Por José Cabral
El legado prolonga la vida, sea bueno o malo, naturalmente, uno va en una dirección diferente del otro, es decir, en una vertiente positiva o negativa.
Las fuentes principales para construir un buen o mal legado comienza por asumir valores como la hermandad, la solidaridad y la reciprocidad o en la otra dirección que implica asimilar el egoísmo, la envidia, el odio y la venganza como herramienta para manejarse en la vida.
Sólo el que no entiende que la transitoriedad de la vida se puede transformar con un legado positivo, porque, aunque se haya muerto, su memoria perdura para siempre.
No importa cuál haya sido su rol en el mundo de la existencia humana, su conducta, buen proceder y su sensibilidad frente al prójimo es inborrable en el entorno en el que se desenvuelva la persona.
Hay muchos individuos que sólo les interesa lo que ocurre en el momento, viven la vida sólo para el presente y poco les importa el futuro, el cual sirve para legitimar la existencia de hijos, nietos y todos los descendientes.
Actuar apegado al bien perdura de igual modo para el que se inclina por el mal, lo único que tanto el primero como el segundo tendrán un referente diferente, el cual será parte de la herencia que usted le deja a su familia.
Jugar con la vida del otro crea mucho conflicto con la propia conciencia y de alguna manera este accionar negativo y equivocado se convierte en un lastre que se arrastra por el resto de la existencia.
La transitoriedad de la vida sólo es aplicable para los que no entienden que la memoria también es parte de la historia de las personas.
Haga el bien y no mire a quién es una expresión que regularmente no se practica y muchas veces sólo se entiende su dimensión cuando la persona entra en una etapa difícil de su vida, como por ejemplo una enfermedad terminal, en cuya circunstancia vale más un abrazo que el regalo de una gran cantidad de dinero, porque en ese caso esa mercancía no basta para evitar lo peor.
La muerte no borra la mala conducta, sólo la detiene momentáneamente, porque la misma es una carga que llevan consigo también los descendientes de los que actúan de esa forma.
Lo inexorable de la muerte es que nadie se libra de ella y a partir de cuando llega comienza el conteo de los malos y buenos momentos provocados por el que se va.
Mantenerse en la fila hacia la muerte es algo que ocurre independientemente de sus bondades o maldades y que al final de la existencia sólo quedan los recuerdos del que agota el turno que le toca a todo el que nace, crece, se desarrolla y luego se va a la eternidad.
Esta es la dinámica y la dialéctica de la vida, que muchos usan para hacer el bien y otros para hacer el mal.