La República Dominicana es exportadora de población, para decirlo burdamente. No hay datos precisos de cuántas personas han salido del país en los últimos 60 años. Lo que sí hay son estimaciones de la población dominicana en los países de destino. Sumando por aquí y por allá, hay unos dos millones de migrantes dominicanos y descendientes esparcidos en distintos países del mundo, concentrados, sobre todo, en los Estados Unidos.
Esos migrantes llevan una inmensa carga: generar ingresos para mantenerse ellos y a sus familiares de aquí y de allá. A los inmigrantes que llevan ese peso les resulta más difícil progresar en el país de destino porque tienen que desviar parte de sus ingresos para apoyos familiares más extensos, y muchos no tienen altos ingresos para desprenderse de recursos sin consecuencias.
Los familiares a veces agradecen, pero también sucede que las exigencias hacen cualquier ayuda insuficiente por las expectativas de apoyo que generan. Por eso hay que insistir en el agradecimiento; que no es trivial ni inconsecuente. Sin ese apoyo, muchas familias dominicanas no podrían asegurar un estatus por encima de la línea de pobreza, o la misma clase media sería aún más vulnerable.
El Banco Central de la República Dominicana ha informado que las remesas de los dominicanos han aumentado considerablemente en estos últimos meses. En marzo y abril de 2020 bajaron significativamente con respecto a 2019 por la pandemia (-21.8% y -32.5%), pero luego han aumentado de manera consistente con relación a 2019: 17.9% en mayo, 25.7% en junio, 29.3% en julio, 22.5% en agosto, 37.1% en septiembre, 36.1% en octubre y 27% en noviembre.
Para evaluar la significación de estos porcentajes hay que tomar en cuenta que los países donde viven los inmigrantes dominicanos han sufrido fuertemente los efectos de la pandemia. He ahí Estados Unidos y España, dos destinos clave de los dominicanos.
O sea que, a pesar de las limitaciones y las incertidumbres económicas, esos dominicanos en el exterior han compartido sus recursos con sus familiares y amistadas en la República Dominicana. Eso, sin duda, les hace merecer un agradecimiento especial. Las divisas que envían son vitales para muchos hogares y para todo el país, sobre todo, en momentos en que el turismo se ha desplomado.
De hecho, el mismo sector turístico se beneficia de esos dominicanos en el exterior que con mayor facilidad y confianza viajan a la República Dominicana en medio de la pandemia y aprovechan los precios de promoción de los hoteles en esta recesión del sector.
Para apaciguar la nostalgia, los dominicanos viajan con frecuencia al país a visitar familiares y vacacionar, sobre todo, en esta época navideña. Los que emigraron adultos sueñan con volver definitivamente a vivir, aunque la inmensa mayoría nunca lo hace. Sus descendientes, en prácticamente la totalidad, no regresan a vivir en la República Dominicana, pero heredan algunos de los sueños de sus progenitores, y a veces, hasta las nostalgias que observaron mientras crecían.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY