Opinión
Haití y RD: ¿Cuándo empiezan a distanciarse en el desarrollo?
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11 años agoon
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Miguel CearaPor: Miguel Ceara-Hatton
El descalabro secular de la economía haitiana se remonta al período colonial francés que instituyó el “modelo de plantación” generador de un sistema de explotación esclavista intrínsecamente violento y cruel, depredador, de propietarios ausentes, y que al mismo tiempo fortaleció el conuquismo.
La guerra de independencia supuso la desaparición de la plantación y por lo tanto la capacidad de la economía para la acumulación de capitales, lo cual fue sustituido por una economía campesina de auto-consumo, sin tecnologías y sin capacidad de acumulación que aún permanece y que en largo plazo contribuyó con la depredación del medio ambiente.
Haití vivió gran parte del Siglo XIX como un país amenazado y aislado, no sólo por la metrópolis que reclamaba derechos sino por la actitud del “mundo civilizado” y esclavista de la época que no quería permitir que un país de ex-esclavos pudiera ser exitoso. Ese aislamiento llevó a impedir hasta 1918 que los “blancos” fueran propietarios y a que en 1825, Boyer negociara pagar a los franceses el equivalente de 21 mil millones de dólares de hoy, para romper el aislamiento, monto que después se redujo a una tercera parte y se saldó en 1883, pero que contribuyó con la descapitalización del país y no logró romper el aislamiento.
No obstante la superioridad de Haití frente a RD era evidente. En 1870 tenía 4.7 veces más población que RD y en el tratado comercial firmado entre ambos países en 1874 se reconocía la ventaja comercial de Haití, comprometiéndose al pago de “150 mil pesos” de la época, por 8 años, para mantener “la más estricta equidad”. Sabemos que Luperón en 1879 hizo valer esos derechos y que Lilís en 1898 vendió secretamente por 400 mil pesos los territorios que estaban en disputas desde la independencia (Hincha, San Miguel de la Atalaya, San Rafael y Las Caobas).
Por lo tanto, la superioridad de RD debió manifestarse con posterioridad a esas fechas. Es muy probable que ocurriera en la segunda década del SXIX, cuando había madurado el aparato productivo capitalista dominicano desarrollado a partir de 1870. En efecto, en 1916 RD tenía un intercambio comercial con el resto del mundo que era 1.5 veces superior al que tenía Haití y aun cuando la crisis de 1930 afectó más a RD que Haití y estrechó las diferencias, ya en 1935 se volvían a ampliar las distancias.
Estas diferencias se consolidan con intervención americana. Mientras que en RD contribuyó a impulsar la economía en Haití “cambió muy poco la situación previa” según un estudio del Banco Mundial de 1954. Hoy las distancias son abismales, algunos cálculos indican que la distancia de desarrollo de Haití con RD es mayor que la de RD con EEUU. Tremendo desafío.
Opinión
Cuando el conocimiento y el intelecto se diluyen en el estiércol.
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4 días agoon
septiembre 27, 2023Por Edgard Paniagua Miguel
Por Isaías Ramos
Nuestro pueblo dominicano se encuentra navegando por un mar de confusiones, atrapado entre el anhelo de “progreso económico” y el imperativo de la integridad moral y social. Mientras la élite política pinta un cuadro de un futuro próspero, nuestros corazones nos dicen que estamos perdiendo nuestros valores y principios fundamentales, aquellos que dan vida a una sociedad justa y equitativa.
El sueño del progreso económico se ha desvanecido en un desierto moral. Soñábamos con una patria donde la justicia y la tranquilidad fueran el pan de cada día, pero hoy nos vemos sumergidos en un ambiente cada vez más violento, hostil y desigual entre los que “tienen” y los que “no tienen”. La insaciable codicia de esta élite ha agrandado la brecha entre ricos y pobres, dando vida a una clase baja que subsiste en la miseria, despojada de servicios esenciales y de su propia dignidad, mientras una pequeña élite se baña en opulencia.
Esta dolorosa realidad es el fruto de gobernantes que, carentes de conciencia social, han elegido favorecer el capital y oprimir al pueblo. Con una crueldad perversa, han hipotecado el futuro de nuestros hijos y nietos para incrementar sus fortunas y las de sus allegados, sacrificando la salud, la educación, las pensiones de nuestros trabajadores y nuestro medio ambiente en el altar del “crecimiento económico”. Han disfrazado la explotación y opresión de la mano de obra con sueldos de miseria como “competitividad”, convirtiéndola en un reclamo para “inversiones”, una forma moderna de vender esclavitud.
El neoliberalismo salvaje ha intensificado estas atrocidades, promoviendo una visión del mundo donde el crecimiento se sustenta en la pérdida de la dignidad humana, dando vida a una sociedad donde el dinero es un “Dios” amoral, donde la riqueza se acumula en pocas manos, ignorando las necesidades de la mayoría. Han transformado nuestras naciones en desiertos sociales, donde el éxito se esconde tras altas vallas y guardianes armados.
La realidad de países vecinos, nos muestra el devastador final de modelos económicos que, prometiendo prosperidad, solo traen destrucción y abandono. Si seguimos este camino, nuestro destino no será diferente.
En el Frente Cívico y Social creemos que, en este panorama desolador, es la ciudadanía quien tiene el poder y la responsabilidad de forjar un nuevo destino. Es crucial exigir integridad y transparencia, revaluar el camino que estamos construyendo y rectificar nuestro rumbo. Reconstruir una sociedad más justa, equitativa y moral es una misión compartida, y el momento de actuar es ahora.
El verdadero progreso no se mide por indicadores económicos, sino por la calidad de vida de nuestras gentes, el bienestar colectivo y la preservación de nuestros valores y principios. Buscar el crecimiento económico no debe ser un fin en sí mismo, sino el medio para edificar una sociedad más justa y equitativa.
En el FCS, sabemos que acostumbrarnos a vivir entre el desierto moral y el progreso vacío podría empujarnos a un abismo sin retorno. Es hora de construir el camino hacia un futuro en el que el éxito se mida no por la riqueza de unos pocos, sino por el bienestar de todos, por la preservación de nuestra humanidad y nuestros recursos naturales, y por el legado que dejemos a las futuras generaciones. Es hora de reflexionar y actuar para construir el futuro que soñamos, un futuro donde el progreso y los valores morales y sociales florezcan en armonía.
¡Despierta, RD!
Opinión
El Estatuto de Roma y la Cooperación de los Estados
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4 días agoon
septiembre 27, 2023Por Rommel Santos Díaz
El artículo 86, de la parte 9 del Estatuto de Roma estipula que todos los Estados deberán cooperar plenamente con la Corte Penal Internacional en relación con la investigación y el enjuiciamiento de crímenes de su competencia.
La palabra ¨cooperar plenamente¨ fueron escogidas cuidadosamente por los redactores del Estatuto de Roma, para enfatizar el papel importante que tienen los Estados en el funcionamiento efectivo y eficiente de la Corte.
El artículo 86 del Estatuto de Roma también prevé que los Estados Partes deberán cooperar plenamente ¨de conformidad con lo dispuesto en el Estatuto. Por consiguiente, toda previsión del Estatuto que requiera la participación de un Estado deberá interpretarse como cooperación plena, salvo que se especifique lo contrario.
El mismo artículo 86 estipula que los Estados Partes deberán ¨asegurar que en el derecho interno existan procedimientos aplicables a todas las formas de cooperación especificadas en esta parte del Estatuto de Roma.
En otros términos, se prevé que los Estados utilicen sus leyes nacionales para establecer todos los procedimientos necesarios que les posibiliten asistir a la Corte Penal Internacional. Todos estos procedimientos deberán permitir a los órganos estatales responder tan rápido como sea posible a los requerimientos de la Corte.
Los Estados deben de considerar que si no cumplen con un requerimiento de la cooperación de la Corte Penal Internacional, en contravención a los dispuesto en el Estatuto, impidiéndole ejercer sus funciones y atribuciones de conformidad con el Estatuto, la Corte podrá hacer una constatación en ese sentido y remitir la cuestión a la Asamblea de los Estados Partes o, al Consejo de Seguridad, si este le hubiese remitido el asunto.
El Estatuto de Roma no prevé específicamente ninguna sanción. Sin embargo, un Estado Parte que se niegue a dar curso a una solicitud de cooperación formulada por la Corte, estará incumpliendo con sus obligaciones al tratado en la mayoría de los casos, y podría haber consecuencias políticas perjudiciales contra ese Estado.
Todo lo planteado anteriormente tiene un impacto directo en cuanto a la competencia de la Corte Penal Internacional, en tanto el artículo 12 del Estatuto de Roma establece que un Estado, al aceptar ser parte del Estatuto, se adhiere por ende a la jurisdicción de la Corte respecto a los crímenes estipulados en el articulo 5 (genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión). Esto significa que una vez que un Estado se convierte en Estado Parte, éste acepta automáticamente la competencia de la Corte, a partir del día en que entre en vigor el Estatuto.
Cabe destacar que los Estados que no sean parte del Estatuto de Roma también podrán aceptar la competencia de la Corte respecto a un crimen en particular, por medio de una declaración de conformidad con el artículo 12.
Finalmente, los Estados que no sean parte deberán cooperar plenamente una vez que acuerden asistir a la Corte Penal Internacional en una investigación en particular. Si incumplen el acuerdo especial realizado con la Corte, esta podrá informar a la Asamblea de los Estados Partes o al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, según sea el caso.