El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho una práctica cotidiana de intervenir en los asuntos internos de otros pueblos, no importa en que continente estén localizados.
Ahora su frescura ha llegado hasta nuestra América Morena con su pronunciamiento de lo ocurrido en Bolivia, donde Evo Morales ha sido expulsado del poder.
Trump ha proclamado que Nicolás Maduro y Daniel Ortega deben verse en el espejo de Evo Morales, cuya declaración es una indelicadeza del presidente de los Estados Unidos.
En la práctica Donald Trump no tiene moral para hablar de nada, de absolutamente nada, por su conducta y su comportamiento en la sociedad norteamericana que pretende convertirse en ejemplo para los demás pueblos del mundo.
Pero un hombre involucrado en asuntos de prostitución, fraudes, y manipulaciones groseras deja claro que no entiende cuál es el rol de los Estados Unidos como principal potencia del mundo.
En todo caso, Donal Trump no tiene ninguna autoridad para hablar de democracia y de la democratización de otros países, porque en esencia es anti-democrático, ya que no respeta las ideas de sus contrarios.
Hablar de lo que debe pasar en Venezuela o Nicaragua, independientemente de que se pueda estar de acuerdo o no con los gobernantes de estos países, constituye una falta de delicadeza de un presidente que debía focalizarse más en los propios problemas que crea su persona a su país y al mundo.
Donald Trump es una retranca peor que cualquier otra, no importa que mala sea, para el desarrollo y crecimiento de un mundo que ya tiene otros referentes muy diferentes al que alberga el cerebro de este intolerante mandatario.
A todos y todo lo que pretende defender Trump les hace más daños que bien, porque su mensaje siempre está lleno de veneno y de absurdos que perjudica más que beneficiar.
La era Trump marcará para toda la vida a una nación como los Estados Unidos que es un ejemplo de que siempre quiere manejarse con su gente, con sus ciudadanos, desde una perspectiva de intolerancia con lo mal hecho y con la implementación de una disciplina y respeto a la ley realmente admirable.
Pero todo eso ha sido tirado por la borda por un presidente que no entiende de estas cosas y mucho menos el rol de los Estados Unidos en el mundo.
En conclusión, estamos frente a un presidente que constituye una vergüenza para cualquiera que se maneje sobre la base de los nuevos estándares que rigen el mundo de hoy.