Lo más probable es que veamos más muestras del uso del recurso populista como forma de mantener vivas las promesas de cambio.
Por Rosario Espinal
En su primer período de gobierno (2012-2016), Danilo Medina utilizó con efectividad lo que, en aquel momento, llamé el recurso populista. En una ocasión circularon fotos de él brincando charquitos. Ahora, en el viaje a Nueva York, circularon fotos de Luis Abinader arrastrando su maletica y subiéndola al compartimento de equipaje del avión en clase económica. Ambos son ejemplos del uso del recurso populista; los presidentes buscaron conectar con un amplio segmento del pueblo para generar apoyos en torno a la idea del gobernante sencillo.
¿Por qué lo llamo recurso populista y no populismo? Porque hay diferencias importantes.
El populismo es una forma de gobernar que estructura la relación entre el Estado y la sociedad a partir de la interpelación directa y constante de las masas, donde el líder proyecta cualidades carismáticas que alimentan su relación con los sectores sociales interpelados. Esa interpelación se produce a partir de la identificación y motorización de antagonismos sociales, donde un segmento importante de la sociedad es definido como víctima de un sistema de opresión o exclusión que sustentan unos pocos (la élite), y son movilizados con propósitos políticos de cambio.
En la República Dominicana nunca ha existido un régimen político populista estrictamente hablando, pero los presidentes, en mayor o menor medida, han utilizado el recurso populista; es decir, han apelado al sentimiento de opresión o exclusión de un segmento social en torno a un tema específico, sin promover su movilización, y sin ampliar la agenda populista.
Utilizo entonces el término recurso populista cuando se trata de una acción puntual, y la apelación se queda en la denuncia, a veces sutil, como el charquito o la maletica, sin movilización.
Bien concebido y administrado, el recurso populista es de gran utilidad para un gobernante, sobre todo en países como la República Dominicana, relativamente apaciguados, pero con muchas expectativas de cambio frustradas. Por el contrario, los políticos se ven más inclinados a recurrir al populismo sistémico cuando buscan articular apoyos para impulsar cambios significativos en la sociedad ante la resistencia de los grupos dominantes. Esto último no ha estado nunca en la agenda política dominicana.
Dadas las promesas de cambio que hizo Abinader y el PRM, lo más probable es que veamos más muestras del uso del recurso populista, como forma de mantener vivas las promesas de cambio, aún sea sin impulsar grandes transformaciones.
Ahora bien, hay que prestar atención a las expectativas de mejoría de la sociedad, porque, si el tiempo avanza sin cambios importantes, podría aumentar sustancialmente el descontento y la presión social; y en ese contexto, la efectividad del recurso populista tiende a disminuir.
El gobierno del PRM camina por un trillo angosto: generó fuertes expectativas de cambio, que constantemente alimenta con pronunciamientos, pero no se evidencia todavía la ruta clara para lograrlos.
El charquito de Medina se vinculó a las visitas sorpresas. ¿A qué política pública vinculará Abinader su maletica? ¿A la austeridad pública?