Opinión
El pesimismo de Masalle
Published
8 años agoon
Por Narciso Isa Conde
El Obispo Masalle, sin dejar de reconocer el valor de la lucha actual, se mostró pesimista sobre el destino del reclamo del fin de la impunidad.
- Diferencias y distancias.
De su manera de pensar y actuar difiero en grande cuando le ha tocado hablar del origen de la vida, de la concepción del mundo, de la especie humana, de los derechos de la mujer, del aborto, de la libertad de opción sexual, de la homosexualidad… temas en los que se ubica en abierta y desafiante actitud conservadora y ultra-reaccionaria.
Atrás incluso de los leves avances externados por el Papa Francisco sobre ese tema neurálgico para la Iglesia Católica y Romana.
Procede destacar también que en su práctica cotidiana Masalle luce además muy lejano de la imperiosa necesidad de luchar contra las causas de los ecocidios practicados a escala nacional y planetaria, y bastante ajeno a la pertinencia de la Encíclica papal en defensa de la Madre Tierra, nuestra Casa Común. Abismalmente distante, en este segundo aspecto, del valioso ejemplo de Monseñor Camilo en relación con los movimientos sociales ambientalistas.
En ambos casos se trata de temas realmente trascendentes y de gran valor estratégico para la defensa de la vida, la felicidad, los derechos de todos los seres humanos y la relación armónica de la sociedad humana con su entorno: uno que versa sobre la opresión patriarcal y sus grandes crueldades; y el otro sobre la existencia del planeta tierra, amenazado por la voracidad el gran capital y las injustas y destructivas relaciones de poder imperantes aquí y en todo el mundo.
- Coincidencias y cercanías.
Esas diferencias, sin embargo, no me eximen de apreciar el significado de ciertas coincidencias coyunturales con ese prelado católico en lo relacionado con el sistema de corrupción e impunidad imperante en el país.
Masalle ha caracterizado muy bien la dictadura presidencialista existente en nuestro país, haciendo referencia al régimen del tirano Trujillo, al del déspota ilustrado Joaquín Balaguer y a los gobiernos de Hipólito Mejía, Leonel Fernández y del actual presidente Medina.
En este último caso denunció como Danilo Medina designó una Comisión a la medida, presidida por Agripino, para investigarse a sí mismo; y más recientemente destacó como este presidente y los anteriores mencionados se las han ingeniados para crear una institucionalidad que protege a los beneficiarios de la corrupción propia y ajena, garantizándole impunidad a todos.
Sin embargo, de esa certera caracterización del sistema institucional establecido -a lo que solo habría que agregar como la cúpula del PLD se ha convertido en una Corporación que depreda al Estado y saquea el patrimonio público y natural de la Nación- el Obispo de Baní deriva una fuerte nota de pesimismo, augurando la imposibilidad de ponerle fin a la impunidad.
- No hay lugar para la resignación, renace la esperanza.
Esto supone -reforzando una visión fatalista cimentada en la impotencia- que no debemos plantearnos inhabilitar estas instituciones al servicio de la impunidad; mientras la lógica elemental nos dice que si no es posible hacer justicia a través de ella –y eso es cierto- urge entonces proponernos cambiarlas luego de hacerlas colapsar con un grado cada vez más elevado de movilización e impugnación popular; algo que se ha logrado en otros periodos de nuestra historia e incluso recientemente en muchos países del Continente y del mundo.
Las dictaduras presidencialistas, corruptas y corruptoras, constitucionales o no, se derrotan en las calles, sobre todo cuando ellas pervierten la vía electoral y cierran el relevo por la ruta institucional.
-Situación evidente, percibida ya por amplios sectores.
-Objetivo político factible dado el grado de indignación y el proceso de movilización multitudinaria que catapultó la Marcha Verde del 22 de enero, ahora en pleno despliegue hacia la Marcha del Cibao en Santiago, precedida del fenómeno del libro verde seguido de la llama verde.
Hay que atreverse, porque lo otro es resignarse, como sugiere la errónea conclusión del Obispo Masalle.
Hay que atreverse, sobre todo porque el hastío del pueblo empobrecido, el creciente descontento en las filas militares y policiales y la necesidad del cambio que los dignifique, tienden a crearle un clima de ingobernabilidad al régimen que intentan perpetuar.
Un clima que permite obligar a sus detentadores a la rendición, ejerciendo ampliamente la democracia de calle y creando contrapoder en todo el territorio nacional.
La oportunidad es real.
Hay que atreverse colectivamente a tirar las instituciones pervertidas y los funcionarios gansterizados al piso.
A sacarlos del poder y trancarlos para abrirle cauce a una refundación de las instituciones y del proyecto de sociedad por la vía menos traumática posible: un gobierno de transición democrática que instale un nuevo sistema electoral y contribuya a generar un proceso constituyente altamente participativo; que posibilite instalar una Asamblea Constituyente Soberana y Popular, establecer un nuevo orden jurídico-político y avanzar hacia una sociedad basada en la justicia, la libertad y la solidaridad humana.
Por Elba García Hernández
En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.
Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.
Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.
En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.
Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.
Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.
Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.
Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.
Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.
En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia deja mucho que desear.
Por José Cabral
El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.
Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.
El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.
En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.
En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.
El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.
Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.
En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.
Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.
Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.
Por Nelson Encarnación
Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.
Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.
Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.
Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.
No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.
Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.
¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.
¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.
Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.
¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.
Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.