Por Rosario Espinal
La segunda vuelta se estableció en la Constitución de 1994 para celebrarse si ningún candidato presidencial alcanzaba el 50+1 de los votos en la primera vuelta. O sea, es real, no fantasía.
Pero una cosa es que exista constitucionalmente y otra que se produzca.
En los últimos tres años he escuchado muchos opinantes decir que en el 2024 seguro habrá doble vuelta. Incluso la alianza opositora Rescate RD se ha basado en ese supuesto y estableció que quien quedara en segundo lugar apoyaría al tercero.
El argumento socorrido por los proponentes de esta idea es que hay tres partidos (PRM, PLD y FP) con capacidad de competir electoralmente; por tanto, ningún candidato alcanzará el requerido 50+1.
¿Cómo se genera la fantasía de la segunda vuelta?
Cuando algún partido considera que no ganará en la primera y propaga que habrá una segunda para colocarse en la tómbola electoral, no importa lo que indiquen las condiciones políticas.
En el 2020, el PRM y la FP propagaron la idea de que habría segunda vuelta porque no se creían ganadores en la primera. Fue después del colapso de las computadoras en las elecciones municipales que el PRM tomó confianza de que podía ganar en primera vuelta y abandonó el tema de la segunda vuelta.
El PRM tiene la ventaja porque cuenta con mayor capacidad de movilizar su electorado. Está unido y en el poder.
Para el 2024, es la FP y el PLD que han propagado la idea de una segunda vuelta.
La realidad es que no hubo segunda vuelta en el 2020, y para mayo 2024, la proyección es que difícilmente la habrá.
La relevancia de este tema no es simplemente de construcción de escenarios políticos, sino que la fantasía puede llevar a estrategias electorales equivocadas, como supongo estarán evaluando después de las elecciones municipales los partidos de la alianza opositora.
Reunificar en estos momentos el peledeísmo es prácticamente imposible, pero de haber asumido la FP y el PLD que la política electoral dominicana no es proclive a la segunda vuelta, tal vez hubieran escogido mejores estrategias.
Que la política electoral dominicana no es proclive a la segunda vuelta es fácil de demostrar. Desde que se estableció en la Constitución de 1994, solo se ha realizado en 1996, nunca más. Esto significa que los dominicanos se han acostumbrado en casi 30 años a decidir en primera vuelta quien gobierna el país.
Para que esa costumbre cambie tienen que darse condiciones especiales, como las de 1996, cuando había un real tripartidismo (PRSC, PRD, PLD), aunque fuera efímero. Ninguno podía construir mayoría electoral solo al 50+1.
La situación actual con el PLD y la FP es que no tienen base electoral diferenciada. Representan la misma franja electoral dividida en dos facciones desde fines de 2019. Esa división no solo dificulta el crecimiento de ambos partidos, sino que también desmotiva a su masa votante.
En este contexto el PRM tiene la ventaja porque cuenta con mayor capacidad de movilizar su electorado. Está unido y en el poder.
Pensar en segunda vuelta como estrategia electoral en estas condiciones es muy riesgoso.