La carga al sector salud ha sido y sigue siendo fuerte. Se atienden muchos casos de coronavirus y los demás quebrantos se retrasan. Entre la falta de personal médico accesible y el miedo, mucha gente no quiere asistir a un centro de salud y aguanta los malestares.
Por Rosario Espinal
El primer artículo que escribí sobre el COVID-19, publicado el 25 de marzo pasado, lo titulé: “El desafío es sobrevivir”. Hoy, al concluir el 2020, el desafío sigue siendo el mismo, a pesar del cansancio de la gente con el toque de queda, con las restricciones de encuentros y las mascarillas, y a pesar de que las vacunas generan cierta esperanza.
Hemos querido dar la apariencia de normalidad, de ajustarnos a vivir con el virus, de que una mascarilla nos protegerá; ¡pero no! La vida ha perdido espontaneidad.
El teléfono y las redes reemplazaron vertiginosamente los encuentros personales. Miles de empresas, sobre todo pequeñas y medianas, han cerrado o cerrarán para siempre. Millones de empleados en el mundo han perdido o perderán sus empleos y tomará tiempo para que reaparezcan.
La educación es un dolor de cabeza mayúsculo. Es imposible garantizar educación a distancia a todos los estudiantes. No hay suficiente tecnología al alcance de todos los sectores sociales. Muchos maestros no tienen las destrezas necesarias para hacerlo. Muchos padres y madres no pueden quedarse en sus hogares ayudando a los hijos porque deben trabajar, o no tienen conocimientos suficientes para apoyarlos en los deberes escolares. La situación atormenta un amplio segmento de la sociedad y soluciones ideales no hay.
La caída de la economía privada lleva a mayor desempleo. Hay sectores como el de turismo, bares y restaurantes que no se recuperarán por ahora. El flujo de turistas no solo depende de las condiciones en la República Dominicana, sino también de la disposición sicológica y las posibilidades económicas de los viajeros potenciales, asumiendo que la vacuna contenga la propagación del virus en unos meses. La reducción del turismo afecta, a su vez, la producción agrícola dominicana porque hay menos consumidores en el mercado local.
La disminución de la actividad económica privada tiene que ser compensada con mayor inversión pública, pero eso hace el Estado más grande, justo cuando se promovía lo contrario. En la República Dominicana, será más difícil ahora achicar el Estado como había prometido el nuevo gobierno. Y como las recaudaciones han decaído sustancialmente, habrá más endeudamiento. Un panorama económico complicado para decirlo suavemente.
La carga al sector salud ha sido y sigue siendo fuerte. Se atienden muchos casos de coronavirus y los demás quebrantos se retrasan. Entre la falta de personal médico accesible y el miedo, mucha gente no quiere asistir a un centro de salud y aguanta los malestares. A la vez, la complejidad de atender pacientes de COVID ha agotado el personal médico que realiza una labor titánica.
Esta es la primera pandemia que la humanidad actualmente viva conoce. Le precede la gripe española de hace 100 años. Otras epidemias recientes se han limitado a zonas geográficas específicas, y, por tanto, su efecto no ha sido tan devastador a escala mundial.
En la República Dominicana fue lamentable que el inicio de la pandemia coincidiera con el proceso electoral. La confrontación política impidió la racionalidad entre las partes, y los cuestionamientos a las acciones gubernamentales estuvieron a la orden del día. Eso dificultó el manejo de la crisis en sus inicios. Y aunque ya bajó la conflictividad política, los retos del año 2021 son múltiples.
Hoy, al igual que en marzo, el desafío principal sigue siendo sobrevivir, y así será en buena parte del año próximo. Esperemos por lo menos mejoría, cada uno poniendo de su parte a favor del bienestar individual y colectivo.
Artículo publicado en el periódico HOY