Opinión
En memoria de Guy Alexandre
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11 años agoon
Por Juan Bolívar Díaz
Cuando llegó como embajador de Haití, la primera vez en 1991, Ya Guy Alexandre tenía amistades firmes en la República Dominicana, entretejidas en universidades de Bruselas y París y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en su sede original de Santiago de Chile. Como contertulio y participante en eventos académicos, el sociólogo y cientista político daba suficientes muestras de su interés por mejorar las relaciones entre las dos naciones que comparten la isla.
Por su gran apertura al diálogo con los dominicanos, su designación como embajador de Haití en 1991, cargo que mantuvo hasta 1997 y se repitió entre el 2001 y 2003 cuando renunció, fue recibida con alborozo en los medios intelectuales donde hace ya décadas se acaricia la alboreada de una etapa de relaciones constructivas, fraternales y solidarias entre las dos naciones isleñas.
Y Guy no decepcionó a sus amigos y amigas dominicanos, realizando una gestión diplomática de altos vuelos, en años de controversias y engendros prejuiciosos y hasta maliciosos, como el alegado proyecto de fusión de las dos naciones que se atribuyó a Estados Unidos, Francia y Canadá, sin que nunca se haya fundamentado con alguna declaración, artículo, discurso o documento.
El embajador se relacionó con todos los sectores dominicanos, incluyendo a los ultranacionalistas a quienes abrió de par en par las puertas de su residencia. Recuerdo haber participado en tertulias en las que hizo presencia el dirigente de la Fuerza Nacional Progresista Pelegrín Castillo.
La siembra del doctor Alexandre fue fundamental para la creación a principios del 1997 de la Comisión Mixta Dominico Haitiana, que nunca ha cumplido la misión que se le encomendó, pero de la que fue un permanente animador. En la última entrevista que nos concedió en Teleantillas, en julio del 2013, volvió a insistir en la necesidad de dar vida a ese órgano bilateral, sosteniendo que sólo faltaba voluntad política en los gobernantes de ambas naciones.
Con Guy y su esposa Lyne mantuve una fraternal relación, compartimos preocupaciones y sueños. La última vez que lo ví fue el pasado 20 de febrero, en vísperas de mi partida a Baltimore para someterme a una cirugía. Se apersonó a mi oficina para expresarme su solidaridad. La conversación fue sobre la desnacionalización de los dominicanos de ascendencias haitiana. Expresaba consternación, pero rehuyó una entrevista formal en la televisión, reservando sus energías para seguir como asesor del gobierno haitiano. Pero no dejó de expresar su profunda pena, considerando que la sentencia del Tribunal Constitucional retrotraía el diálogo dominico-haitiano, porque no concebía indiferencia ante la suerte de los descendientes de haitianos en el país.
Guy ya andaba con problemas cardíacos, de los que se estaba cuidando, por prescripción médica. Una semana después un infarto se lo llevaría sin preaviso. Todavía el día antes estaba convocando a un simposio sobre las relaciones Haití-RD a celebrarse en Puerto Príncipe del 19 al 21 de este mes. Los demás organizadores mantienen la cita, ahora como homenaje al desaparecido.
La temprana desaparición de Guy Alexandre es un fuerte golpe a los esfuerzos de entendimiento entre dominicanos y haitianos. Fue el más preclaro propulsor del diálogo entre ambas naciones. Como nadie entendía que de ambos lados de la frontera había chovinismos y otras posiciones extremas que se utilizaban políticamente para alimentar el odio y el desencuentro.
Quiero honrar la memoria de Guy Alexandre y deplorar su partida tan a destiempo como intempestiva, al igual que la de Gerard Pierre Charles, otro haitiano ilustre que me enseñó en el México de mis estudios universitarios la necesidad de establecer puentes de entendimiento en esta isla y que partió hace una década. Ambos murieron de infarto a la misma edad de 68 años. Los dos merecen el homenaje de quienes creemos en la solidaridad humana y en los valores de la fraternidad, la buena vecindad y la honestidad intelectual.
Llegue nuestra gratitud y condolencia a su esposa y sus hijos, con la esperanza de que los sueños de Guy Alexandre sean pronto realidad.-
Por Isaías Ramos
Nuestro país se encuentra en una encrucijada crucial, donde el futuro de su democracia y la equidad social están en juego. La persistencia de una estructura política y económica que favorece a una élite, en detrimento del bienestar de la mayoría, plantea un desafío formidable que no podemos ignorar. Nuestro país clama por un cambio profundo que redefina los fundamentos de nuestra sociedad y asegure un futuro justo para todos.
La malversación de recursos y el abuso de poder no son simplemente noticias recurrentes; son realidades que coexisten con niveles alarmantes de pobreza y una inseguridad que afecta a la mayoría de nuestros hogares. Esta situación desalentadora requiere más que soluciones temporales y políticas de subsidios mal enfocadas, las cuales solo sirven para posponer lo inevitable.
Es imperativo que el pueblo dominicano tome las riendas de su destino, rechazando ser meros espectadores de un sistema que perpetúa la desigualdad y se nutre de injusticias. La historia nos enseña que las libertades y derechos se conquistan y mantienen a través de una lucha continua y consciente. Nuestro combate no es solo por necesidades económicas, sino por la dignidad y el futuro de nuestra nación.
Debemos aspirar a una transformación radical del modelo político y económico. Las políticas deben enfocarse en crear condiciones de igualdad de oportunidades, promover la inversión en infraestructura agrícola e industrial, así como apoyar decididamente a las micro, pequeñas y medianas empresas: verdaderas locomotoras del crecimiento local.
La implementación de subsidios y exenciones fiscales a sectores económicos privilegiados debe ser eliminada; estos recursos deben redirigirse hacia sectores donde tengan un impacto directo y medible. Es esencial poner fin a la política del derroche y endeudamiento, transfiriendo los recursos necesarios para incrementar la producción nacional.
El llamado es claro: construir un nuevo amanecer; un despertar nacional que eleve los intereses del pueblo por encima del egoísmo mezquino de una élite desconectada. Es momento de redefinir nuestras prioridades asegurándonos de que cada dominicano sea parte activa e informada sobre este cambio. La partidocracia actual ha fallado en atender los problemas estructurales del país; ya es tiempo promover una verdadera transformación.
En el Frente Cívico y Social estamos convencidos de que las candidaturas independientes enriquecen la pluralidad, el debate y las ideas. Trabajar unidos para hacer realidad nuestra Constitución y la visión de la Estrategia Nacional de Desarrollo, con el objetivo de vivir plenamente en un Estado Social y Democrático de Derecho para el 2030. Es nuestro norte, definido incluso por aquellos que hasta ahora lo han ignorado. Es esencial lograr su despertar a la conciencia para que no se conviertan en simples testigos, sino también en participantes activos en esta transformación hacia un Estado que verdaderamente refleje nuestros valores y aspiraciones.
Nuestra Patria tiene el potencial de ser un faro de justicia y equidad en la región. Solo mediante un compromiso renovado y genuino con el cambio, así como con la participación de cada ciudadano, podremos transformar nuestro país en un lugar donde la prosperidad sea compartida y la dignidad de todos sea una realidad palpable.
Este es el momento de unirnos y evitar que nuestra nación caiga en un abismo de miseria y opresión, como ha sucedido en otras naciones vecinas. Es el momento de actuar, despertar y luchar por una República Dominicana que honre su promesa de justicia, igualdad y democracia.
¡Despierta RD!
Opinión
Impugnación de la competencia de la Corte Penal Internacional
Published
4 días agoon
marzo 13, 2025Por Rommel Santos Díaz
La Corte Penal Internacional se cerciorará de ser competente en todas las causas que le sean sometidas. La CPI podrá determinar de oficio la admisibilidad de una causa de conformidad con el artículo 17 del Estatuto de Roma.
De acuerdo con el Estatuto de Roma podrán impugnar la admisibilidad de la causa, por uno de los motivos mencionados en el artículo 17, o impugnar la competencia de la Corte Penal Internacional:
- a)El acusado o la persona contra la cual se haya dictado una orden de detención o una orden de comparecencia con arreglo al artículo 58;
- b)Un Estado que tenga jurisdicción en la causa porque esta investigando o enjuiciando o lo ha hecho antes; o
- c)Un Estado cuya aceptación se requiera de conformidad con el artículo 12.
El Fiscal podrá pedir a la Corte Penal Internacional que se pronuncie sobre una cuestión de competencia o de admisibilidad. En las actuaciones relativas a la competencia o la admisibilidad, podrán presentar asimismo observaciones a la Corte quienes hayan remitido la situación de conformidad con el artículo 13 del Estatuto de Roma y las víctimas
.
La admisibilidad de una causa o la competencia de la CPI sólo podrán ser impugnadas una sola vez por cualquiera de las personas o los Estados a que se hace referencia en el párrafo 2. La impugnación se hará antes del juicio o a su inicio.
En circunstancias excepcionales la Corte Penal Internacional podrá autorizar que la impugnación se haga más de una vez o en una fase ulterior del juicio. Las impugnaciones a la admisibilidad de una causa hechas al inicio del juicio, o posteriormente con la autorización de la Corte, sólo podrán fundarse en el párrafo 1 c) del artículo 17 del Estatuto de Roma.
Antes de la confirmación de los cargos, la impugnación de la admisibilidad de una causa o de la competencia de la CPI será asignada a la Sala de Cuestiones Preliminares. Después de confirmados los cargos, será asignada a la Sala de Primera Instancia. Las decisiones relativas a la competencia o la admisibilidad podrán ser recurridas ante la Sala de Apelaciones de conformidad con el artículo 82 del Estatuto de Roma.
Hasta antes de que la Corte Penal Internacional se pronuncie, el Fiscal podrá pedirle autorización para:
- a)Practicar las indagaciones necesarias de la índole mencionadas en el párrafo 6 del articulo 18 del Estatuto de Roma;
- b)Tomar declaración a un testigo o recibir su testimonio, o completar la recolección y el examen de las pruebas que hubiere iniciado antes de la impugnación; y
- c)Impedir, en cooperación con los Estados que corresponda, que eludan la acción de la justicia personas respecto de las cuales el Fiscal haya pedido ya una orden de detención en virtud del artículo 58 del Estatuto de la Corte.
La impugnación no afectará a la validez de ningún acto realizado por el Fiscal, ni de ninguna orden o mandamiento dictado por la CPI, antes de ella.
Si la CPI hubiere declarado inadmisible una causa de conformidad con el artículo 17 del Estatuto de Roma, el Fiscal podrá pedir que se revise esa decisión cuando se haya cerciorado cabalmente de que han aparecido nuevos hechos que invalidan los motivos por los cuales la causa había sido considerada inadmisible de conformidad con dicho artículo.
Finalmente, el Fiscal, si habida cuenta de las cuestiones a que se refiere el artículo 17 del Estatuto de Roma suspende una investigación, podrá pedir que el Estado de que se trate ponga a su disposición información sobre las actuaciones. A petición de ese Estado, dicha información será confidencial. El Fiscal, si decide posteriormente abrir una investigación, notificará su decisión al Estado cuyas actuaciones hayan dado origen a la suspensión.
Rommelsantosdiaz@gmailcom
Por Nelson Encarnación
Son muchos los dominicanos que no se reponen del shock que les provocaron las diversas manipulaciones y mentiras vertidas por el expresidente Danilo Medina durante su comparecencia de la semana pasada en un importante medio radial de nuestro país.
Cuando se anunció días antes que el líder del Partido de la Liberación Dominicana aparecería en un medio público, hubo la apreciación generalizada de que aprovecharía el alcance de este para al menos desvestir su alma y bajar al terreno de la humildad para pedir algún tipo de perdón—aun fuese en voz baja—por las muchas culpas que necesitan urgentemente su expiación.
Sin embargo, es evidente que Danilo está convencido de que todas sus actuaciones en el Gobierno estuvieron ajustadas a la decencia más absoluta, cuando la realidad apunta precisamente en otra dirección.
Para él, los expedientes que involucran a familiares y entorno político más estrecho, son simples majaderías urdidas para molestarle, o una manifestación de la llamada judicialización de la política o politización de la justicia, mediante la cual han sido quitados del camino potenciales competidores de la corriente predominante.
Con ese convencimiento resulta improbable que el expresidente se humanice y entienda que admitir los errores hace grandes a las personas, y que, por el contrario, encerrarse en una convicción pueril las reduce.
Hay más de una evidencia que Danilo fue advertido por cercanos acerca del comportamiento depredador de algunos de sus íntimos, pero obvió tomar las medidas aconsejables, para dejar campo abierto a la continuación de los desmanes, muchos de los cuales se han reflejado en los casos que actualmente se ventilan en justicia, y que él los atribuye a “persecución política”.
En el campo de la lucha propiamente política, Medina trata de convencernos de que su laborantismo encaminado a propiciar el escenario para una segunda reelección en 2020 es un espejismo o un invento de sus adversarios.
Eso de que no tenía votos para modificar la Constitución es un ardid y una expresión fehaciente de su condición de simulador, pues todos vivimos aquel trance que mantuvo en vilo a la nación hasta que la administración Trump—en una intromisión inaceptable, eso sí—le apeó del carro reeleccionista que pudo haberse descarrilado hacia una situación de manejo muy complejo.
Danilo podrá decir lo que quiera, pero la historia no se puede borrar.