El electorado dominicano conoce los beneficios de no prolongar más las campañas electorales y ha demostrado en los últimos 20 años que prefiere una decisión en primera vuelta.
Si usted tiene respuesta firme a esta pregunta, quizás no deba seguir leyendo este artículo. Si busca una respuesta definitiva, tampoco. Mi objetivo aquí es señalar varios factores que inciden en que se produzca o no una segunda vuelta, y cómo han operado en la República Dominicana.
Aclaro de entrada: la segunda vuelta es un mecanismo que se utiliza en el sistema presidencial para evitar un ganador con baja votación, como ocurrió en la República Dominicana en 1990 cuando Joaquín Balaguer ganó con solo 35% de los votos y en el 1994 con 42%
Los factores son:
Primero, la cantidad de votos requerida para establecer ganador. A mayor cantidad, mayor probabilidad de segunda vuelta.
La República Dominicana tiene un requisito alto, establecido en la reforma constitucional de 1994: 50%+1. Eso significa que la segunda vuelta debería ser común; sin embargo, no lo ha sido, solo hubo en 1996.
En el 2000, el PRD quedó unas décimas por debajo de 50% y la oposición, dividida entre Balaguer y el PLD (cada uno con 25%), no requirió segunda vuelta. Del año 2004 al 2020, siempre un partido en coalición obtuvo más del 50%+1: el PLD en el 2004, 2008, 2012 y 2016, y el PRM en el 2020.
Segundo, la dispersión del voto. A mayor dispersión, mayor probabilidad de segunda vuelta porque ningún partido logra aglutinar los votos necesarios para cumplir con la cantidad requerida. La dispersión del voto se relaciona, en parte, con la fragmentación del sistema de partidos.
En la República Dominicana, aunque hay muchos partidos reconocidos por la JCE (34 a la fecha), la mayoría se agrupa en grandes coaliciones en vez de participar en elecciones de manera independiente. Por eso el sistema político ha operado como un bipartidismo.
Tercero, la lealtad partidaria. A mayor lealtad, mayor probabilidad de segunda vuelta en contextos de fragmentación partidaria porque los seguidores de un partido se mantienen firmes votando por ellos, aunque obtengan pocos votos.
En la República Dominicana, el tripartidismo efímero de la década de 1990 se debió, en parte, a esa lealtad. Balaguer tenía un electorado fiel, el PRD también y el PLD emergía entre el declive de Balaguer y los problemas del PRD. Por eso hubo segunda vuelta en el 1996 y casi la hubo en el 2000. Pero una vez Balaguer murió, el sistema se rearticuló en torno a dos fuerzas políticas (PLD y PRD), y, con la división del PRD, el PRM lo reemplazó en captación de votos.
La división del PLD en octubre de 2019 generó en las elecciones de 2020 tres coaliciones a nivel presidencial en torno a el PLD, PRM y la nueva Fuerza del Pueblo (FP). Pero no hubo segunda vuelta. El PRM capitalizó el voto opositor y los votos peledeístas se dividieron entre el PLD y la FP.
Cuarto, el ahorro y la costumbre. El electorado dominicano conoce los beneficios de no prolongar más las campañas electorales y ha demostrado en los últimos 20 años que prefiere una decisión en primera vuelta. ¿Qué le haría cambiar en el 2024?