Autoridades del sector salud y educación, junto a la directora del BID en el país, Flora Montealegre durante la presentación. –
Los niños con deficiencias en nutrición, desarrollo cognitivo, del lenguaje, motor y socioemocional en una edad temprana tienen menos probabilidades de aprender en la escuela. Según la evidencia científica disponible, estos niños tienen más probabilidades de participar en conductas de riesgo que resultan en embarazos precoces, abandono escolar y violencia en la adolescencia, y al mismo tiempo, en menos probabilidades de convertirse en adultos productivos.
Samuel Berlinski.
Así lo desvela el libro “Los primeros años. El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y presentado ayer en el país por Samuel Berlinski, quien junto a Norbert Schady, analizan la experiencia latinoamericana en materia de inversión pública centrada en niños de cero a cinco años.
De acuerdo a la investigación, los niños pobres sufren un retraso importante en relación con sus contrapartes de hogares más favorecidos, especialmente en las dos dimensiones del desarrollo asociadas con el rendimiento escolar temprano que son el lenguaje y la cognición.
Números rojos
Agrega que el escaso progreso educativo es el resultado de las deficiencias que arrastran los infantes al ingresar a la escuela y de la mala calidad de la enseñanza. El estudio, pone bajo la lupa a la República Dominicana, que obtuvo las puntuaciones generales más bajas en una reciente evaluación de matemáticas para alumnos de tercer grado en 14 países de América Latina, con el 75% de sus estudiantes incapaz de resolver problemas sencillos de suma o multiplicación.
Berlinski resalta que a las autoridades educativas suelen preocuparle las malas puntuaciones obtenidas por los alumnos de 15 años en las pruebas internacionales Pisa, “sin embargo, las semillas de las que brotan estos frutos se siembran a edades muy tempranas, y esto se puede constatar en los deficientes resultados de desarrollo y aprendizaje que muestran numerosos niños de la región en etapas precoces”.
Edificios y computadoras sirven poco.
Los autores son tajantes cuando plantean que aumentar el gasto en infraestructura no necesariamente contribuirá a solucionar el problema del desarrollo deficiente de la primera infancia. “Concretamente, lo fundamental es la calidad de los servicios destinados a los más pequeños (programas dirigidos a los padres, jardines de cuidado infantil, escolarización temprana)”.
En ese sentido, pone énfasis en los programas de crianza, los cuales son relativamente más económicos, no requieren infraestructura y descansan en visitadores domiciliarios bien capacitados y rigurosamente supervisados que establecen una relación de confianza con las familias para cambiar patrones de nutrición o estimulación temprana.
“Construir edificios de óptima calidad para jardines de cuidado infantil nada aporta al desarrollo infantil si los niños no participan de forma activa, y si no se les motiva y estimula. Reducir el número de alumnos en las clases o entregar computadoras portátiles a los maestros o a los niños no modificará los resultados del aprendizaje si no cambian las experiencias cotidianas que los pequeños tienen en el aula. Extender el acceso es fácil, pero mejorar la calidad no lo es”, insisten los autores.
La calidad es la clave
Afirma que muchos de los servicios que reciben los infantes en la región son de tan mala calidad que incluso pueden perjudicar en lugar de ayudar a los niños que los utilizan.
Dijo que si se desea elevar la calidad de estos servicios, los responsables de políticas públicas deben adoptar una visión de largo plazo con programas de capacitación práctica y personalizada del personal de las estancias infantiles, con evaluaciones rigurosas, orientaciones y asesoría, así como la recompensa del rendimiento de los docentes.
Sostuvo que “los responsables de las políticas de América Latina y el Caribe tienen que identificar la mejor manera de invertir en lo que seguramente es su recurso más preciado: sus niños”.
Invertir en los primeros años es más rentable
Los autores insisten en que las inversiones en la primera infancia, especialmente en niños de estratos vulnerables, a través de programas de nutrición infantil, estimulación temprana o calidad escolar, aumentan los retornos de todas las inversiones realizadas más tarde en el ciclo de vida.Ponen como ejemplo, un estudio llevado a cabo en la década de los 80 en Jamaica, cuyos niños durante los dos primeros años de vida se beneficiaron de una intervención dirigida a los padres, los que en la edad adulta lograron percibir salarios un 25% más altos que los de sus contrapartes. El economista argentino aboga por que estos programas cuenten con un financiamiento adecuado y sostenible y ajustado en una arquitectura institucional que cuente con un monitoreo y una evaluación rigurosa.
En la senda
El experto dijo que el país va por buen camino con la implementación del programa Quisqueya Empieza Contigo.
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