Por Narciso Isa Conde
La complicidad de la Dirección Nacional Contra Drogas-DNCD con el negocio del micro-tráfico quedó graficada, proyectada y más al desnudo con la filmación de la invasión de la peluquería de Villa Vásquez por agentes anti-drogas que se las pasan asociándose, chantajeando, obligando, extorsionando, cobrándole peaje y hasta castigando con la pena de muerte a jóvenes que obligan a integrarse o que se integran por necesidades extremas a las redes de distribución de estupefacientes.
El videíto es demasiado elocuente.
El micro-tráfico es el tráfico de drogas que compete al pequeño mercado interno y a la delincuencia menor y mediana implantadas en los barrios empobrecidos, con puntos de drogas tutelados por los mandos medios y unidades de base de la DNCD y el DICAM de la Policía Nacional, cuyos oficiales medios y agentes son los principales beneficiarios.
Este nivel corresponde al boroneo, al derrame, de un negocio muy superior que corresponde al macro-tráfico o narco macro, que incluye el lavado, propio de los Estados delincuentes, que bajo el manto de la impunidad, derivan en narco-Estados.
Visto la perversidad de uno de los organismo encargado de prevenir y perseguir ese tipo de delincuencia, resulta pertinente preguntarnos: y el mega-tráfico, dónde se ubica y cómo opera en su asociación con el Estado?
El macro-tráfico es el que usa el país y la isla como puente y se despliega por los grandes mercados norteamericanos y europeos.
Es la vertiente del negocio súper-millonario dónde operan generales, altos funcionarios, cúpulas políticas y lumpen-empresarios.
El que escoltan las naves de la Marina de Guerra, protegen altos oficiales de la aviación y comparten los jefes de la guardia fronteriza.
El que se asocia a autoridades de migración, copa por arriba los cuerpos armados y de investigación, construye sicariatos a su interior, lava dinero sucio en grandes bancos, invierte en torres, hoteles, discotecas, fincas, lavaderos de carros, casinos, lotos y bancas de apuesta; compra y usa líneas áreas y empresas de servicios y seguridad aeroportuaria; financia partidos, influyentes legisladores y candidatos, jueces, fiscales y dirigentes políticos; crea cárteles de la construcción y empresas de zonas francas y se asocia a generales pegados al trono.
El que penetra el cuerpo diplomático y cuenta con embajadores y agregados narco-paramilitares (el general-embajador Montoya y el personal de la Embajada Colombiana sobresalieron entre ellos).
Los escándalos del cártel Quirino, la masacre de Paya, casos como los de los capos Figueroa Agosto, Toño Leña, Arturo del Tiempo Márquez, Nelson Solano (el Zar de la heroína en el Caribe
), que no son los únicos (aunque si los parcialmente develados), evidenciaron muchas de esas conexiones militares protegidas con simples traslados y remociones o con ocultamiento de responsables mayores.
Encumbrados generales de las Fuerzas Armadas, jefes de la DNCD, la DICAM, DNI, GUARDIA PRESIDENCIAL, PN han estado vinculados a esos escándalos junto a Presidentes, altos funcionarios, dirigentes políticos y empresario y siguen impunes. Sus nombres y sus hechos han sido reseñados y denunciados en TIRO AL BLANCO y en libros como CONFESIONES AMORDAZADAS.
Los jefes del gobierno, de la policía, de las fuerza armadas, de la Dirección Nacional contra Drogas (DNCD) y la Dirección Nacional de Investigaciones-DNI (controlada por la CIA), cuando no son cómplices, ocultan las pruebas.
A esa macabra realidad no es ajena a la autoridad presidencial de éste y pasados gobiernos. Y todo esto tipifica el narco-estado y el narco-gobierno dominicano.