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Opinión

La dominicanidad según Jack Veneno

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La sabia mezcla de la coartada de la existencia, que liga el espejismo con la realidad, que es igual a aplaudirse a sí mismo.

Por Andrés L. Mateo

(En el año 1993 inicié una serie de artículos que eran una lectura semiótica del espectáculo de la lucha libre cuyo héroe era Jack Veneno. Entonces intenté explicar el fenómeno vinculándolo a un costado de la aventura espiritual de la dominicanidad.

Esos artículos fueron discutidos ampliamente en un plano académico y Jack Veneno se convirtió en un símbolo más que popular, emblemático. Él encarnaba la dominicanidad. Con motivo de su muerte reproduciré dos de esos artículos:)

Hay una lectura de la lucha libre que remite a la dominicanidady que ha dotado a la detestable parodia de combate que escenifica, y a su héroe, del privilegio de la chispa popular. Más que la influencia del azar desnudo, o el despliegue asombroso de una técnica de combate, Jack Veneno triunfa siempre porque él es toda una teoría sobre el ser nacional.

Si algo intangible define la dominicanidad,es esa lucha a muerte entre el «parecer» y el «ser». De hecho, la tumultuosa carga de nuestra cotidianidad está atravesada por el fantasmeo, y el lenguaje enfático de la grandilocuencia. Factores que se encuentran permanentemente diluidos en el espectáculo de la lucha libre, que definen y tipifican al héroe, y están destinados más que a asegurar un resultado, a representar un carácter nacional. Transformado en imagen, Jack Veneno es la dominicanidaden acto. La moral caballeresca que lo cubre es siempre efectiva porque todos sus éxitos se quedan en el limbo del «parecer».

Hace ya más de quince años que Jack Veneno es Campeón Media Europeo, y aunque los europeos no se han enterado, eso no tiene la menor importancia. El caso es que en cada ocasión él arriesga algo, tal «parece» que siempre hay algo que él puede perder. Casi con toda seguridad, esta es la ley que aviva el interés del espectáculo. Hay algunas simulaciones groseras: Jack Veneno puede, torcido de dolor y sangrando (la sangre es un espejismo impactante, debilita al héroe, pero lo fortalece al mismo tiempo, ya que los rugidos de solidaridad del público son el velo honorable que lo reanimará) morder por momentos el polvo de la derrota. Aunque todo está hecho para dar la idea de que nada influye por adelantado, este sesgo de peligro nos permite recordar que a pesar de ello él es un individuo humanamente situado sobre el ring.

Lo que se escenifica es un combate de gladiadores, pero Jack Veneno impone su nombre al «glamour» de la generosidad. De entrada, el es un «técnico» frente a una verdadera legión de «rudos». Sus oponentes son «gallinas», «cobardes», y frecuentemente «bandidos» internacionales que llegan aquí precedidos de un cierto terror. Todos sus sacrificios se zambullen en este signo de amparo, sus caídas y abatimientos son momentos de peligroso trance de la justicia, y es por ello que sus triunfos son siempre exaltados, asumidos por la muchedumbre como cosa propia, sentidos como el noble instante en que el bien triunfa sobre el mal.

El tiene también el halago de la santidad. Cuando golpea, el locutor afónico repite una y otra vez que él es «el hijo de do​ña Tatica». Doña Tatica es la madre de Jack Veneno, pero el diminutivo remite a la Virgen de la Altagracia, que es a su vez la madre del pueblo ​dominicano. Cuadro beatífico que se completa porque Jack Veneno combate acompañado de su hijo Rafi Sánchez. La leyenda recupera así un vínculo fundamental con el sentir de las multitudes: el heroísmo puro, el episodio poético del gladiador que defiende su entorno familiar.  Este ámbito familiar ilustra el​ ​sacrificio de la familia de Jack Veneno (la invocación de su madre cuando él golpea, su hijo Rafi Sánchez, los gestos de familiaridad con los que identifica a los miembros de su cuadra, etc.), pero es símbolo dramático de la familia nacional (la presencia elíptica de la Virgen de la Altagracia).

Todo tiene en ese universo una alta dosis de exageración. Los luchadores emplean un lenguaje de​ con​confrontación que da pánico, y a pesar de que todo ocurre ante los ojos del público, de todos modos no es seguro de que haya ocurrido. La sangre fluye a borbotones, llaves como «la polémica» pueden desencajar de dolor a un adversario, las sillas vuelan por el aire y oímos el sonido metálico sobre la cabeza, el crujir de un hueso que se parte es algo común, las piruetas del hombre que se lanzó fuera de las cuerdas parecen que terminarán en desastre. En una meticulosa composición del peligro, todo ocurre ante la incertidumbre del «ser» y el «parecer», como en la dominicanidad.

«Parece» que Jack Veneno siempre triunfa. «Parece» que se ha sobrepuesto de un trance mortal y libera a los dominicanos a través de la fábula del combate. La duración cómica de su martirio es un inefable, y a quien la postura del combate fingido reconcilia consigo mismo es al dominicano. Chopas, guardias y policías, chiriperos sin destinos, tricicleros de​ las madrugadas, putas ingenuas y chulos esquivos, m​aricones posterga​dos y bugarrones peligrosos, dama​s venidas a menos, divorciadas, abogados picapleitos q​ue reparten sus tarjetitas​ de presentación después de cada​ combate, todos aplaudiendo al Campeón Medio Eur​opeo, porque es su sueño, la sabia mezcla de la coartada de la existencia, que liga el espejismo con la realidad, que es igual a aplaudirse a sí mismo. Algún día se estudiará la dom​i​nicanidad según Jack Veneno,fuera de los determinismos económicos de su epopeya. Yo modestamente lo creo posible

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Opinión

Trump ordena, Abinader se arrodilla y el Pentágono invade

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Por Narciso Isa Conde

Santo Domingo.– Al aceptar la determinación de Trump y del Pentágono, de intervenir militarmente los aeropuertos de San Isidro y Las Américas, el espacio aéreo y aguas territoriales de nuestro país, para agredir militarmente a Venezuela y a otros países de la región, Luis Abinader ha cometido el delito de traición a la patria dominicana y la peligrosa afrenta de sumarse al plan de guerra e intervención de EE.UU. en esta región.

¿Qué implica la intervención militar en bases dominicanas?

La base militar de San Isidro es la más grande del país, concentra el mayor poder de fuego (aviación, cuerpo de paracaidistas, infantería y blindados) y pasa a ser intervenida por el Comando Sur del Pentágono.

No se había visto una cosa parecida luego de la intervención militar de abril de 1965: en los últimos 60 años la intervención militar de EE.UU. se mantuvo camuflada como «asesorías», «visitas», «ejercicios» y «operaciones» puntuales; pero ahora la intervención se asume directa, invasiva, indefinida y con tropas especializadas.

La Constitución vigente -a pesar de lo conservador, autoritario y neoliberal de su contenido- obliga a Abinader a rechazar cualquier agresión a nuestra soberanía y cualquier intervención en los asuntos internos de otros países.

¿Cuál es el contexto político y regional de esta acción?

En verdad, no se trató de un «acuerdo», sino de una orden de Trump y el Pentágono, fielmente cumplida por Abinader, en medio de un despliegue naval en el Caribe y áreas del Pacífico; apuntando contra Venezuela y Cuba, en primer lugar y sucesivamente.

Pero también contra los gobiernos de México y Colombia (Colombia ya invadida por 10 bases militares), sin descartar Nicaragua, ni a otros países que no se le dobleguen a un imperio furioso por su decadencia, empecinado en saquear petróleo, gas, minerales estratégicos, biodiversidad y fuentes de agua en Nuestra América.

Su apelación al combate del «narcotráfico«, calificándolo de «narco-terrorismo», es un «narco-pretexto«, propio de la era de la posverdad y de los gobernantes lacayos, para instrumentar agresiones militares y guerras por razones políticas y de saqueo de recursos naturales.

El cartel mayor del Hemisferio Occidental es Wall Street y el mercado más grande es el Norte Revuelto y Brutal, mientras aquí abundan las narco-complicidades en altas instancias del Estado.

Este es un narco-estado y si no lo creen, examinen los largos años de impunidad de altos funcionarios civiles, militares y empresarios protectores de los capos Quirino, Figueroa Agosto, Toño Leña, Cesar El Abusador, Arturo del Tiempo, Nelson Solano, Miguel Gutiérrez, Miki López, Yamil Abreu y los capos del Cartel del Cibao, que primero financió al PLD y luego al PRM.

Examinen la narco-política del PRM y por qué las conexiones del narco con sus jefes políticos en funciones gubernamentales no se atacan ni se sancionan.

Tampoco se develan informaciones en poder de la DEA y del Ministerio Público estadounidense, ofrecidas por los extraditados en «delaciones premiadas«.
Está claro: ordenan y mandan… y obligan a los cobardes y pusilánimes a aceptar servilmente la orden. ¡Vergüenza ajena da Abinader y toda la cáfila política del PLD y FP… y comparsas, previamente avisados!

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Opinión

Educación y carácter: deuda que RD no puede posponer

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Por Isaías Ramos

Santiago nos golpeó con dos tragedias que el país no puede normalizar. Noelvin Jeremías Cabrera, de 14 años, murió tras un conflicto vinculado al entorno escolar luego de salir del Politécnico Simón Antonio Luciano Castillo; otro adolescente guarda prisión preventiva mientras se conoce el proceso.

Días después, Stephora Anne‑Mircie Joseph, de 11 años, falleció por ahogamiento durante una excursión escolar del Colegio Leonardo Da Vinci. Según informó el Ministerio Público, el caso se investiga como homicidio involuntario y se detuvo a cuatro personas, alegando presuntas fallas graves de supervisión y seguridad.

Estos episodios no son accidentes desconectados. Son síntomas de un deterioro profundo: en demasiados entornos escolares se ha debilitado la fuerza formativa, la autoridad moral y la coherencia institucional. Durante casi treinta años, la formación moral y cívica ha sido relegada y, al mismo tiempo, la disciplina ha sido malinterpretada como autoritarismo, dejando un vacío que hoy se expresa en conductas violentas, negligencia, irrespeto y una cultura escolar sin límites claros.

El Gobierno reaccionó anunciando una mesa interinstitucional “permanente” entre el Ministerio de Educación y la Procuraduría, enfocada en prevención, monitoreo y protocolos de actuación. Es un paso necesario. Pero debemos ser honestos: la República Dominicana está cansada de anuncios que no pasan de la rueda de prensa. La ciudadanía exige resultados medibles, responsables identificables y continuidad real. Lo que no se supervisa se pierde; lo que no se mide se diluye.

El problema de fondo excede cualquier mesa técnica. La Constitución es clara: el artículo 63, numeral 13, ordena como obligatoria en todas las escuelas —públicas y privadas— la formación social, cívica y ética, la enseñanza de la Constitución, los derechos fundamentales y la convivencia pacífica. La Ley 66‑97 insiste en principios como el respeto a la vida, la democracia, la solidaridad, la verdad y los valores que sostienen la dignidad humana. Sin embargo, entre la teoría legal y la práctica cotidiana hay un abismo que seguimos pagando con vidas jóvenes.

Hay, sin embargo, una señal alentadora: la Ordenanza 02‑2025 del Ministerio de Educación, que establece la implantación formal de la asignatura Educación Moral, Cívica y Ética Ciudadana en todos los niveles a partir del año escolar 2025‑2026. Es un avance importante, pero no será suficiente si no se acompaña de tres elementos indispensables: formación docente rigurosa, coherencia institucional y supervisión real. Una asignatura sin cultura institucional es como sembrar sin preparar la tierra.

En el Frente Cívico y Social entendemos que volver a educar el carácter implica recuperar la disciplina como virtud cívica, no como castigo. Disciplina significa dar estructura, sostener límites razonables y construir hábitos que fortalezcan la voluntad. Significa ser coherente —los adultos primero—, persistente —todos los días— y consistente —consecuencias claras, justas y previsibles—. La disciplina bien aplicada protege al alumno, dignifica la convivencia y devuelve a la escuela su papel como taller de ciudadanía.

Esta visión ha sido afirmada desde perspectivas distintas pero convergentes. Elena G. de White advirtió que la verdadera educación desarrolla la facultad de pensar y hacer, evitando que los jóvenes sean “simples reflectores del pensamiento de otros”. Y Camila Henríquez Ureña alertó contra reducir la educación a instrucción técnica, recordándonos que formar el ser es más decisivo que enseñar destrezas.

Hoy, en plena era de la inteligencia artificial, esta verdad es más urgente: la información se obtiene en segundos; el carácter se forma con esfuerzo cotidiano y con entornos que sostengan lo correcto cuando haya presión.

En medio de tanta preocupación, pude ver una señal de esperanza. Recientemente compartí con el personal docente y administrativo del Colegio Adventista Salvador Álvarez de Jababa, Moca: la escuela donde estudié de niño, fundada en 1925 y portadora de cien años de legado educativo y cristiano. Allí, en una actividad anual organizada por la familia Álvarez‑Piantini‑Schliemann, reafirmamos un compromiso: trabajar juntos para que este colegio rural se convierta en un referente nacional de educación integral y disciplina con propósito. En tiempos de crisis, los ejemplos valen más que los discursos.

Si queremos honrar a Noelvin y a Stephora, debemos transformar el duelo en acción verificable. Necesitamos un protocolo nacional obligatorio para excursiones escolares y actividades de riesgo, con auditoría anual y sanciones claras cuando se incumpla. Necesitamos indicadores públicos de convivencia —con estricta protección de identidad— y, más importante aún, que se publiquen de forma trimestral por distrito educativo: incidentes reportados, tiempos de respuesta, medidas aplicadas y avances en prevención. Y necesitamos la ejecución seria, no decorativa, de la formación moral y cívica, con acompañamiento docente, supervisión independiente y continuidad sostenida.

Porque una sociedad que educa el carácter reduce la violencia. Y una que renuncia a esa tarea termina llorando a sus hijos.

Despierta, RD!

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Opinión

El derecho de las víctimas a la notificación

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Por Rommel Santos Diaz

Otro de los derechos accesorios al derecho a la participación es el derecho a la notificación. Una vez que las víctimas sean reconocidas como tales frente a la Corte Penal Internacional, en una situación o en un caso, directamente o a través de sus representantes legales, las víctimas tienen derecho a ser notificadas  e informadas de los avances del procedimiento, de las decisiones de la Sala correspondiente, de las fechas de las audiencias, de la interposición de recursos por las partes , entre otras diligencias.

Tanto la publicidad de los procedimientos como la notificación a las víctimas son claves para garantizar  que esta pueda ejercer su derecho a la participación.

Esta importancia es reconocida por algunas disposiciones que hacen expresa la necesidad de que las víctimas tengan conocimiento  del estado de los procedimientos; por ejemplo la norma 87 establece la obligación explícita del Fiscal de notificar a las víctimas de acuerdo a la regla  50(1) y la regla 92(2). Igualmente, derivado  del artículo  15 del Estatuto de Roma, la Secretaría podrá asistir en esta notificación si así es requerida por la Fiscalía.

Igualmente, existe la obligación de notificar y dar adecuada publicidad de las actuaciones por medios generales de acuerdo a las reglas 92(8) y 96(1).

Esta función se encuentra regulada en el Reglamento de la Secretaría de la Corte Penal Internacional en donde se reconoce la importancia de que esta información sea accesible a las víctimas para facilitar el ejercicio de sus derechos.

Finalmente es importante mencionar que los jueces al ser los garantes  del debido proceso  y el  ejercicio de las víctimas,  tienen la facultad de rechazar una solicitud de participación si consideran que en  ella no se ha acreditado la calidad de víctima frente a la Corte Penal Internacional.

Sin embargo, las víctimas podrán presentar otra solicitud en una etapa ulterior de acuerdo a la regla 89(2).Finalmente las víctimas si así lo desean, podrán retirar su solicitud  de participación en cualquier momento si  así conviniere a sus intereses.

rommelsantosdiaz@gmail.com

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Edificio La República: Restauración No. 138, cuarta planta, Santiago, República Dominicana. Teléfono: 809-247-3606. Fax: 809-581-0030.
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