio de las objeciones a la JEP, el Ejecutivo consiguió que el Congreso cerrase filas alrededor del cuestionado Botero y de los propios uniformados.

Entre Washington y Caracas

En el terreno internacional, Duque reclamó desde el primer momento -desde la campaña electoral misma- una actitud mucho más clara frente a la “dictadura” de Nicolás Maduro en Venezuela, el vecino con el que comparte una porosa frontera de más de 2.200 kilómetros. Retiró a Colombia de Unasurdenunció al régimen chavista ante la Corte Penal Internacional, reconoció -junto a medio centenar de países- al jefe de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como presidente interino y apostó decididamente por un “cerco diplomático”. Sin embargo, esa estrategia ha perdido impulso. “La posición colombiana quedó diluida”, apunta la analista Sandra Borda, autora de ¿Por qué somos tan parroquiales?, una breve historia internacional del país andino. Hoy lo que está sobre la mesa es una salida negociada.

El Gobierno de Duque ha elevado ante los grandes foros internacionales la crisis generada por el éxodo venezolano. Colombia es por mucho el principal receptor de esa diáspora, con más de 1,4 millones de nacionales del país vecino residiendo en su territorio, y ha establecido una política migratoria de puertas abiertas. “Es el tema en que más consistencia ha habido a lo largo del tiempo, pero no es el tema guía de la política exterior. Básicamente, estamos reaccionando frente a una crisis”, señala Borda, que traza un paralelismo entre el Ejecutivo de Duque a un “caminante sin brújula”. El presidente ha pedido de manera reiterada un mayor acompañamiento de la comunidad internacional.

El mandatario ha puesto el eje de su política exterior en Washington, un socio en la lucha contra el narcotráfico y las guerrillas desde finales de los noventa ­–como ya lo hizo su mentor, el expresidente Uribe–. Pero las relaciones se han tensado por el nivel récord de cultivos de coca. Trump, incluso, ha amenazado con descertificar a Colombia en septiembre. El país sudamericano cerró 2018 con 169.000 hectáreas dedicadas a la planta -base de la cocaína-, una reducción anual muy leve -de 2.000 hectáreas- que, sin embargo, le ha servido a Duque para esgrimir que consiguió romper la tendencia de crecimiento exponencial. El Ejecutivo se ha mostrado decidido a regresar a las fumigaciones con glifosato, un herbicida potencialmente cancerígeno promovido por Washington, una medida que cuenta con la resistencia de opositores, académicos y ambientalistas.

EL DESEMPLEO ENCIENDE LAS ALARMAS

Duque tiene el emprendimiento como bandera y promueve la llamada economía naranja, que se sustenta en las industrias creativas. Pero con un crecimiento del PIB de 2,7 % el año pasado, y una cifra proyectada cercana a 3% para 2019, la economía colombiana ha batallado para generar puestos de trabajo. El desempleo ha aumentado para volver a ubicarse entorno a la cifra simbólica de dos dígitos, y ha pasado a ser la principal preocupación de los colombianos en las encuestas. El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, quien ya ha enfrentado dos intentos de moción de censura, dijo recientemente que aún no sabe que está empujando el desempleo ni cómo corregirlo.

https://elpais.com

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Diego el Cigala se sienta en el banquillo de los acusados por maltrato a su exmujer

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Agencia EFE

Madrid, España.-El cantante español Diego el Cigala afronta un juicio por violencia machista tras las denuncias presentadas por su exmujer, que aseguró este jueves ante el juez que vivió un «infierno» con el artista.

El cantaor se enfrenta a una petición provisional de la Fiscalía de cinco años de prisión por maltrato y vejaciones tras las denuncias presentadas por Dolores Ruiz Méndez, que ha expuesto que vivía con miedo, especialmente durante el periodo en que la pareja residió en Punta Cana (República Dominicana).

Conocida artísticamente como Kina Méndez, la víctima se ha referido a distintos episodios de insultos, amenazas, humillaciones y agresiones físicas como una bofetada, empujones o un pateo en el suelo.

El cantaor, por su parte, ha negado las acusaciones y ha atribuido su denuncia a supuestos celos por parte de ella.

“Nunca le he puesto una mano (encima) a ninguna mujer, en la vida”, ha asegurado el artista, que adquirió la nacionalidad dominicana hace una década.

El cantaor ha dicho que su exmujer llegó incluso a amenazarlo con denunciarlo por malos tratos y arruinar su carrera si no llegaban a un acuerdo económico en la separación.

La pareja mantuvo una relación de seis años y tiene dos hijos en común.

Con más de dos millones de discos vendidos, Ramón Jiménez Salazar, conocido popularmente como «el Cigala», es uno de los artistas españoles más conocidos y cuenta, entre otros galardones, con siete premios Grammy.

Su álbum «Lágrimas negras», con el pianista cubano Bebo Valdés, le catapultó a la fama en América Latina.

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Criminal convicto es elegido presidente de los Estados Unidos.

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Agencia EFE

Washington.-Donal Trump, vencedor de las elecciones de este pasado 5 de noviembre en los Estados Unidos, se convierte en el primer convicto criminal ocupante de la Casa Blanca, cuya votación alcanzó un total 277 votos electorales frente  a los 224 de su rival, la demócrata Kamala Harris, según las proyecciones hechas hasta el momento por esta publicación.

El expresidente ya se había atribuido la victoria frente a la vicepresidenta Harris durante un mitin ante sus seguidores en Palm Beach (Florida), tras obtener buenos resultados parciales y ganar el voto popular, según el escrutinio preliminar.

Será la primera vez en más de un siglo que un antiguo presidente vuelve a serlo (ya gobernó entre 2017 y 2021) después de perder unas elecciones (las de 2020) y también la primera ocasión en que un criminal convicto llega a la Presidencia del país.

El Colegio Electoral es un órgano integrado por 538 delegados que eligen los estados en función de su población. El candidato ganador en cada estado, aunque sea por un solo voto, se lleva todos sus compromisarios con la excepción de Nebraska y Maine. El aspirante que llega a 270 gana las elecciones.

Acompañado de su familia y directivos de su campaña, el expresidente aseguró desde Palm Beach que gobernará para todos y que «juntos» harán un Estados Unidos mejor.

«El éxito nos va a unir, y vamos a empezar poniendo a Estados Unidos en primer lugar. No los defraudaré», dijo durante un discurso de menos de media hora en el centro de convenciones de Palm Beach (en la costa este de Florida).

El expresidente republicano agradeció a cada uno de los miembros de su familia y a los estadounidenses en un pronunciamiento que tuvo un tono mayormente conciliador y en el que invitó a «poner atrás las divisiones de los últimos años».

Trump celebró sus buenos resultados en estados clave como Carolina del Norte, Georgia, Pensilvania y Wisconsin, y se preció de haber recobrado la mayoría en el Senado para los republicanos.

Antes de finalizar el recuento y tras conocerse algunos datos importantes sobre la tendencia de voto en todo el país, Harris decidió cancelar el discurso que estaba previsto que ofreciera al final de la jornada electoral y lo pospuso hasta este miércoles, según su campaña.

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Dan victoria a Trump en Indiana y Kentucky, Harris en Vermont

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Por EUROPA PRESS

Las primeras proyecciones de los medios estadounidenses apuntan a que el candidato republicano, Donald Trump, se ha hecho con la victoria en las elecciones presidenciales en los estados de Indiana y Kentucky, mientras que la candidata demócrata, Kamala Harris, ha ganado las elecciones en el estado de Vermont.

Estas primeras victorias entran dentro de los pronósticos. Kentucky aportará a Trump ocho votos electorales e Indiana sumará otros once, mientras que Vermont representa tres votos para Harris. Hay que recordar que hace falta 270 votos electorales para alcanzar la Presidencia.

También han comenzado a aparecer las primeras proyecciones para un estado clave como es Georgia, que aporta 16 votos electorales, pero ahora mismo los votantes en el estado sureño no parecen decantarse por ningún candidato en concreto.

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