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Editorial

¿Hacia dónde se dirige la República Dominicana?

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Un país donde cada discurso que se escucha habla de un crecimiento y un desarrollo que sólo existe en la boca de los que tienen el privilegio de controlar el Estado.

Todo ello mientras se hace fiesta con el patrimonio público y donde el tigueraje es la característica principal del partidarismo político nacional.

Son verdaderos delincuentes que no sólo se llevan entre sus garras los dineros de la salud, la educación y de otros renglones importantes para un buen funcionamiento  de la distorsionada democracia nacional.

El asunto es tan grave que los aspirantes presidenciales de los principales partidos nacionales son responsables y cuando menos corresponsables de los grandes robos que se han cometido en contra de las arcas nacionales.

A partir de esa realidad no hay que ser un adivino para pronosticar lo que puede ocurrir en los próximos años con el país, ya que probablemente tengamos otro Haití, donde el Estado esté totalmente colapsado.

Los aspirantes presidenciales son personas seriamente comprometidos con lo mal hecho y en consecuencia se entiende su actitud de violentar la ley del régimen electoral con campañas electorales extemporáneas.

No importa cuál sea la norma jurídica que se viole, la verdad es que el que lo hace es un delincuente literalmente hablando.

De manera, que desde el presidente Luis Abinader y continuando con Leonel Fernández y Abel Martínez, los tres comprometidos con los peores intereses de la nación, pero debe decirse que los dos últimos tienen una deuda muy grande con el pueblo dominicano por haberse apropiado de grandes recursos del patrimonio nacional.

La pregunta que hay que hacerse es quién les pondrá freno a estos rufianes que no creen en otra cosa que utilizar el Estado para sus intereses personales.

La respuesta no puede ser otra que aquella que provenga  del mismo pueblo dominicano, el que  los ha empoderado a ellos para que se lleven de paro no sólo el dinero público, sino también para que socaven el sistema jurídico nacional.

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Editorial

Las cosas en el país no caminan en la dirección correcta.

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Este periódico es del criterio de que muy difícilmente la República Dominicana tome el sendero de corregir las distorsiones de que adolece su democracia.

Este cambio sólo podría llegar en la medida en que el empoderamiento ciudadano contrarreste la visión de hacer política en el país, porque crea el riesgo de que la nación se convierta en otro Haití, no porque haya muchos haitianos, sino porque nuestras debilidades institucionales nos lleven a tener lo que ocurre en la hermana nación donde hay un estado de derecho, pero no de hecho.

Nadie debe poner en duda de que la República Dominicana cuenta con un Estado que existe de hecho y de derecho, lo cual la ubica transitoriamente en una categoría diferente a Haití, pero su nivel de contaminación con los intereses del bajo mundo, la corrupción administrativa y otros males, advierten que su colapso sólo depende del transcurrir del tiempo con la persistencia en los mismos errores o visiones equivocadas de los partidos políticos y en última instancia del ciudadano.

El asunto reviste tal gravedad que el problema sistémico del país se sustenta en la venta de una percepción que no se corresponde en nada con la realidad, entre cuyos actores que contribuyen con esta distorsión están las altas cortes, entre ellas el Tribunal Superior Electoral y el Tribunal Constitucional, cuyos jueces no hay forma de que tomen en serio el necesario castigo que deben imponer a los partidos políticos que son los responsables de todos los males nacionales.

Es realmente decepcionante que el Tribunal Constitucional no tenga forma de emitir una sentencia condenatoria en contra de la llamada partidocracia y para cuyo propósito se apoya en la mora judicial y cuando no en una interpretación muy pobre de los delitos que cometen este tipo de organizaciones.

Por esta razón cada día son muchos más los que quieren sumarse a la actividad política no para sanear la vida nacional, sino para buscar acumular fortunas sobre la base del fraude y de apropiarse de recursos que no son propios, que salen del esfuerzo del pueblo dominicano.

En décadas mientras la democracia se hace más vulnerable por la conducta de sus actores, los mecanismos de supuesto combate del mal se vuelven impracticables y aumentan  las posibilidades de que este modelo político fracase.

El país es un escenario de negación de un verdadero reforzamiento de los valores cívicos y democráticos y está muy latente la amenaza de que todo el andamiaje estatal colapse y que su recuperación se vuelva realmente imposible, cuyo mejor espejo es lo que ocurre en Haití.

Lo más preocupante del fenómeno dominicano es que aun aquellos partidos que mantenían una actitud crítica con la partidocracia, ahora se han sumado a la fiesta de la corrupción administrativa, porque se han dado cuenta que es más rentable que sostener principios éticos y morales.

Ese retroceso en que han caído partidos como Alianza País de Guillermo moreno y Opción democrática de Minú Tavárez Mirabal  indica que  son propuestas irrecuperables porque han perdido la moral para hablar de cambios en el país, dado que  ahora andan de la mano de los que son responsables del gran desastre nacional.

 

 

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Editorial

Un afán desmedido de extrapolar proyectos políticos extraños a la sociedad dominicana.

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No han sido pocas las veces que algunos dominicanos han querido extrapolar proyectos políticos que no se corresponden con la sociedad dominicana.

Ocurrió cuando vino la ola de gobiernos de izquierdas, lo cual género que no fueron pocos los que soñaban con transportar esas experiencias hacia la República Dominicana.

Pero hace ya algunas décadas que igual ocurrió con la revolución cubana, cuya izquierda nacional pretendía que en el país se instaurara un gobierno marxista leninista con el mismo corte del cubano.

Naturalmente, los que así pensaban desconocían que Cuba tuvo un desarrollo desigual con la República Dominicana, ya que allí cuando en el país había en una época tal vez doscientos esclavos en esa nación ya eran miles, lo cual es entendible desde el punto de vista de que ese país era un gran exportador de azúcar mientras aquí sólo se producía para el consumo local y además que España  prohibía su comercialización en mercados del exterior.

Igual ocurre cuando Hugo Chávez llega a la presidencia en Venezuela y no fueron pocos los que pretendían que aquí ocurriera algo similar, sin tomar en cuenta que hay diferencia sociales, económicas y políticas que distancian a la nación sudamericana y a la República Dominicana.

Podría este periódico citar una serie de acontecimiento en la historia dominicana que ha llevado a lo que se puede calificar como un suicidio de muchos dominicanos que creyeron que Cuba y Venezuela tienen las mismas características que Dominicana.

Sin embargo, debe decirse que toda esta argumentación está sustentada en que estos tres países no han tenido un desarrollo igual en su fuerza productiva y en consecuencia en la conciencia social, lo cual explica que se trate de escenarios totalmente diferentes.

Por esta razón, querer imitar lo que pasa en El Salvador es un gran disparate por parte de quienes promueven esas ideas, tanto es así que se siente vergüenza ajena cuando estos pretendidos mesías promueven este tipo de contrasentido.

En la República Dominicana se impone que ante el colapso de la partidocracia, lo cual no puede ser negado por nadie, se conciban proyectos políticos propios, que no estén fundamentados sólo en el diagnostico sin la receta.

Con este trabajo periodístico no se le quita mérito a lo que hace Roque Espaillat de denunciar las inconductas de los actores de la vida política nacional, pero no se puede atacar con las mismas mentiras las distorsiones y falsedades de la partidocracia nacional

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Editorial

Una Buena Lección a la Politiquería.

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Ha ocurrido lo que nadie esperaba, ya que la gente ha hablado con su decisión de no votar masivamente en las elecciones municipales de este domingo 18 de febrero de 2024.

La abstención en los comicios llega en plazas importantes hasta a un 70 por ciento, lo cual plantea un serio cuestionamiento a la democracia nacional.

Pero es que todos los partidos se han juntado para desarrollar un plan de destrucción nacional más acelerado, más descarado y de vulgar irrespeto de la ética y la moral del pueblo dominicano.

El propio partido oficial, el Revolucionario Moderno, recogió a todas las crápulas que se mueven en el escenario político nacional con una desvergüenza que manda madre.

La gente decente ha quedado estupefacta con la forma en que se quiere hacer política en el país con la creación de una serie de partidos que sólo representan pequeños negocios, son realmente sociedades comerciales para negociar con el mejor postor.

Es tan preocupante el problema que a figuras como Leonel Fernández no le importa presentar como candidatos a  delincuentes o violadores como Julio Romero o personaje tan siniestro como Félix Bautista.

Todo indica que ha llegado el momento que nadie esperaba y es la reacción de una población que ya no aguanta más atropellos y burla de la clase política nacional.

Este periódico en algún momento advirtió de que al país podían llegar autoridades ilegitimas por el curso que ha tomado la actividad político partidista.

Y así ha ocurrido este domingo, porque, por ejemplo, alcaldes como el elegido en Santiago carece totalmente de legitimidad, aunque su elección haya sido legal.

La suerte está echada y ahora se impone el surgimiento de propuestas que acaben de arruinar a estos partidos políticos que no son más que un engaño, una gran estafa en contra del pueblo dominicano.

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