Siempre hemos tenido la tesis que un Estado, no importa de que lugar del mundo o que grande o pequeño sea, promueve valores o anti-valores y en lo que respecta a los dominicanos esta línea de pensamiento tiene mucho asidero.
Aunque hay que estar convencido que es muy difícil que el Estado dominicano pueda hacer en favor del que vive fuera del país lo que no hace con el que permanece en el territorio nacional.
Sin embargo, se debía insistir en la conveniencia de que los gobiernos dominicanos a través del Estado puedan diseñar políticas para fortalecer y promover un mayor crecimiento del criollo que se ha ido hacia el exterior en contra de su propia voluntad y que ello constituye, sin lugar a dudas, una acción en favor del crecimiento de la propia República Dominicana.
Que interesante sería que a partir del criterio que prevalece en el sentido de que la comunidad que vive en los Estados Unidos es una especie de provincia de ultramar, lo cual se concretó con la creación de tres circunscripciones congresionales que permite que el dominicano que vive fuera esté representado institucionalmente en el Estado.
Naturalmente, la distorsión de ese logro se observa en virtud de que la escogencia de esos funcionarios electos está determinada por la influencia dominante de los partidos, cuya mayoría está muy contaminada y en virtud de esa realidad no se le puede pedir peras al olmo.
Sin embargo, esa distorsión no le puede quitar el valor que ello tiene en virtud de los derechos que tiene la comunidad dominicana en el exterior para estar institucionalmente representada en el Estado dominicano.
Ello tampoco impide que el Estado dominicano desarrollo una serie de políticas para fortalecer y promover el crecimiento de su gente del exterior, como por ejemplo implementar un programa para convertirse en garante frente a los bancos de los Estados Unidos para crear un programa de préstamos con intereses blandos para los pequeños y medianos empresarios que allí viven.
Un ejemplo del impacto que eso tendría consiste en que en la medida que el dueño de un taller de mecánica, compañía de mudanzas o cualquier otra empresa recibe un préstamo, se genera un crecimiento en ellas que les permite aumentar su cantidad de empleados, cuya mayoría son también dominicanos.
Pero además ese dominicano que fue ayudado por el Estado con ese préstamo blando genera que él invierta en el país como siempre lo hace y se produzca una dinámica que beneficie a ese comunidad de dominicanos del exterior, a la República Dominicana y al propio Estado norteamericano, porque aumentaría a través de nuestra gente los ingresos fiscales.
Ahí nadie pierde, sólo falta que el Gobierno dominicano se arme de la suficiente voluntad política y de la visión que permita que cosas como estas puedan ocurrir, lo cual beneficia a los criollos que viven fuera, a los que están en el país y al Estado norteamericano.
Parece que no existe, primero la visión y segundo la voluntad para desarrollar una comunidad dominicana del exterior que crece vertiginosamente y que eso no parará hasta que el Estado dominicano garantice una mejor vida para su gente en todo el territorio nacional a fin de que no se vea como una solución para sobrevivir con dignidad emigrar hacia el exterior con todas las adversidades que ello implica.