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Es urgente oxigenar la democracia que corre a toda prisa para evitar quedar atrapada por el coronavirus. – La Republica Online

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Es urgente oxigenar la democracia que corre a toda prisa para evitar quedar atrapada por el coronavirus.

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En la medida en que la gente   siente amenazada su vida por un asesino silente como el coronavirus debe también armarse de la prudencia que  reclama la circunstancia y también del valor necesario para que la democracia pueda continuarse su marcha hacia, aunque precariamente, su proceso de consolidación.

Este  camino  está determinado por la legalidad y legitimidad de los gobernantes como única garantía de que las medidas oficiales  que demanda el Covid-19 se puedan continuar en el marco del ordenamiento jurídico nacional y ambas exigencias se desprenden de unas elecciones que ya han sido programadas para el próximo 5 de julio en virtud de que fueron el resultado de la suspensión de las que debieron celebrarse el 17 de mayo del presente año 2020.

Es de sentido común que prácticamente no se puede hablar de otra cosa que no sea de la gran tragedia que implica para el país la pandemia, no solo por la cantidad de gente  que ha sido sorprendida por la muerte, sino también porque la enfermedad representa la eliminación, aunque sea transitoriamente, del elemento que le da más sentido a la existencia humana como lo es la vida social.

El Covid-19 ha sido tan cruel que no solo no ha dejado espacio ni siquiera para que se pueda velar a nuestros muertos, sino también para expresar en familia la tragedia que significa la perdida de un ser querido y recordarlo entre amigos, ascendientes y descendientes.

Sin embargo, pese a la tragedia de lo anteriormente narrado, el dominicano no tiene otra opción que como el mejor de los soldados que tiene la misión y la responsabilidad de continuar el combate en favor de su causa y al propio tiempo llorar cuando la circunstancia lo permita el compañero abatido por las tropas enemigas.

Ahora se impone condicionar nuestras mentes para dar la guerra electoral y terminar por el próximo cuatrenio el asunto comicial  para entonces seguir focalizado con un enemigo que tal vez dure un tiempo considerable con nosotros  en su ataque despiadado y cruel en contra de nuestra gente.

Las elecciones del 15 de julio son como una especie de una guerra en la que debemos tomar todas las medidas de precaución pertinentes para no darle la oportunidad al enemigo invisible que dé otro de los golpes mortales que sabe dar y entonces fortalecerse para que nos arrebate más almas inocentes.

Aunque en el caso de este enemigo nunca se sabe por dónde viene el ataque, pero si el dominicano se arma de una buena coraza para evitar que el impacto de la bala venenosa no tenga un blanco que nos arrebate otro de lo nuestro que solo procura la preservación de su entorno y de todo lo que le permite vivir apegado a la suyo.

El 5 de julio también es una especie de batalla de vida o muerte, no precisamente de la vida humana, sino de la institucional y de la democrática, sin cuya salvación se hace prácticamente imposible sobrevivir en época de la civilización y de la convivencia pacífica.

Ese día  podría iniciarse un proceso parecido al que sufren los seres humanos alcanzados por el coronavirus, que consiste en eliminar una función vital para preservar la vida como es el respiro, el cual queda tan precario para el que es atacado por la pandemia que prácticamente se vuelve imposible su sobrevivencia.

El aparato institucional dominicano está en cuidado intensivo y el votante, exactamente como lo ha hecho el médico que se ha lanzado a atacar el enemigo que mata sin que nadie lo vea, debe asumir la responsabilidad de sacar este paciente de una condición clínica que sólo  faltan algunos pasos para que muera.

El Estado y la democracia dominicana te llaman desesperadamente para que en medio del peligro, como cuando alguien está atrapado en una  crecida de un río y necesita un urgente auxilio, acuda a su salvación, que también implica un alejamiento de los riesgos  que representa para toda la nación un fallido intento electoral que podría constituir una condena a muerte del débil  aparato institucional.

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