Opinión
La avaricia y la codicia, dos enemigos declarados de la humanidad.
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1 año agoon
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José CabralPor José Cabral
En estos días de lluvias como consecuencia del cambio climático, he sido testigo de situaciones dramáticas y tristes, como la pérdida de vidas humanas fruto de estos dos antivalores mencionados en el título de este artículo.
Sin embargo, lo más doloroso ha sido la forma y la vergüenza que constituye el hecho de que la tragedia tiene su razón de ser en las consecuencias de fenómenos de la naturaleza, pero también del hambre de dinero de los que se dedican a construir obras del Estado.
Es un hambre incesante la que tienen los contratistas de obras públicas, tanto es así que se inclinan por comprar lo que menos sirve, es decir, materiales de mala calidad para economizar todo el dinero que sea posible.
Lo otro es que como es natural en un país donde sobrevalúan todo para acumular dinero, sin pensar en el daño que le hacen al país e incluso a su imagen internacional, la impunidad es un pie de amigo de los que se dedican a tan malsana tarea.
El desplome del paso a desnivel de la avenida 27 de febrero con Máximo Gómez ha sido una expresión clara de la mala calidad de las obras públicas, cuyo principal interés es cobrar por ellas miles de veces lo que no cuestan.
Naturalmente, es entendible y lógico que la fuerza de la naturaleza pueda llevarse de paro cualquier obra por muy bien construida que esté y con los mejores materiales del mercado, pero penosamente ese no es el caso de la República Dominicana.
En el país son muchas las personas que buscan refugiarse en la cultura del engaño y de los fraudes que se encuentran por doquier, sobre todo a través del dinero del Estado que no le duele a nadie.
Los fraudes y la estafa ya constituyen una cultura en la República Dominicana, con el agravante de que no hay forma de que la gente se arrepienta de las consecuencias de esa visión de vida.
El paso a desnivel había sido denunciado por vicios de construcción, pero nadie hizo caso y al final llegó lo que tenía que llegar, una gran tragedia.
Ahora nadie es culpable y como la tragedia se produjo en medio de los trastornos y las lluvias causadas por el cambio climático, entonces hay una buena excusa.
Sin embargo, hay que preguntarse si es como dice el Ministerio de Obras Públicas que ese paso a desnivel había recibido 28 mantenimientos desde el año 2020, entonces cómo es posible que los que hicieron los mismos no se percataron del peligro que implicaba esa obra?
No creo que haya respuesta a esa pregunta, pero como muy bien lo ha dicho el periódico La Republica, el país está lleno de obras públicas que representan un gran peligro para la gente, porque los contratistas han tomado el dinero para estafar al Estado y a la sociedad.
La República Dominicana no ha sufrido más por los desaciertos de sus gobiernos y de los políticos que se gasta, porque la naturaleza ha sido bondadosa con los dominicanos, ya que incluso a nivel sísmico los terremotos no pasan de cinco y hasta seis grados, pero si llegaran a siete otra cosa sería y la desgracia nacional fuera realmente inmedible.
Ello así, porque en el país nadie respeta ley ni nada para someterse a las previsiones que establecen las normas, ya que todo está contaminado con la desgraciada impunidad.
Es mucho lo que se puede decir sobre lo ocurrido con las lluvias y los fenómenos naturales que han impactado al país en las últimas horas, pero lo que sí se debe indicar de forma muy puntual es que la pérdida de vidas humanas no sólo es responsabilidad de la naturaleza, sino también de los que se dedican a construir obras públicas a troche y moche para robarse el dinero del presupuesto nacional.
De manera, que si bien la naturaleza tiene su cuota de responsabilidad en la tragedia, probablemente los más culpables sean los contratistas que forman parte de la red de delincuentes que van al Estado con la firme decisión de levantar obras públicas con grandes vicios de construcción.
En consecuencia, las muertes ocurridas en el paso a desnivel de la 27 de febrero, entre ellos varios puertorriqueños, deben ser atribuidas a los que se meten a contratistas de la noche a la mañana sin saber nada de eso con la firme convicción de construir cualquier cosa que le cuesta al pueblo dominicano miles de millones de pesos y que al final representan una amenaza en contra de los que transitan por las vías públicas del país sin pensar en el peligro en que se mueven.
Por Elba García Hernández
En los últimos días del presente año 2024 he tenido la obligación y el deber de defender derechos fundamentales ante el Tribunal Superior Administrativo y he podido comprobar lo mal que está el país en materia de justicia.
Los abusos de poder se observan en esta jurisdicción de Derecho Administrativo en cualquiera de las salas que conocen las litis que se presentan entre la administración y los administrados.
Es penoso ver como los abogados repiten como papagayos los mismos argumentos en los diferentes casos que en esta instancia se conocen. Pero peor aún el nivel de los jueces que manejan los casos.
En esta jurisdicción hay un nivel de razonabilidad que sonroja a cualquier profesional del derecho, pero las cosas se complican cuando se examinan las sentencias que emiten los juzgadores de una jurisdicción que está estrechamente vinculada con el Derecho Constitucional.
Es tanto así, que muchos de los jueces están más interesados en penalizar a las partes sobre la base de disposiciones arbitrarias e ilegales de comisionar un alguacil de estrado para que haga nuevas notificaciones y cobrarles a los litigantes por ese concepto hasta 20 mil pesos cuando se trata de conflictos legales que provienen del interior del país.
Cualquiera se forja la impresión de que existe una sociedad para hacer dinero mediante las notificaciones entre los alguaciles de estrados y los magistrados que presiden salas en el Tribunal Superior Administrativo.
Lo preocupante de este asunto es que cuando no se satisface el deseo del juez o del alguacil de estrado, ese disgusto se refleja en la sentencia que emite el tribunal.
Otro detalle importante de lo mal que se manejan algunas salas del Tribunal Superior Administrativo es que se agarran de cualquier detalle insignificante para justificar una sentencia en contra del que no se acoge a la comisión de un alguacil para fines de nueva notificación.
Impresiona, además, el poco nivel de razonabilidad de los que participan de las audiencias que se celebraran en el Tribunal Superior Administrativo.
En realidad, parece un juego de niños, lo cual desmiente los supuestos avances en Derecho Administrativo, porque la verdad es que lo ocurre en esta jurisdicción de la justicia deja mucho que desear.
Por José Cabral
El panorama que se observa en el país lleva a cualquier persona, por optimista que sea, a sentir que todo se derrumba y que nada tiene solución. No hay un solo estamento estatal que indique que el país transita por un buen camino.
Esto así, porque si al azar se escoge cualquier instancia, pública o privada, fácilmente se llega a la conclusión de que prácticamente todo está perdido. Son prácticamente nulos los referentes que indican que en el futuro se alcanzaría una mejor nación.
El principal fracaso de la sociedad dominicana tiene que ver con el fiasco que representa el Ministerio Público y la judicatura nacional, donde uno apoya la ilegalidad del otro. Es un asunto para mantenerse seriamente preocupado.
En realidad, no se sabe cuál si el fiscal o juez anda peor, pero de lo que sí se puede estar seguro es de que ambos transitan por un camino que solo garantiza el abismo de la nación.
En el país no hay proceso penal que termine de buena manera, pero tanto el Ministerio Público como los jueces recurren permanentemente a decisiones al margen de las leyes que les sirven de sustento.
El Ministerio Público sólo parece ser bueno para manejar casos de importancia mediática, mientras que los jueces se han especialistas en emitir sentencias al margen de las normas y de los derechos, deberes y principios fundamentales.
Es una verdadera vergüenza lo que ocurre en el país, ya que tribunales como el Superior Administrativo, donde el administrado busca liberarse de los abusos de la administración, tiene un nivel similar al de un juzgado de paz. Sus jueces carecen de razonabilidad y muchas veces hasta de sentido común.
En el sistema de justicia nacional se produce una verdadera negación de derechos, pero el hecho de que los jueces no puedan ser procesados por muchos de los casos que fallan, ya que hasta las acciones de amparo no pueden ser interpuestas en contra de los tribunales nacionales, habla claro de la trampa en que está envuelto el ciudadano.
Es decir, que, aunque existe la querella disciplinaria, la recusación e incluso la prevaricación, es una batalla como aquella siempre citada entre el huevo y la piedra, porque la complicidad se extiende de un lado a otro sin excluir a prácticamente la totalidad de los actores del sistema de justicia.
Adentrarse en el comportamiento de la justicia y del Ministerio Público es una razón determinante para frustrarse o resentirse, aunque, naturalmente, este mal debe combatirse con herramientas que tal vez algún día surtan efecto.
Por Nelson Encarnación
Algunas personas han llegado a afirmar que el juego de béisbol no es un deporte, sino un pasatiempo que sirve de entretenimiento a toda la familia, la que puede tener un importante consumo mientras transcurre un partido de nueve entradas, por lo general lento.
Sin embargo, somos más los que sostenemos lo contrario, no porque seamos fanáticos o seguidores, sino porque una contienda en la que medie la aplicación de estrategias no puede ser un simple pasatiempo.
Las estrategias son fundamentales en el juego de pelota, sin las cuales el resultado no puede ser el esperado, aunque no siempre estas funcionen. Como en toda actividad humana, inclusive en la guerra.
Hechas estas disquisiciones, pasamos a no entender qué ha provocado el impresionante descalabro, el resbalón sin final que ha abatido a los Leones del Escogido.
No se explica que un equipo que en los primeros 20 juegos del presente campeonato obtuvo quince victorias, haya caído a un abismo, tan profundo que, al día de hoy, está en la peligrosa ruta de quedar fuera de la siguiente ronda.
Es como estar con respiración asistida, mantenerse vivo gracias a la buena fortaleza física que se acumuló—15 victorias contra 5 derrotas—, pero no suficiente como para rebasar de manera exitosa un estado comatoso.
¿Qué hará la gerencia del equipo capitalino para tratar de revertir la ruta hacia el fondo? No preveo una opción, sobre todo, al recordar lo declarado hace un par de años por uno de los dueños del “Duro de matar”.
¿Qué dijo ese ejecutivo? Que al equipo le es económicamente más rentable quedar fuera en la serie regular que pasar a las siguientes. Algo así o algo peor, según recuerdo.
Cuando leí aquello tuve que remontarme a los pleitos con mi difunto padre—liceísta furibundo—que no asimilaba derrota frente al “eterno rival”, y yo, como escogidista, le daba la cuerda, corriendo riesgo de unos correazos por irreverente. De este tamaño ha sido mi escogidismo.
¿Hay escasez de cartera en la gerencia del equipo rojo? No lo creo. ¿Falta estrategia para la ofensiva? Lo creo un poco. ¿Cayó por un barranco irrecuperable el pitcheo de los Leones? Me quedo con esta.
Frente al despeñadero actual, los rojos no tenemos muchas esperanzas. Y por favor, no echemos la culpa al mánager Pujols.