De portada
Haití no deja de ser un dolor de cabeza para el país y la comunidad internacional y luce abandonado a su suerte.
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Por Elba García
Nadie podría negar que la peor carga, como es natural, de la crisis haitiana recae sobre la República Dominicana por ser su hermano gemelo, pero no es tanto más lo que puede hacer el país frente a una crisis que ya ha tomado perfiles que dejan la idea de que se han agotado prácticamente todas las opciones al respecto.
La crisis haitiana siempre tiene algo nuevo en el contexto de su realidad de desborde de los grupos armados al servicio de delincuentes que no pueden ser controlados por las supuestas autoridades que representan la legitimidad de un Estado que solo existe de derecho, pero no de hecho.
Sin embargo, esa preocupación no se ha constituido en una razón suficiente para que hayan acciones dirigidas a una solución idónea a un problema que no representa, de ninguna manera, lo que en estos tiempos se conoce como una nación civilizada e insertada en la sociedad del conocimiento.
En una publicación del diario haitiano Le Nouvelliste, Claude ha mostrado su decepción y su amargura ante la mala gobernanza y la laxitud mostrada por el equipo de gobierno encabezado por el primer ministro Ariel Henry.
Claude critica el silencio y la inacción de los gobernantes ante los macabros actos de secuestros y violencia, los crímenes deleznable cometidos durante durante todo el día por bandas armadas en casi todo el territorio nacional, principalmente en la región metropolitana de Puerto Príncipe.
Sin embargo, la verdad es que el drama del pueblo haitiana no hay forma de darle solución a los problemas denunciados, porque Haití carece de los niveles de institucionalidad que le permita superar estas debilidades.
Por muchas criticas que se viertan sobre el caos que vive la hermana nación, las mismas indican que hay mucho de demagogia en las declaraciones de Claude, por lo que se quedan en el marco de la politiquería.
Lo cierto es que lo dicho por este ex-primer ministro no contribuyen en nada para encaminar a Haití por el sendero de una sociedad mínimamente civilizada, porque es entendible que primero deben crearse los mecanismos institucionales para que el Estado haitiano pase de uno que existe en el marco meramente teórico a otro tambi§n de hecho.
Todo como resultado de que es un Estado, el dominicano, que no tiene la fuerza para enfrentar esos flagelos que hoy nadie puede negar que amenazan la propia existencia de la nación, lo cual no parece estar muy distante de la realidad de haitiana..