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Editorial

El voto en blanco, un instrumento ideal para la renovación política nacional y evitar caer en un régimen de fuerza.

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A propósito de lo ocurrido en las elecciones municipales del pasado 19 de febrero de este año 2024, se ha esgrimido la necesidad de corregir una serie de debilidades en el sistema electoral mediante la implementación del voto en blanco.

Y ciertamente el momento es oportuno para buscar fórmulas que mejoren la democracia dominicana, porque parece no estar lejos el día en que todo el andamiaje institucional colapse en el país.

Si esto ocurriera el país podría estar expuesto a cualquier ensayo dictatorial, tanto es así que en la presente contienda vemos aspiraciones presidenciales que provienen de un pasado tenebroso.

Esto lo advertimos porque el Partido de la Esperanza Nacional (PED) nace en una familia de una triste y trágica recordación para todos los dominicanos, incluidos aquellos que no vivieron esa época.

Ese partido es sólo una pequeña muestra de lo que le podría venir a la República Dominicana, cuyo candidato presidencial de ahora Roque Espaillat sostiene que no le importa el pasado, sino el presente, lo cual resulta un contrasentido en razón de que nadie podría explicar y manejar el presente si no conoce el pasado.

Naturalmente, resulta preocupante lo poco pensante de muchas personas que han decidido apoyar abiertamente esta opción, incluyendo aquellos que fueron víctimas de una neo-dictadura como la encabezada por Joaquín Balaguer, cuyo principal ejemplo lo es cantautor Ramón Leonardo.

Y hay que decirlo con toda responsabilidad, principalmente porque la República Dominicana tiene un sistema presidencialista, donde cualquier insensato puede instaurar con cierta facilidad una dictadura tan férrea como la que encabezó el abuelo del dueño del partido que lleva como candidato a Roque Espaillat.

Hay que necesariamente preguntarse que podría ocurrir en un país donde las dictaduras han gravitado con mucha fuerza en su historia política nacional, pero donde además hay una herencia histórico-cultural fundamentada en el machismo, el patriarcado, el jefismo, el caudilllismo, entre otros antivalores.

Pero aun cuando su candidato Roque Espaillat tiene un movimiento que lleva como nombre “Rescate Democrático”, pero que se apoya en un partido creado e ideado por un miembro de la familia trujillista, cuyos méritos nadie conoce, a menos que no sea el apellido que simboliza el crimen, el robo del patrimonio público y una violencia en contra de los derechos a la disensión, lo que resulta ser una contradicción que revela que se quiere llegar a cualquier precio, sin importar cualquier vulgar manipulación.

Por esta y por muchas otras razones tiene que promoverse en el país el voto en blanco para evitar que el ciudadano se equivoque y ante el desastre que vive la nación como consecuencia de la distorsión y la corrupción generalizada soportada y promovida por los partidos políticos, la nación caiga en manos de una dictadura.

Tanto es así, que Ramfis Domínguez Trujillo e incluso los candidatos presidencial y vicepresidencial de su partido, Roque Espaillat y Ernesto Fadul, así como el mismo nieto del dictador, han querido repostar la decisión de la Junta Central Electoral (JCE) con el argumento de que el órgano comicial no quiere saber de su líder, pero ello deja claro que no son capaces de leer o buscar un abogado con la suficiente formación para que entiendan las condicionantes que pone la Constitución de la República en sus artículos 18,79 y 82 para los hijos de dominicanos nacidos en el extranjero y naturalizados en el país que quieran ser presidentes, senadores y diputados de la nación.

Esa sola muestra de intolerancia y del irrespeto a la ley de leyes de la República Dominicana por parte del nieto de Trujillo,  proyecta una idea de cómo se manejaría desde el poder un hombre que lo único que puede exhibir en el país es su condición de ser miembro de la familia dictatorial, cuyas víctimas de ese régimen se encuentran por doquier.

Se impone promover el voto en blanco como una herramienta de mejorar la democracia, el cual podría servir también para erradicar los proyectos políticos personalistas e individualistas y preconizar en el sistema político-electoral aquellas propuestas manejadas desde una perspectiva colegiada y de ese modo defender y consolidar los intereses colectivos mediante la legitimación de candidaturas que provengan de un espíritu profundamente democrático.

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Editorial

Un cáncer difícil de extirpar.

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Está más que demostrado que la deuda pública de cualquier país, máxime si es pobre y subdesarrollado, representa, para decirlo de alguna manera, una condena a muerte.

En esa dirección, un país sin una planificación estratégica y sin una proyección a futuro de su economía, muy difícilmente puede sobrevivir.

La República Dominicana se apoya en una política económica que promueve el gasto público sin calidad y con una visión parasitaria.

Este cuadro difícilmente pueda permitir promover desarrollo y crecimiento, pero además si no hay un aumento de la producción difícilmente haya alguna esperanza de mejoría.

Ahora mismo los renglones de la economía nacional más importantes son el turismo y las remesas, los cuales son el resultado de la riqueza dada por la naturaleza y de la exportación de dominicanos hacia el exterior, porque la pobreza no les ha permitido vivir en las tierras que les vio nacer.

Pero la burocracia oficial también ha extendido sus garras hacia los que en contra de su voluntad han tenido que huir hacia el exterior para sobrevivir.

Por esta razón los dominicanos llevan una carga muy pesada de una economía endeudada y parasitaria que utiliza sus energías para sacrificarlos hasta en los lugares más lejanos donde se van a vivir.

Una expresión de cómo se exprime el más mínimo esfuerzo de los dominicanos es la forma como se reparten instituciones recaudadoras como los consulados, donde se cobran tarifas altísimas para, no alimentar el fisco, sino a determinados personajes de la claque oficial.

Lo que ocurre con el endeudamiento y la burocracia oficial llevará a la ruina a la República Dominicana.

Por lo que se ve, el país camina a su quiebra total en medio del endeudamiento y la fiesta con el patrimonio público de todos los que llegan al poder para hundir en la más profunda de las carencias a la gente de a pie, de aquel que sólo observa en medio de su gran pobreza por culpa de otros.

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Editorial

Incertidumbre política e inflación en Estados Unidos.

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La potencia más grande del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, atraviesa por una compleja situación inflacionaria y por una crisis de liderazgo político preocupante, cuyo escenario electoral ha estado dominado hasta hace unas horas por dos candidatos, uno octagenario, y el otro que no está lejos de esa etapa de la vida.

Donald Trump y Joe Biden, el primero con un discurso de violencia que trastorna hasta la vida institucional de esta nación y el actual presidente que por el impacto de su edad representaba un peligro para garantizar la gobernabilidad, sobre todo con un contrincante que día a día representa una amenaza para la gobernanza en la potencia más grande del mundo.

Sin embargo, el escenario parece despejarse con la renuncia a la candidatura presidencial de Biden para pasarle la pelota a su vicepresidenta, Kamala Herris, quien, aunque cuenta con un curriculum muy fuerte, tanto académico como político, pero parece que entra tarde a la contienda con un contrincante que inexplicablemente está muy bien colocado en el electorado de los Estados Unidos.

El fenómeno Trump merece un estudio sociológico y político aparte, porque, aunque tiene una apariencia que puede no favorecerle, sobre todo por la violencia verbal que promueve, pero todo parece indicar que nadie le quita el triunfo en el mes de noviembre de este año 2024.

La salida de la contienda de Biden era lo esperado por su partido, el Demócrata, pero lo que no parece producirse es la posibilidad de que la elegida, la cual vicepresidenta, pueda realmente competir con Trump.

Naturalmente, en la política dos y dos no son cuatro y en consecuencia mientras se mantenga la contienda cualquier cosa puede ocurrir, pero para ser sincero parece improbable que pueda competir realmente en un tiempo relativamente corto para la promoción necesaria y generar la confianza requerida por el votante.

Con la entrada a la competencia de Harris la compaña electoral en los Estados Unidos toma otro color en lo que respecta a la violencia verbal que ha predominado en ella, aunque Trump no tiene miramientos para recurrir a ésta no importa quién sea el candidato, hombre o mujer.

De cualquier modo, la entrada de Harris a la competencia presidencial trae aire fresco a la contienda, primero por tratarse de una mejer, y segundo por ser un rostro relativamente joven que puede inspirar en un amplio sector de la población que abogaba por un cambio, por lo menos en la edad de los candidatos.

La competencia presidencial entre Biden y Trump no proyectaba una buena imagen para un país que busca que todos los demás lo imiten, máxime por su condición de potencia que busca la hegemonía del mundo y que se promueve como la mejor y más fuerte democracia del universo.

Ya de por sí no hay forma de revertir una realidad que dice que un hombre con una serie de procesos judiciales, incluidos algunos penales, puede convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

Habría que ver si esta potencia del norte le quedará algún recurso moral para amonestar y castigar aquellos que delinquen en  las democracias de papel que predominan en los países latinoamericanos,  para no hablar de otros continentes del planeta donde también el fenómeno es el pan de cada día.

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Editorial

Una cosa son las palabras y otra los hechos.

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Hay una famosa expresión bíblica que dice “por sus hechos los conoceréis”, lo cual es aplicable a los congresistas del Partido Revolucionario Moderno (PRM), cuya palabra clave de su presidente Luis Abinader es la transparencia.

En realidad, se trata de una palabra hueca que los propios hechos la desmienten, porque hablar de combatir la corrupción y establecer leyes para tolerarla o promoverla parece que no se trata de una conducta que tenga coherencia y que en consecuencia merezca respeto.

El nuevo Código Penal, el cual se pone al margen de todo el derecho convencional internacional, busca colocar en sólo veinte años para que prescribe cualquier delito o crimen que implique el robo de miles de millones de pesos en contra del Estado y la sociedad.

Cualquiera podría pensar que el PRM se ha vuelto loco, pero la verdad es que lo que refleja este nuevo Código Penal es que los intereses pesan más que las palabras e incluso hasta más que cualquier buena intención, si es que existe.

Este intento de imponer un nuevo Código Penal aberrante e incluso hasta inmoral, no dice otra cosa de que el pueblo dominicano camina por un sendero muy peligroso que difícilmente pueda revertirse a menos que el ciudadano actúe diligentemente.

Sin dudas que parece que se requiere continuar la fiesta con la corrupción que representa una retranca para una verdadera democracia, porque buscar que muera un acto de corrupción de grandes magnitudes en un plazo de 20 años, indica que se busca estimular esta conducta enemiga del crecimiento y el desarrollo nacional.

El nuevo Código Penal es una “papa caliente” que pasa a mano del presidente Luis Abinader, quien, conjuntamente con el PRM, han jugado con pasarse la pelota entre uno y otro, a fin de evadir su responsabilidad contraída con las promesas que hicieron durante la campaña electoral, principalmente en el año 2020.

El problema es que, ante la visión unilateral e individual que prevalece en el PRM, muy difícilmente pueda haber una salida idónea a las aberraciones contenidas en el nuevo Código Penal, aunque la jugada podría ser que el presidente lo objete o lo devuelva al Congreso Nacional para su modificación, pero con el propósito de que el mismo se convierta en ley en forma automática como lo establece la ley.

Esa podría ser una buena jugada en el marco del régimen de legalidad, pero el cual sería una expresión muy contundente de demagogia y de no cumplimiento con lo prometido y de verdad no estar identificado con los mejores intereses de la nación.

Ya veremos.

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