Por Narciso Isa Conde
En la incierta, degradada y traumatizada competencia electoral hacia las re-programadas elecciones municipales del 15 de marzo y los comicios presidenciales y congresuales fijados para el 17 de mayo próximos, están enfrentados dos bloques, uno oficialista y otro opositor (dividido este último en dos facciones en cuanto a candidatura presidencial); ambos bloques tutelados por fuerzas derechistas y ultraderechistas y ambos plagados de los componentes corruptos y neoliberales que han ejercido poder estatal en las últimas décadas.
Las izquierdas que no han sido cooptadas por esos bloques, no participamos en estos comicios viciados y excluyentes, a realizarse en el contexto de un sistema institucional con características de dictadura constitucional corrupta y corruptora, montada sobre un capitalismo gansterizado en medio de una alta mercantilización de la política.
Ese modelo de gobernanza y dominación, instalado inmediatamente despues de la invasión estadounidense de 1965, ha entrado a una fase de crisis terminal que anuncia el fin de un ciclo de más de medio siglo de recolonización del país y perversión de las conquistas democráticas y del sufragio como derecho ciudadano.
Hace unos días esa crisis desembocó en la anulación de las votaciones a consecuencia de un golpe electoral electrónico fraguado bajo el imperio de un gobierno repudiado y un tribunal electoral desacreditado e intragable.
El hecho ha desatado una hermosa indignación de la juventud y del pueblo dominicano, incluida su diáspora, que clama por el fin de la impunidad del gobierno y de ese órgano electoral, guardando distancia frente a la oposición corrompida y aferrada a la institucionalidad decadente.
Gobierno y oposición, y ambos bloques electorales y sus facciones, han coincidido –aun en medio de su aguda competencia- en defender la institucionalidad decadente y el órgano electoral repudiado por la sociedad.
Pero lo peor no es eso, sino el recurso al cual han apelado para llevar a cabo sus propósitos como componentes de la clase gobernante-dominante, como facciones de la partidocracia asociadas a lo peor del empresariado, parcialmente convertida en componente de la clase capitalista forjada al calor de la corrupción, incluida la narco-corrupción.
La llamada oposición fue la primera en demandar que la USAID, (agencia de cooperación manejada por la CÍA y el Departamento de Estado), la OEA (bajo el mando de Pompeo y el nefasto Almagro) y el INFES (fundación estadounidenses para la cooperación internacional en materia electoral), tutelen la Junta Central Electoral de nuestro país.
Mientras que el Presidente Medina, que ya fue vetado por Pompeo en sus impopulares afanes reeleccionista, luego de la reciente amonestación privada del sub-secretario estadounidense para narco-asuntos, gestionó oficialmente la intervención de esas agencias y entidades estadounidense.
Estamos, pues de cara a unas elecciones colonizadas, intervenidas, posiblemente regidas –si llegan a realizarse- por un pacto entre la derechas lacayas, impuesto por EEUU en la era Trump.
Y digo “si llegan a realizarse”, porque la descomposición es tan grande y las derechas se han tornado tan brutas en su decadencia y tan fraccionadas en sus peleas internas (en busca de impunidad y oportunidades para seguir robando), que los diálogos propuestos podrían ser desbordados y darse acontecimiento turbulentos fuera de control (y/o provocados por EU), que caoticen el cuadro político y faciliten una intervención estadounidense aun más drástica.
No debe perderse de vista que la vertiente económica de la crisis está en vía de precipitarse y que las garras interventoras incluyen las del Comando Sur del Pentágono que nos visita con frecuencia como país y como isla, contando con la pleitesía de las derechas dominicanas y haitianas a nivel civil y militar.
El Caribe no ha dejado de ser frontera imperial.
El problema para los invasores es que su rancho está ardiendo en el Continente y en la Isla, sumándose ahora una rebeldía juvenil en su parte Oriental sumamente volátil e insumisa, sobre todo si osan atropellarla.