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Editorial

La Democratización de la Impunidad.

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En un país pobre como la República Dominicana  la impunidad era hace  algunas décadas un privilegio de todo el que cometía un delito o crimen, pero que tenia dinero para pagar una alta fianza o que sobornaba a fiscales, jueces y cualquier otro funcionario de la judicatura.

 En pocas palabras la impunidad estaba reservada para los que tenían dinero, pero esa realidad cambió en la medida en  que el Estado ha perdido capacidad represora y reguladora en contra de los que  tienen  vocación criminal.

Sin embargo, ahora la impunidad se ha generalizado y ya cualquier ratero goza de la misma, porque se beneficia de los tres fenómenos que ha planteado este periódico, ineptitud, negligencia y complicidad

La ineptitud, la negligencia y la complicidad tienen su razón de ser en el hecho de que no hay más ciego que el ignorante, mientras que la segunda condición tiene que ver con la crisis que padece la sociedad dominicana, donde prácticamente desapareció la cultura del trabajo.

Nadie quiere cumplir con su obligación y con su deber, porque ya lo hemos dicho, que la sociedad dominicana luce resignada, cansada y enferma, cuyas debilidades hace que todo quede como en un limbo.

El régimen de consecuencia es tan pobre en la República Dominicana que hasta el ratero que comete un crimen o delito, no bien es despojado de lo robado, y sin que sea así, es dejado en libertad, cuya aprensión se convierte en un gran dolor de cabeza para la víctima, aunque existan las pruebas en contra del antisocial.

La impotencia del dominicano descansa precisamente en el deterioro que se observa en el sistema de justicia, en el que resolver cualquier caso por sencillo que sea, si es que se resuelve, dura meses y hasta años.

Es más la mayoría de los casos  se quedan impune, lo cual estimula al que actúa al margen de la ley  a continuar su carrera delincuencial porque sabe que no hay un régimen de consecuencia.

Todo parece indicar que todavía es muy poco lo que ocurre en términos de robos a mano armada y de atracos callejeros, porque como lo hemos planteado la sociedad luce bandalizada, donde la propia autoridad pública no asume la responsabilidad que le confiere la ley.

Es un asunto que cada día toma una dimensión más preocupante, porque el ladrón ya no solo despoja de cualquier propiedad a su víctima, sino que no tiene ninguna compasión para quitarle la vida.

La pregunta que se impone frente al cuadro de peligro que asalta a la sociedad es ¿y acaso los fiscales, jueces y alguaciles no son parte de los conglomerados sociales impactados por la delincuencia?.

 Si la respuesta es sí, entonces   habría que concluir que estos funcionarios amuelan cuchillos para su propia garganta, es decir, que en cualquier momento ellos podrían pasar de cómplices a  víctimas.

La impunidad se ha democratizado o generalizado, por lo que se podría decir que tanto logra con facilidad su libertad el que cometen una  infracción a ley con el robo de un objeto de poco valor económico que  el delincuente de cuello blanco.

Así anda la cualquerización de la sociedad dominicana que sólo manda decir que a Dios que nos coja confesaos, porque tiene mucha lógica que el delincuente de cuello blanco pague mucho dinero para no caer preso, ya que  este fenómeno entra en el contexto de cualquier sociedad donde pueden ocurrir estas cosas, pero no así para una persona que no tiene en que casarse muerta, aunque lo natural fuera, como lo dice el enunciado jurídico, de que la ley es igual para todos.

Lo cierto es que los delincuentes de cuello blanco y los ladrones de bajo monta ya son iguales frente a la autoridad, porque definitivamente el dominicano tiene una sociedad cansada, enferma y donde cae como anillo al dedo la expresión que dice  “nada es nada”.

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Editorial

El mismo problema de siempre

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Desde hace años en el país ha habido un debate sobre las debilidades más perjudiciales de la sociedad dominicana y entre ellas está la improvisación, la falta de planificación estratégica.

La consecuencia de ese mal es lo que deja como resultado lo ocurrido este martes en la discoteca Jet Set, donde ha fallecido más de 50 personas y hay docenas de heridos.

La razón de ser de esta tragedia tiene que ver con el hecho de que en el país no se fiscaliza nada y producto de esa irresponsabilidad del Estado podrían producirse muchas más desgracias como la ocurrida.

En todo el territorio nacional los techos de los edificios, ya sean residenciales o comerciales, están llenos de plantas eléctricas de alto cilindraje y tinacos con un peso que muchas veces no soporta la edificación.

Pero el Estado no reacciona frente esa irregularidad y se verá como en pocos días todo vuelve a lo que es normal dentro del desorden y es que nadie ni mencione lo ocurrido.

Son incontables los edificios que están amenazados de colapsar por esta causa, pero quienes tienen la misión de darle seguimiento a ese peligro sencillamente no lo hacen.

Ahora lo que viene es enterrar a los muertos y que todo lo anormal siga su curso y la gente prepararse para derramar lágrimas en el próximo evento de igual o peor magnitud.

Entonces, siendo así las cosas, la recomendación de este periódico es que este asunto se maneje desde una perspectiva política y  no hay otra opción que el ciudadano se empodere para ver si son posibles los cambios que impidan que estas tragedias ocurran.

Pudiera parecer descabellado el planteamiento al respecto, pero para que por lo menos los riesgos sean menores, porque nunca se estará libre de acontecimientos desagradables como éstos, pero si se promueve una cultura de prevención, los resultados podrían ser totalmente diferentes.

Luchemos por una sociedad donde prevalezca la planificación estratégica, la regulación, la fiscalización y la prevención para evitar todo lo que puede ocurre por una visión contraria por parte de los que manejan el Estado.

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Editorial

Un tema para pensarlo.

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Sin pretender quitarle importancia al derecho, valor y principio de igualdad, porque se supone que todos somos iguales ante la ley, pero la transferencia de los liderazgos políticos en el país es motivo de una gran preocupación.

En los actuales momentos la democracia nacional está en crisis y cualquiera sin un ápice de buenas intenciones puede convertirse en un líder nacional, porque esas son de las cosas que ocurren cuando un país llega al fondo en lo que respecta a los valores.

La República Dominicana atraviesa por ese trance, ya que hay una famosa expresión que dice que una gota de agua cae tanto en el mismo lugar hasta que hace un hoyo.

Exactamente eso ha ocurrido en el país, dado que ha sido tanta la corrupción y las acciones antijurídicas y anti morales, así como anti éticas que ya la gente parece haberse cansado.

Es de tal magnitud el problema que los funcionarios públicos que provienen de la partidocracia no se conforman con sustraer (50) cincuenta ó (100,000,000.00) cien millones de pesos, sino miles, cuyos mejores ejemplos son encontrados en los casos que están a punto de caer en prescripción extintiva porque ya van a cumplir 4 años de haberse iniciado.

Pero no es solo ese el problema, sino que la partidocracia ahora quiere perpetuar ese mal con dejar como herencia la administración del patrimonio público a sus esposas, hijos y nietos, principales beneficiarios de la sustracción del dinero del Estado.

Los herederos de la partidocracia ya están muy activos en la vida nacional y sólo esperan que sus padres y madres envejezcan para entonces ellos tomar las riendas del Estado para que continúe la fiesta de la que no participa el pueblo dominicano.

El fin de esa interminable parranda solo se llegará si la ciudadanía toma el toro por los cuernos e incluso impide que en el campo de la política partidista las cosas se manejen como si se tratara de una herencia proveniente de la determinación de herederos establecida para cuando el de cujus ha dejado bienes que sus legítimos herederos son sus hijos y nietos.

La partidocracia busca prolongar sus ilegales acciones hasta los más lejanos de sus herederos, mientras el pueblo dominicano no tiene derecho a la salud, la educación y una vivienda digna.

El momento parece haber llegado para decir basta ya y plantear una nueva regla del juego con la entrada de una forma diferente la figura de las candidaturas independientes, la cual parece representar una amenaza para que sobreviva el Estado Social Democrático y de Derecho, dado que algunos de los representantes de la partidocracia ya pretenden atentar hasta en contra de la Constitución de la República, ley suprema de la nación.

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Editorial

Sentencia del Tribunal Constitucional crea clima importante en democracia dominicana.

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Lo primero que debe establecerse es que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre las candidaturas independientes representa un paso vital para convertir la democracia nacional en más participativa.

Esta decisión del TC, quiérase o no, permite que el ciudadano se empodere y si lo hace correctamente podría detener la debacle que han impuesto en la sociedad dominicana los partidos políticos, cuya principal misión es promover anti-valores.

 Ante los argumentos de la partidocracia, habría necesariamente que preguntarse y si ellos están tan bien como dicen, por qué tanto miedo con las candidaturas independientes, sobre todo si se entiende que si esta figura jurídica no es aprovechada por ahí podría ser que no venga nada nuevo y que en segundo lugar pueda servir para traer algo peor de lo que tenemos.

Entonces, si es verdad que se trabaja en favor de la sociedad, se impone que no se exhiba tanto miedo, porque si consideran que hacen lo correcto, pues no deben preocuparse.

Es un verdadero contrasentido muchas de las cosas que se dicen, porque si fuera algo que verdaderamente reviste tanto peligro, lo que procede es desmontar su importancia con argumentos con lógicos y despojados de todo mal razonamiento.

En una sociedad cimentada en antivalores no es fácil lograr cambios importantes, pero si la herramienta existe podría venir la reformación integral del Estado dominicano.

Las candidaturas independientes son una tabla de salvación nacional de una sociedad en la que ya no cabe más corrupción, contaminada de los pies hasta la cabeza y lo contrario.

Ahora falta que el ciudadano, vale decir la mayoría de ellos, se despoje de ese fanatismo que tradicionalmente lo ha cegado en favor del partidarismo, a fin de asumir con la toda la responsabilidad posible esta nueva figura que podría cambiar totalmente el escenario político nacional.

 Hace falta que todos nos armemos de coraje y vayamos al Congreso Nacional a defender en las vistas públicas que habrán de anunciarse sobre las candidaturas independientes, ya que no hacerlo sería apostar al fracaso de la sociedad dominicana.

Que se entienda que la pelea está echada y que nadie detendrá las aspiraciones de los amplios sectores de la vida nacional de tener un país mejor,  ya no soportan más corrupción y la negación de derechos, principios y valores constitucionales.

Lo que debe prevalecer en el ánimo nacional es darle vigencia al Estado Social Democrático y de Derecho, a los fines de que prevalezcan los deseos sanos y de verdaderos cambios  del pueblo dominicano por una sociedad mejor.

 

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