¿Es posible verter vino nuevo en odres viejos?
Por Isaías Ramos
En tiempos de incertidumbre y desafíos, una nación debe enfrentarse a preguntas difíciles. Una de esas preguntas, ilustrada en la frase bíblica sobre el vino nuevo y los odres viejos, nos lleva a reflexionar sobre la compatibilidad del cambio con estructuras anticuadas.
Al buscar salir de nuestros problemas actuales, encontramos un obstáculo recurrente: el respaldo continuo a aquellos que nos sumieron en estas crisis y que, sin temor, persisten en agravarlas. ¿Cómo podemos esperar un renacimiento cuando las manos que guían el futuro son las mismas que erraron en el pasado y erran en el presente?
Una clase política que ha saqueado nuestros recursos y destruido nuestra identidad ha derribado la seguridad de la nación y ha aniquilado la cimentación espiritual que le dio origen a nuestra tierra.
La necesidad de solucionar dilemas crónicos y obtener resultados duraderos nos urge a ir más allá de soluciones temporales y superficiales. Los parches y remiendos a los que está casta política nos ha acostumbrado son meras distracciones.
Estas acciones, que a menudo se presentan como soluciones, tienen una duración efímera, evocando la brevedad de los suspiros de merengue: un deleite momentáneo que desaparece rápidamente, dejando tras de sí escepticismo, frustración y desesperanza.
El corazón de la patria palpita con fuerza, pero enfrentamos una crisis moral y espiritual que no puede ser ignorada. Esta crisis no solo desafía nuestra economía o política, sino que amenaza el tejido mismo de nuestra identidad nacional. Necesitamos líderes con una autoridad moral inquebrantable, líderes que reflejen y encarnen los valores y principios de nuestros fundadores y libertadores.
Esos principios que nos hablan de un amor inquebrantable por la patria, un respeto profundo por la palabra de Dios y una defensa férrea de nuestra libertad. Y en medio de estos tiempos convulsos, conviene recordar: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Si nos desviamos de estos principios fundamentales, corremos el riesgo de perder nuestra esencia como nación. Estos no son solo palabras o frases retóricas; son el pilar, la base sobre la cual se fundó nuestra nación para que fuera próspera, pacífica y progresista.
Hoy en día, el tejido de confianza que una vez unió a la población es prácticamente inexistente. La desilusión y el escepticismo han calado hondo en el corazón de la mayoría de la población. El riesgo es evidente: al alejarnos de nuestros principios y caer en la indiferencia, nos encontramos al borde de un precipicio, un destino oscuro que otros países han experimentado con consecuencias devastadoras.
Desde el Frente Cívico y Social, defendemos la idea de que no podemos ser meros espectadores. Aquellos que causaron esta crisis y traicionaron la confianza del pueblo no deben seguir en posiciones de poder. Es hora de erigirnos como defensores de la patria y de su gente. Debemos ser el cambio que deseamos ver, cultivar una cultura de confianza y trabajar juntos para restaurar la grandeza de nuestra nación.
En el FCS estamos plenamente conscientes de que este camino no será fácil ni rápido. Pero con determinación, unidos en un propósito común, podemos superar cualquier obstáculo. La verdadera grandeza de una nación se mide no solo por su capacidad para prosperar en tiempos de paz, sino por su resiliencia y unidad en tiempos de adversidad.
¡Es hora de forjar un nuevo capítulo en nuestra historia!
¡Despierta, RD!