Por Rosario Espinal
El PLD ha logrado convencer un amplio segmento del electorado que el país va bien, “e’pa’lante que vamos”. El progreso se observa en túneles, elevados y el Metro. La ciudad de Santo Domingo tiene rascacielitos y proliferan las yipetas y carros de lujo en medio de accidentes, heridos y muertos. Ah, y comparado con Haití, la prosperidad dominicana es inconmensurable.
Es 2014, y desde agosto de 2004, el PLD gobierna a sus anchas, prácticamente sin oposición política. Los sectores de poder tradicional se enfilaron con el gobierno a cambio de seguir recibiendo beneficios. El aire de renovación que trajeron los jóvenes líderes peledeístasen 1996 se lo tragó el conservadurismo.
El PLD controla el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Cambió la Constitución y nombró todos los jueces de las altas cortes. El desdén por la sociedad civil es tema recurrente de sus voceros mediáticos, y no hay real combate a la corrupción, aunque ahora existan las veedurías para cubrir apariencias.
El reciente informe del Banco Mundial, titulado, “Cuando la prosperidad no es compartida” evidencia que el PLD ha gobernado en medio de pobreza y desigualdad, adornada con crecimiento económico.
Según el Banco Mundial, y cito:
“A pesar del fuerte crecimiento económico de la última década, aún subsisten grandes inequidades en la sociedad dominicana, inequidades que han disminuido a un ritmo menor del esperado. El PIB per cápita creció en casi un 50 por ciento del 2000 al 2011, sin embargo, muchos de los 10 millones de habitantes del país no pudieron beneficiarse de este crecimiento. La pobreza moderada se redujo a sólo la mitad del aumento dramático que hubo después del único proceso de retroceso del crecimiento de la década, la crisis económica del 2003-2004. La pobreza crónica – en la que la gente sufre largos y persistentes episodios de privación – sigue siendo alta. Aún más preocupante es el hecho que casi una tercera parte de la población es pobre a pesar de tener las habilidades y los activos para generar un ingreso mayor”.
Agrega el informe:
“La República Dominicana también tiene una baja movilidad económica, con menos del 2 por ciento de la población escalando a un grupo de mayores ingresos durante la década, comparado con un promedio del 41 por ciento en la región de América Latina y el Caribe en conjunto”.
En este contexto, la pregunta crucial es: ¿cómo ha podido el PLD mantenerse en el poder a pesar de la pobreza endémica?
La respuesta tiene tres componentes principales:
Primero, el fuerte endeudamiento externo ha posibilitado el crecimiento de la economía aunque sea sin redistribución de riqueza. Segundo, la ampliación del sistema clientelar a través de programas de compensación de bajos montos ata un segmento importante de la población al partido gobernante. Tercero, la unidad de la dirigencia peledeístacontrasta con la fragmentación de la oposición política.
Para sostener este modelo económico, el PLD ha recurrido a múltiples aumentos de impuestos que se cargan fundamentalmente a la pequeña clase media. Por eso la base impositiva con relación al crecimiento del PIB aparece siempre baja, y existe la tentación de seguir aumentándola. Ahora es el peaje, otro impuesto regresivo que afectará fundamentalmente las capas medias.
A fines de 2012, el significativo aumento de impuestos se atribuyó a los excesos de Leonel Fernández, y Danilo Medina salió ileso del conflicto con un alto nivel de popularidad, que ha servido para mantener el hechizo del PLD. Pero como dice la canción: ¿hasta cuándo, hasta cuándo? Respuesta: hasta tanto no haya oposición política creíble que cautive la mayoría del electorado.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY