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Editorial

La Audacia ilegal con el servicio de agua potable de los funcionarios del Gobierno del PRM.

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Este lunes el director de la Corporación de Acueducto y Alcantarillado de Santiago (CORAASAN) anuncia con bombos y platillos que continuará con el corte del servicio del agua potable a la gente pobre que no cuenta con dinero para pagar momentáneamente el suministro del preciado liquido.

Lo peor de lo dicho por el señor Andrés Burgos, director de la institución pública, es que quien dio la orden sobre esa barrabasada fue el presidente Luis Abinader, como si se tratara de un jefe de Estado de otra dimensión, porque la disposición revela un alto nivel de ignorancia y  de irrespeto a la Constitución de la República.

En el país todo el mundo sabe que el Tribunal Constitucional ha emitido una serie de sentencias que sientan jurisprudencias en lo que respecta a que el agua potable es un líquido que representa la salud de la gente y que además es un servicio que está en el contexto de los derechos humanos.

Es importante dejar establecido que la decisión de la alta corte  no es que  exonera  a la gente de pagar el servicio de agua, sino a que los órganos encargados de suministrarla  busquen otra forma de cobrar, pero no cortar el  suministro del preciado líquido, porque ello conlleva, incluso, promover una serie de bacterias en el hogar que no recibe ese preciado liquido y que además invita a enfermarse del Covid-19, el cual se combate principalmente con el lavado de manos.

Una fórmula de cobro sería enviar al buró de crédito a los que no paguen el agua, pero ya el Tribunal Constitucional emitió una serie de sentencias que establece la regla del juego al respecto, por lo que resulta contraproducente que el director de Coraasan tenga la cara tan dura para salir anunciar por los medios de comunicación una medida en contra un tema que está  definitivamente decidido a través de la Ley 137-11.

La pregunta que se impone ante semejante ignorancia o abuso es qué dice el consultor jurídico del Poder Ejecutivo, Antoliano Peralta, quien debe dar una explicación de la perla anunciada por Coraasan, cuya decisión atribuye al presidente Luis Abinader.

La realidad es que no hay forma de que en el Gobierno paren los errores, los cuales muchos son rectificados, pero los mismos revelan falta de planificación, incapacidad y desconocimiento de las propias leyes por las que se rige el Estado.

En el caso del talibán director de Coraasan sólo queda que en lo inmediato se someta un recurso de amparo de cumplimiento ante el Tribunal Superior Administrativo (TSA) y otra instancia ante la Unidad de Seguimiento del Tribunal Constitucional por desacato de una sentencia que sienta jurisprudencia sobre la materia.

El tema del corte del agua potable ha sido abordado por este diario con el Departamento Legal de Coraasan y la respuesta del mismo ha sido que este ente cuenta con sus propios control interno y que lo decidido por cualquier tribunal competente del país no tiene cabida en esa institución pública.

De manera, que el nivel de ignorancia de la gestión perremeísta se convierte en una vergüenza y una forma prácticamente dictatorial de manejarse, lo cual merece darle seguimiento y proceder con los recursos que otorga la ley para que se produzcan las sanciones correspondientes.

 

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Editorial

La solemnidad de una justicia con pies de barro.

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La promoción de la vía de hecho por la ineficacia de la justicia nacional, son muy pocos los quieren verla, unos por su baja formación y su pensamiento no profundo y otros porque son parte del mal.

Pero lo cierto es que el fenómeno constituye un problema de una magnitud insospechada y de una peligrosidad que amenaza las propias entrañas de la fallida democracia nacional.

El asunto no parece tener una solución fácil en razón de que tiene un componente profundamente político y cultural.

Los debilidad y la vocación de violar la ley suprema y las adjetivas de la noción puede echarlo todo a perder, sobre todo porque no se trata de un mal a nivel de una sola instancia publica, sino de todo el tejido social e institucional.

El nivel de la problemática del sistema de justicia nacional se podría convertir en una falta que también comprometa la responsabilidad civil y penal del Estado porque se trata de la violación de derechos humanos fundamentales protegidos por el derecho internacional,

Son múltiples y variadas las violaciones de los derechos fundamentales en que incurren los tribunales nacionales a través del no respeto de los plazos razonables y en consecuencia de la tutela judicial efectiva, el debido proceso y el derecho a la defensa.

Otros principios constitucionales violados por los actores del sistema de justicia son el de celeridad, economía procesal y el de analogía, así como el del juez natural y el de estatuir ante pruebas aportadas por las partes,

En realidad se trata de un asunto de una dimensión inmedible, cuya solución no parece tan simple y sencilla.

Ahora mismo puede decirse  con toda seguridad que la ineficacia y contaminación politiquera del sistema de justicia produce en la nación un efecto que lo daña todo, absolutamente todo.

Es un verdadero cáncer que impacta todo el cuerpo social de la Republica Dominicana

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Editorial

Un problema que no se ve a simple vista.

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La educación superior dominicana, que como bien se establece en el reportaje que aparece en la sección “De Portada” de este diario, implica un problema que debe motivar profundas reflexiones para que el país se avoque a pasar de la deficiencia a la calidad de la enseñanza universitaria.

Pero este es un asunto que sólo puede solucionarlo el Estado, el cual no está en capacidad de dar los pasos para que al cabo de algunos años el cuadro pueda dar un giro positivo.

La tendencia entre los dominicanos es sólo ver lo que está frente a ellos, sobre todo en materia de educación universitaria, pero no hay forma de llevar su mirada crítica a lo que requiere de un esfuerzo más profundo y exhaustivo.

El gran problema de la educación superior del país es que no sólo la situación depende de la negligencia y la deficiencia del Estado, sino que además que no se cuenta con una cultura para crear un cuerpo profesoral preparado para impartir docencia a nivel universitario, aunque, naturalmente, una cosa depende de la otra.

De manera, que los resultados no pueden ser peores, cuyos egresados, penosamente, terminan su carrera con una formación tan precaria que en la práctica son analfabetos funcionales.

Lo peligroso del fenómeno es que la sociedad está frente a médicos que puedan matar al paciente, ingeniero civil que construya una obra que puede caerle en la cabeza en cualquier momento a sus propietarios y un abogado que no puede asesorar idóneamente a su clientes y en consecuencia poner en peligro, por su poca formación, la tutela judicial efectivo, el debido proceso y el derecho a la defensa.

De manera, que el asunto no es como se puede ver a simple vista, sino que se trata de una deficiencia que aparte de hablar muy mal de toda la sociedad, amenaza la seguridad nacional, todo como resultado de un problema integral que impacta a todo el Estado.

Lo grave del problema es que no se ven soluciones fáciles en el camino, porque además la explicación de una educación superior fundamentada más en el negocio vulgar que en un plan nacional para lograr los índices de desarrollo del mundo competitivo de hoy, es parte de una cultura nacional y de un neoliberalismo salvaje que se lleva de paso todo lo bueno.

La realidad es que no es posible poner en orden las universidades nacionales, ya que en el país todo está contaminado con la politiquería, de arriba hacia abajo y lo contrario, de abajo hacia arriba.

Se impone entonces la siguiente pregunta: ¿Quién nos sacará del tremendo tollo de la educación superior nacional, aunque la respuesta más realista es que no hay una respuesta convincente y que satisfaga.

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Editorial

El Oncológico es un espejo de un problema de un gran alcance.

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No son pocos los conflictos originados en sindicatos, clubes culturales y deportivos, cooperativas de ahorros y préstamos y los propios partidos políticos, que son asaltados por grupos de personas que los usan con fines muy particulares.

Puede decirse que se trata de un cáncer que resulta complicado erradicar, con el agravante que esa mala práctica es reproducida cuando personas con la misma filosofía de vida llegan a la administración pública, lo que explica la gran cantidad de casos de sustracciñn de fondos del patrimonio público.

Realmente el país está copado por los que piensan que deben llegar a este tipo de instituciones, las cuales no tienen fines de lucro, para manipular sus recursos y creerse incluso que es algo que legítimamente les pertenece.

Un ejemplo muy elocuente al respecto son los partidos políticos, los cuales son manejados como empresas privadas y propiedad de particulares, pese a que en  realidad se trata de una figura que está legalmente regulada y que no puede ser jamás un patrimonio personal.

Pero el mismo problema es encontrado por doquier, cuyos propiciadores de este tipo de conducta sumergen a la sociedad en un gran dolor de cabeza.

El asunto ahora se puede ver con lo que ocurre en el Patronato Cibao contra el Cáncer, cuya institución juega un papel de primer orden para combatir una enfermedad tan severa y mortal como esa.

El problema del Oncológico del Cibao ha entrado ya a los tribunales competentes y sólo se espera un desenlace que tal vez no sea la panacea al problema, porque se van unos con un criterio equivocado en el manejo de este tipo de organizaciones, pero llegan otros que no difieren, absolutamente en nada, en la forma de ver el asunto.

Independiente de cual sea la decisión del tribunal que conoce el caso, debe admitirse que la sociedad dominicana está frente a una cuestión que lesiona lo más profundo de la sensibilidad humana, sobre todo porque no hay ningún tipo de arrepentimiento.

Hoy ha salido a la superficie el conflicto en el Patronato Cibao contra el Cáncer, pero la raíz del conflicto, con una explicacion profundamente cultural,  es que una gran cantidad de instituciones sin fines de lucro hoy permanecen asaltados por grupos de «vividores» que  ponen en tela de juicio las  bases de la dominicanidad.

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