Opinión
Jueces Sin Legitimidad.
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12 años agoon
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José CabralPor José Cabral
La carencia de autoridad para imponer el orden y la disciplina, ya sea en una familia, un tribunal civil y comercial o en cualquier conglomerado social, constituye un grave peligro para la convivencia pacífica y los afectados por ese fenómeno crean sus propios mecanismos de defensa, como es hacer justicia con sus propias manos.
Y una sociedad que su normativa jurídica no es respetada por sus ciudadanos termina sumida en el caos y en la impunidad, donde los crímenes, los fraudes y todas las acciones ilegales se vuelven normales y se convierten en el pan de cada día.
Pasa exactamente lo que ocurre en la selva, donde el animal más feroz y fuerte termina con el control de un amplio territorio y es el que más tiene garantizada la subsistencia, porque de lo que se trata es de que el más fuerte doblega al más débil.
La vida en la selva no está regida por un estado de derecho, donde prevalece la razón y la verdad, sino por la fortaleza física y por las garras de los animales que allí conviven.
Precisamente eso mismo ocurre donde los estamentos que tienen la responsabilidad de impartir justicia carecen de legitimidad y en consecuencia de la autoridad para imponer sanciones a los que transgreden la ley.
Se vuelve un escenario regido por la violencia, controlado por el más fuerte, por el que más recursos de defensa violenta tenga, entonces ya no se puede hablar de civilización, sino de una sociedad primitiva, de la era de piedra.
Esa forma de vida es la que hoy caracteriza a la República Dominicana, porque la administración de justicia está en poder de la politiquería, de aquellos que se conducen sobre la base del tráfico de influencia y que sólo buscan apropiarse del botín del Estado para acumular fortunas y privilegios, lo que va en detrimento de los más débiles, de los que no tienen voz, de las grandes mayorías nacionales.
La impunidad, expresión natural de una sociedad salvaje, donde no hay ley, se convierte en el elemento más peligroso para la preservación de su integridad física y moral.
Por eso en la República Dominicana hoy la impunidad, que es lo mismo que decir la falta de legitimidad, la denegación de justicia o la debilidad del orden jurídico hasta por la forma como se escogen los jueces de los tribunales de la República, sobre la base de la manipulación y el abuso de poder, se vuelve un territorio invivible, dominado por la violencia, la delincuencia y la sin razón.
Ahí estriba la decisión de la gente de hacer justicia con sus propias manos, del sálvese quien pueda, porque no hay una confiabilidad en la administración e impartición de justicia que sea un verdadero mecanismo de resarcir a las víctimas y a la sociedad.
Esa falta de legitimidad de los estamentos que se suponen deben velar para el respeto a las leyes sustantiva y abjetivas de la Nación, generan un nivel de impunidad terrorífico, porque cualquiera mata sin temor a una sanción severa del sistema judicial.
En la medida que esas autoridades irresponsables reciben el apoyo del ciudadano a través del voto, en esa misma proporción aumenta la debilidad de la normativa legal para imponer sanciones y castigos a los que no logran adaptarse a una sociedad civilizada e institucional.
Lo ocurrido en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) es una expresión contundente de esta afirmación, en virtud de que el Tribunal Superior Electoral ha usado su poder para legalizar la ilegalidad y para favorecer intereses políticos partidistas que no deben jamás ser la forma de proceder de una autoridad, en esta caso ilegitima, embestida de tanto poder para llevar la tranquilidad a todo un conglomerado social.
De igual modo, cuando un juez de un tribunal, no importa que sea civil o penal, da una sentencia equivocada e injusta promueve impunidad y en consecuencia impone el primitivo principio de hacer justicia con sus propias manos, conducta que promueve y justifica los linchamientos con la utilizacion de instrumentos, principalamente artesanales, como bates, colines y cuchillos, propios de una sociedad incivilizada y primitiva.
La impunidad, la violencia, la delincuencia, ya sea ratera o de cuello blanco, sólo podrá ser extirpada de la sociedad dominicana cuando los ciudadanos entiendan que deben tener las autoridades que promuevan el respeto a la ley, la igualdad de oportunidades y el bien común.
Esto será posible cuando tengamos autoridades que anteponga la institucionalidad por encina de los intereses personales, particulares e individuales.
No hay otra salida.
Por Miguel Guerrero
En nuestro país la capacidad de exageración no tiene límites. Como para muestra vale un botón fundamentaré la apreciación en un mito farandulero. Diva, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, se usa como sinónimo de diosa o “divina”, para exaltar el talento especial de una voz femenina.
Por eso, en el ámbito operático se suele llamar así a las grandes cantantes líricas, a aquellas voces en cualquier registro, grave o agudo, especialmente en este último, que muestren incomparable talento para alcanzar los más altos niveles artísticos. A María Callas se le llamaba Diva, como también solía decirse de Renata Tebaldi, Anna Moffo, Rosa Poncelli, Monserrat Caballé y muchas otras que deslumbraron los escenarios con sus timbres de extraordinaria potencia y belleza.
En el ámbito de la televisión y la farándula nacional no se necesita de esas cualidades excepcionales para ser una diva, pero hay en ese mundo del entretenimiento más divas que las que nunca han existido en los escenarios líricos a nivel mundial, incluso con una categoría especial, la de “megadiva”, que ni Onassis se atrevió a otorgar a la Callas, en sus mejores momentos juntos en el Cristina, el yate que la alejó del mundo donde se le amó como tal vez a ninguna otra de su generación.
Las “megadivas” nuestras se cuentan por montones, como los ramilletes de un limoncillo, ya sea que canten, no importa el género, amenicen bailes o cumpleaños, lean noticias por televisión o tengan incomparables figuras de magnitud tal que poco importe como se conduzcan en las tareas que se les asignen. Me pareció siempre que el calificativo no resalta el talento de muchas de ellas, porque de alguna manera se centra la atención sobre el aspecto físico, lo cual a mi juicio es tremendamente injusto, porque muchas de esas “megadivas” superan con su talento y consagración la superficialidad del sobrenombre que no les hace honor alguno.
Opinión
Las remesas: el gran regalo de los inmigrantes dominicanos
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4 días agoon
enero 3, 2025Por Rosario Espinal
Los inmigrantes dominicanos no solo envían remesas regularmente, también llegan con las maletas cargadas, sobre todo en época navideña, y los bolsillos dispuestos a auxiliar a sus familiares y amistades, o a gastar para disfrutar en su terruño.
A fin de año siempre es pertinente abordar el tema de las remesas y los inmigrantes dominicanos porque muchos regresan a pasar la Navidad.
Las cifras oficiales del Banco Central muestran que, en el 2021, la República Dominicana recibió 10,402.5 millones de dólares en remesas familiares, en el 2022 fueron 9,856.5 millones, en el 2023 un total de 10,157.2 y en el 2024 al mes de septiembre la suma iba por 7,998.7 millones. Y que conste, la cantidad real de aportes en dólares y euros de los inmigrantes es mayor que lo computado, porque hay transacciones informales que no captan los radares del Banco Central.
Las remesas familiares representan pues la mayor fuente de divisas para el país, y nadie movió un dedo en el mercado laboral dominicano para generar esos ingresos. Llegaron gracias a la solidaridad familiar de miles de dominicanos que han emigrado al extranjero, sobre todo a los Estados Unidos, de donde proviene el 85% de las remesas.
Unos enfatizan la consecuencia negativa de las remesas familiares, argumentado que la población receptora se acostumbra a no trabajar o hace pocos esfuerzos laborales. Otros señalan el mayor bienestar y la movilidad social de las familias que reciben remesas, así como la disponibilidad de divisas en la economía nacional.
El mayor flujo de remesas a la República Dominicana en los últimos años es producto de un factor coyuntural y otro estructural. El coyuntural fue la pandemia que llevó a Estados Unidos a distribuir subsidios, y una parte de los recursos que recibieron los inmigrantes dominicanos los enviaron a sus familiares. El estructural es el incremento constante de la migración dominicana.
Aunque el Gobierno dominicano no lleva estadísticas precisas sobre la cantidad de dominicanos que emigran, la República Dominicana se encuentra entre los principales países del mundo que reciben visas de inmigrante de Estados Unidos con relación a su población. Eso ilustra la magnitud.
¿Por qué tanta migración dominicana?
Hace 60 años se inició el proceso migratorio de dominicanos hacia los Estados Unidos porque, durante la intervención militar de 1965, el consulado aumentó la cantidad de visas de inmigrante que otorgaba a dominicanos.
Ese mismo año, Estados Unidos cambió su Ley de Migración para favorecer la reunificación familiar. O sea que, cada dominicano o dominicana que emigraba con visa de residencia tenía la opción de pedir sus familiares cercanos. Esto ha generado una espiral migratoria sin precedentes en los últimos 60 años que aún no se detiene.
Los inmigrantes dominicanos no solo envían remesas regularmente, también llegan con las maletas cargadas, sobre todo en época navideña, y los bolsillos dispuestos a auxiliar a sus familiares y amistades, o a gastar para disfrutar en su terruño.
Para la República Dominicana, la migración dominicana ha sido una tabla de salvación económica. Los inmigrantes son el verdadero seguro social de muchas familias, aportan divisas que la economía dominicana necesita, contribuyen al crecimiento económico y de la clase media.
Demos pues la bienvenida navideña a los inmigrantes dominicanos.
Por Elba García Hernández
Independiente del comportamiento histórico del pueblo dominicano frente, sobre todo, del dominio de la nación por extraños, ha sido de mucho arrojo y gallardía. Ahí está la reacción del pueblo dominicano ante la dominación haitiana y el imperio español. Son muchos los ejemplos que se configuran en cada batalla que se produjo para liberarse el país de la intromisión foránea.
Sin embargo, en el curso del tiempo las cosas no parecen ser iguales, porque en segmentos importantes de la sociedad se observa en muchas ocasiones más miedo que vergüenza. No importa que tan amenazada esté la dignidad de la gente. Probablemente el fenómeno tanga su explicación en la aparición en el país de la figura de sicariato. Es decir, que cualquier individuo disponga de la vida ajena por una paga de unos cuantos pesos y que como reacción la gente tenga miedo porque el sicario no tiene rostro y puede aparecer en cualquier momento y lugar.
El asunto reviste una gran importancia sociológica y política porque se observa que muchas personas prefieren tolerar lo peor y echar por la borda su dignidad cuando tienen que poner en una balanza el miedo y la vergüenza. Y no es que se trate de caer en una irracionalidad que lleve a la persona a ser desaprensiva y dar una respuesta violenta a cualquier ataque que se produzca en su contra.
Pero la realidad es que la vida sin dignidad es como convertirse en la peor de las basuras, en no ser nadie y por consiguiente perder hasta el respeto de los demás. Incluso, hay personas que tienen como principio de vida no tener problemas, lo cual es muy sensato, pero cuando el individuo sacrifica su dignidad por esa causa entonces se convierte en un pusilánime que será irrespetado por todo el mundo.
En el campo del derecho, incluso del penal, lo que no se invoca se queda en la impunidad, ya sea por negligencia o miedo, sobre todo en los hechos cuya persecución sea a instancia privada, porque además existe la razón temporal para que los casos mueran y que prevalezca la impunidad, así se trate de un crimen horrendo.
De manera, que el miedo si pesa más que la vergüenza entonces la gente y toda la sociedad se vuelve inservible y no funcional, sobre todo en el campo de los derechos y obligaciones, cuya última figura es una parte muy importante del Derecho Civil.
En la República Dominicana la tendencia a que impere una nueva dictadura, tan férrea y criminal como la trujillista, podría ser el resultado del miedo, más que de la vergüenza, pero hay centenares de situaciones que podrían perdurar en el tiempo como consecuencia del primer elemento de preocupación.
En esa virtud, el 2025 tiene que ser un año de arrojo y de echar a un lado el miedo para que prevalezca la vergüenza y de esa manera enfrentar todos los males sociales que nos aquejan y acechan.
Este nuevo año 2025 debe sobresalir para enfrentar las amenazas en contra de la dignidad de los dominicanos a través de sobreponer la vergüenza por encima del miedo, lo cual será una forma de recobrar o recuperar los derechos perdidos y el respeto frente a los demás.
No se trata de cualquier realidad, porque cuando un pueblo, un ciudadano o cualquier persona pierde la vergüenza y se deja vencer por el miedo, entonces desaparecen los derechos subjetivos y en consecuencia impera la ignominia y la desigualdad.