Opinión
Formación de los policías
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Por Nelson Encarnación
Es una de las 25 instituciones que dependen de CUNY (City University of New York), un entramado de educación superior diseminado por toda la geografía neoyorquina. Junto con la Academia de Policía de Nueva York, la que, en su Centro de Capacitación de College Point, proporciona la última tecnología y conocimiento táctico, John Jay provee a los aspirantes de las herramientas fundamentales en el conocimiento de las leyes, de forma que un ignorante no salga a patrullar las calles y a violentar los derechos de las personas.
Quien crea tener vocación para policía tiene que someterse al pensum formativo de dichos centros antes de ser investido con el poder que proporcionan el informe y el arma de reglamento; en pocas palabras, la autoridad que se les confiere.
En el portal de John Jay College se puede leer: “Nació a mediados de la década de 1950. El catalizador para la escuela provino de las crecientes preocupaciones de los líderes cívicos y del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York sobre la complejidad creciente del trabajo policial en la administración y operación del departamento y las relaciones continuas entre la policía y la comunidad”.
Es una referencia fundamental para entender la trascendencia de las recientes disposiciones del presidente Luis Abinader respecto de la transformación de la estructura formativa en la Policía Nacional, las cuales van en consonancia con la necesidad de que ese cuerpo deje de actuar como una reminiscencia del trujillismo, o una expresión vívida del canibalismo contra los ciudadanos.
Reformar la Policía Nacional no implica simplemente cambiar lo visible, dotarla de más recursos logísticos o endurecer sus métodos de control interno con la finalidad de botar cientos o miles de sus manzanas podridas.
Eso también ayuda. Pero lo que impacta y trasciende es la formación de origen de los futuros agentes policiales, lo cual solo es posible transformando la estructura educativa como se pretende.
Y es que un policía bien formado y que además ame su oficio, es menos proclive a trasgredir las leyes y a violentar los derechos de los ciudadanos a quienes sirve.
Esta última medida anunciada por el jefe del Estado va en la dirección correcta y nos aleja del complaciente “debemos arar con los bueyes que tenemos”.