Por José Cabral
La República Dominicana camina en dos direcciones encontradas, la primera tiene que ver con la renuncia de algunos actores de la vida nacional a su discurso ético y comprometido con el futuro para adherirse a la vieja política, a los partidos tradicionales.
La otra es con respecto al mensaje enviado por el votante en favor de una nueva causa, de una nueva política, cuya preocupación ciudadana podría ser aprovechada por algunos farsantes que han entrado a la contienda.
En lo que respecta a la primera de la tendencia, hay que decir que el ejemplo más contundente en esta materia es la referida a Guillermo Moreno, quien por errores cometidos en la interpretación del momento, sobre todo en relación con la clase media, se equivocó y llevó a su partido, Alianza País, a perder el apoyo que tenía en algunos sectores nacionales.
En algún momento en conversaciones sostenidas con Guillermo siempre le dije que hay dos causas para ser expulsado del escenario, que son no hacer lo correcto políticamente o por razones biolٕógicas, es decir, por la edad.
Entonces, en más de una ocasión recordé a Guillermo la proclamación como candidato presidencial de Luis Abinader en el 2016 en un lugar de la capital que no recuerdo muy bien, cuyos aplausos y estruendos en el lugar cuando a él lo mencionaron, me refiero a Moreno, me hizo tener la impresión de que el edificio se iba a caer, lo cual expresaba el nivel de respeto que había en su favor en el seno del PRM.
Pero parece que eso, es decir, lo dicho a Guillermo por quien suscribe este artículo, lo llevó a darle un apoyo desbocado al oficialismo que ha implicado su sacrificio político con muy pocas posibilidades de recuperación en función de sus aspiraciones presidenciales.
Prácticamente todo lo ha jugado en su contra, porque la derrota electoral en el Distrito Nacional también lo deja muy mal parado, pero tal vez lo peor sea que se ha quedado sin discurso, porque ha hecho una defensa impensada de lo bueno y de lo malo del Gobierno.
Tanto es así, que Guillermo por la comisión de otro error, ha sido relegado a un plano que su futuro político se circunscribe a aceptar un cargo en el Gobierno, es decir, a ser uno más de los tantos que sobre la base de ese mismo discurso buscan alguna migaja en el tren administrativo.
Lo más doloroso en este sentido es que Guillermo se suicida políticamente cuando la gente está en la onda de buscar nuevas opciones políticas, más ética y moral, en la cual encajaba la propuesta que él enarbola, pero además que ésta es escasa en el escenario nacional.
El fenómeno ocurrido con la abstención electoral, que en sí misma envía un mensaje de cambio, y la suma de la renuncia de los que parecían estar en este entorno, como Guillermo, indica que cualquier impostor, falso patriota y estafador de la opinión pública, podría ocupar ese lugar para mal de una nación que persigue un mejor destino, lo cual crearía un círculo vicioso que aceleraría la desgracia nacional.