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Opinión

La Falta de Credibilidad de las Empresas Encuestadoras.

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Por José Cabral

La falta de credibilidad es un fenómeno que abarca todas las instancias de la sociedad dominicana, constituyéndose en una de las razones de la decepción que tiene la gente.

Es un problema que va desde todas y cada de las organizaciones sociales, públicas y privadas, hasta los órganos y entes del Estado.

Se trata de un descrédito general, que impacta a las personas físicas y las jurídicas, lo que representa una debilidad transversal e integral en la sociedad dominicana.

Nadie cree en las encuestas porque prácticamente todas tienen un precio y se venden al mejor postor.

Este es un problema que se profundiza en la República Dominicana, porque además el país ha entrado en un proceso en el que se han perdido todos los escrúpulos.

En pocas palabras las encuestas son otro elemento que avergüenza al dominicano, pero es un mal que ante la falta de institucionalidad y la crisis ético moral que afecta a la nación, no hay forma de pararlas.

Una muestra del gran descaro que impacta a las compañías encuestadora es cuando vemos que el dueño de una que es un funcionario del gobierno se da el lujo de decir quién encabeza la intención del voto para mayo del presente año.

La pregunta que cualquier ingenuo se haría es si esa empresa encuestadora, siendo propiedad de un importante funcionario del Gobierno, podría publicar en una de sus mediciones que el partido oficial está por debajo en aceptación popular de los de la oposición.

Habría que ser muy tonto para pensar eso, sobre todo en un país, llamado República Dominicana, donde por la plata vale el mono.

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Opinión

El descredito del Ministerio Público.

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Por José Cabral.

Desde hace años que he tenido el convencimiento de que el Ministerio Público es tanto o más desacreditado que su auxiliar la Policía Nacional.

Sin embargo, mi perspectiva del problema era hasta cierto punto equivocada, porque el asunto es de mucho más dimensión que lo que se ve a simple vista.

La cuestión es que la falta de eficiencia y de transparencia del Ministerio Público está adornado de unos corrompimientos que preocupan a cualquier dominicano sano.

El flagelo no sólo está presente en los pueblos del interior del país, sino que el mismo tiene su origen en su propia sede de la capital dominicana.

Hay informes de que en la cima del Ministerio Público están enquistados los que les sirven de soporte a los fiscales corruptos del interior del país, principalmente en Santiago.

Por lo que se sabe una procuradora general adjunta es la persona que promueve y apoya la sinvergüencería y falta de escrúpulos de miembros del Ministerio Público que no tienen miramientos para involucrarse en inmoralidades.

Hay quienes entienden que la Procuradora General de la República, Miriam Germán, parece ser una presa de los grupos que apoyan a esos fiscales corruptos.

De acuerdo a lo que ha trascendido en el escenario hay una procuradora adjunta que tiene mucho futuro en la carrera judicial que sirve de madrina de esos miembros del Ministerio Público para cometer todo tipo de tropelías.

No parece que esta descomposición del Ministerio Público pueda mejorar porque los corruptos pueden más que los que están sanos.

Los únicos perdedores con la situación planteada son los ciudadanos y ciudadanas dominicanas en sentido general, porque están expuestos a cualquier situación que puede afectarles a ellos y a sus familiares.

La verdad que las cosas no son como se ven.

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Opinión

No todo se resuelve con impuestos

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Por Miguel Guerrero

Cuesta entender las razones por las cuales los dirigentes de los países en desarrollo, como el nuestro, se resisten a aprender de las experiencias de las naciones ricas en materia de economía. La mayoría de esos países han tenido la fortuna de darse gobiernos con un sentido amplio de las realidades, que en situaciones difíciles, han asumido la responsabilidad de tomar a los toros por los cuernos.

Ronald Reagan, por ejemplo, comprimió el gasto público, achicó así el papel del gobierno, mientras reducía los impuestos. El resultado no se hizo esperar. La economía norteamericana comenzó a crecer y el nivel de vida de los estadounidenses mejoró. En más de una ocasión, la Junta de Reserva Federal de los Estados Unidos ha bajado las tasas de interés para impulsar la dinámica económica. El dinero deja de ser una mercancía de lujo, los préstamos se abaratan y la gente dispone así de mayor accesibilidad a préstamos para adquirir vivienda y resolver otras necesidades familiares o de sus empresas. Idénticas fórmulas han sido ensayadas con éxito en muchos otros países en distintas oportunidades.

En el nuestro, en cambio, la tendencia ha sido siempre la de resolver los problemas nacionales con más impuestos y préstamos onerosos que comprometen seriamente las finanzas públicas. Una y otra vez depositamos la suerte del manejo de los conflictos y las precariedades económicas del sector público en más y más leyes impositivas que sólo consiguen engordar la burocracia e inflar el gasto público, y empobrecen aun más a la población sin lograr el objetivo de mejorar las condiciones del país.

Se cree que al enriquecer al Estado, las cosas serán más fáciles. Con ello apenas se consigue el empobrecimiento de los ciudadanos, que ven así cómo la gula fiscal de los gobiernos acaba por mermar sus recursos, agrava sus penurias y hace mucho más difícil la solución de sus problemas particulares.

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Opinión

La Constitución y el Desafío del Verdadero Bienestar Social

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Por Isaías Ramos

En un acto de promulgación de las nuevas reformas a la Constitución, que debió haber sido solemne, el presidente proclamó que “una Constitución no está hecha solo con frías palabras técnicas sobre un papel, sino que es, sobre todo, el alma de un pueblo.” También afirmó que “la Constitución es la brújula de nuestra democracia, el espíritu que nos une y nos eleva.” Sin embargo, estas palabras resultan un eco vacío frente a la cruda realidad de sus acciones.

Una Constitución debe ser más que un simple documento; debe encarnar las aspiraciones y los derechos fundamentales de su pueblo. Hoy vivimos una profunda disonancia entre los principios constitucionales y las políticas de este gobierno y de aquellos que le precedieron.

En lugar de orientar hacia el bienestar social y económico, somos testigos de un modelo neoliberal extractivista que prioriza el crecimiento económico sobre el bienestar colectivo, privatiza las ganancias y socializa las pérdidas, ignorando flagrantemente el espíritu de la Constitución y las necesidades de quienes debería servir.

Bajo esta administración, los derechos económicos y sociales consagrados en nuestra Constitución han sido brutalmente vulnerados. Las reformas fiscal y laboral impulsadas e introducidas en el Congreso por el poder ejecutivo están y estaban claramente diseñadas para beneficiar a unos pocos —los grandes intereses corporativos— mientras millones de ciudadanos lidian con la miseria y el sufrimiento diario. Esto no solo es inaceptable; es una traición a la promesa constitucional de garantizar condiciones dignas para todos.

El discurso oficial puede referirse a una «brújula» democrática, pero debemos cuestionar quiénes son realmente los beneficiarios de este rumbo. Al hablar del “espíritu” que une a la nación, es imperativo preguntarnos si ese espíritu incluye a los marginados por el modelo impuesto o si solo refleja los intereses de una élite privilegiada.

La verdadera esencia de una democracia reside en su capacidad para escuchar y atender las demandas del pueblo. Sin embargo, lo que hemos observado hasta ahora es una desconexión alarmante entre el gobierno, la Constitución y la ciudadanía. La promesa constitucional se convierte en retórica vacía cuando, día tras día, se ignoran los principios del Estado Social y Democrático de Derecho y las voces que claman por justicia económica y social.

En este contexto crítico, es urgente reafirmar nuestro compromiso con los principios fundamentales de nuestra Constitución. Exigimos acciones concretas, no solo palabras grandilocuentes. Es momento de recordar a las élites que nos gobiernan que su mandato conlleva una responsabilidad ineludible hacia todos los ciudadanos, sin excepción.

Al final del día, “el alma” mencionada por el presidente reside en cada uno de nosotros: trabajadores luchadores, familias que se esfuerzan por salir adelante e individuos comprometidos con construir un futuro mejor para las próximas generaciones.

Por ello, en el Frente Cívico y Social hacemos un llamado urgente a reorientar nuestro camino hacia uno en el que prevalezcan la justicia social, la igualdad y el respeto por nuestros derechos económicos como pilares inquebrantables dentro del marco constitucional.

En el FCS creemos firmemente que solo así podremos forjar una democracia auténtica, donde nuestras vidas sean valoradas más allá del simple crecimiento económico impuesto desde arriba. La verdadera brújula debe guiarnos hacia una sociedad inclusiva, donde cada voz cuente y sea escuchada, porque esa es la esencia del pacto social: gobernar para todos.

Despierta, RD.

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