Lo que ha pasado con la fiscal de Villa Vásquez permite que se arroje dudas sobre las acciones de la autoridad y mete en el mismo saco a buenos y malos.
En la ola de repudio a un Ministerio Público profundamente corrompido y lo mismo que de una Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), que abre el camino para que se juzgue por igual a mansos y cimarrones.
Ahora no sólo serán favorecidos los que ciertamente han sido víctimas de los actos delincuenciales de la fiscal y de la Policía, sino también de aquellos que ciertamente tienen vocación para lo mal hecho.
La situación es tal que aún los que ciertamente son apresados con drogas se aprovechan de la mala fama de la autoridad competente para perseguir el crimen y el delito.
Los efectos de esas acciones ilegales, que vale decir, como lo expresamos ayer, que el fenómeno no es exclusivo de Villa Vásquez, sino de todos y cada uno de los pueblos que conforman la geografia nacional.
Los malos se benefician de los que van al Estado a delinquir como la fiscal y la Policía que actuaron en el caso que nos ocupa y que parece que estuvo dirigido en contra de personas inocentes.
Son muchos los que a partir de ahora lanzarán dudas cuando sean apresados por estar ciertamente vinculados a la venta de drogas.
La realidad es que de por sí hay mucha tolerancia contra aquellos que se dedican a actividades ilegales, observándose hasta una cierta complicidad de la autoridad con la delincuencia.
No hay dudas de que son miles los casos en que el comportamiento del Ministerio Público y la Policía es de total inobservancia de lo que manda la Constitución de la República, el Código Procesal Penal y la Ley Orgánica del Ministerio Público.
El problema es tan complejo que a nivel jurisdiccional también se observa mucha indulgencia con el que comete un delito o un crimen.
La no existencia de un régimen de consecuencia para el delincuente no puede dar pie a que se persiga al inocente, lo que provoca la ruptura definitiva del estado de derecho.
Por esta razón la falta de credibilidad de la de los mecanismos creados por Estado para evitar que la sociedad viva en medio de un total caos, nos traslada, sin dudas, a la época de la edad de piedra.
Es una amenaza o una realidad que nos coloca como país al margen de la civilización y nos ubica, más bien, en la época del salvajismo, donde prevalecía la expresión de ojo por ojo y diente por diente.
El daño de la fiscal de Villa Vásquez hay que verlo más allá de las fronteras de su jurisdicción, para entonces analizarlo desde una perspectiva más general que involucra a buenos y malos.
Ahora existe la suspicacia de la prevaricación aún con aquellos delincuentes que guardan en su entorno, ya sea en su casa o cualquier espacio que esté bajo su control, sustancias ilegales y que se apoyan en la falta de credibilidad de la autoridad competente para alegar que han sido víctimas de la deshonestidad y mala imagen que hoy afecta al Ministerio Público y a su auxiliar la Policía Nacional.
El caso de Villa Vásquez ha reburujado a mansos y cimarrones y ha puesto sobre el tapete la expresión de “sálvese quien pueda”
Se trata de la salida a la superficie de una pequeña porción de pus de un cuerpo que ya está totalmente podrido.