Cuando un partido o candidato contrata una compañía encuestadora lo hace para buscar resultados que le satisfagan.
Son números que necesariamente no obedecen a la verdad, porque los encuestadores pueden lograr con preguntas dirigidas o manipuladas colocar a su cliente en una posición privilegiada.
Exactamente eso es lo que recibe como nombre guerras de las encuestas, porque nadie puede poner en duda que un aspirante a cualquier posición electiva logre ser buen visto desde que se publica una encuesta que lo ubica popularmente bien.
Sin embargo, todo el mundo sabe que ese posicionamiento puede que no obedezca a la verdad, porque en las guerras de las encuestas se manipulan los resultados o por lo menos se buscan las respuestas deseadas.
Las compañías que se dedican a este tipo de trabajo científico, si carecen de seriedad, pueden crear mucha confusión y manipular al elector para que se incline por una opción que no es necesariamente la que tiene mayor apoyo electoral.
Las guerras de las encuestas es como decir que ha llegado el momento de que estas empresas que se dedican a estas mediciones hagan su cosecha, ya que se ofrecen al mejor postor.
Pero hay que reconocer que hay empresas encuestadoras, sobre todo extranjeras, que cuidan su reputación y su credibilidad, porque esas condiciones son causas más que suficiente para ganar mucho dinero durante toda la vida.
Ahora misma en la República Dominicana la compañía con mayor reputación es la Gallup,
de procedencia norteamericana, cuyas mediciones son esperadas por todo el mundo y sus resultados son considerados como un hecho.
Por eso las encuestas de Gallup`, que se publica en el país contratada por el periódico Hoy, genera mucho dolor y tristeza en los políticos que siempre aspiran a tener una posición importante en términos de aceptación popular o electoral en esas investigaciones.
El asunto es que la Gallup gana mucho más dinero con su trabajo serio y hecho sobre la base de la verdad, que venderse al mejor postor, ya que su imagen le permitiría ganar dinero toda la vida, mientras que cuando trabaja para favorecer a un partido o aspirante sólo tiene beneficios pecuniarios tal una vez o varias veces, pero a partir de ahí ya no es buscada por el que paga en esas guerras de las encuestas, porque probablemente haya perdido su credibilidad.
Vista esta realidad, fuera definitivamente ideal que la Junta Central Electoral regule con sanciones severas a las encuestadoras que se compruebe que alteran los resultados de sus mediciones para complacer a sus clientes que pagan por ellas para dar la impresión de que pueden ganar unas elecciones o cuando menos que les permita competir en los primeros lugares de la contienda electoral.
Sería una buena medida para contrarrestar muchas invenciones con las que juegan las compañías encuestadoras, pero que en realidad esta mentira se convierte en una retranca para el sistema democrático y además refuerza en República Dominicana la cultura de la estafa electoral