Por Nelson Encarnación
La lucha por el poder es una batalla diaria en la cual se impone la concepción de que, en lo electoral, es una extensión de la guerra, pero sin armas, donde algunos teóricos han postulado la tesis de que cualquier recurso es válido.
Más aun, quien detenta el poder hará lo que sea necesario para conservarlo, partiendo del criterio de que el primer deber de todo lo que existe es seguir existiendo.
Al abordarlo, uno de los primeros autores en hacerlo, Friedrich Nietzsche, definía el poder como una ambición humana y una continua búsqueda de fórmulas para conservar aquello que se tiene, ya que lo conquistado no se puede mantener si tan solo se quiere conservar, sino que hay que luchar por ello.
Max Weber fue más lejos aún, al definir esa lucha: “El poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad”.
Conforme estos postulados, el poder es una fuerza que se ejerce para lograr un objetivo o para conservar ese objetivo ya logrado.
De su lado, Michel Foucault describe el poder como una relación que se produce entre partes en todos los estamentos de la sociedad, la que ha sido, y es, la principal fuerza que estructura el orden social.
Otro señalamiento del notable intelectual francés se refiere a que “la naturaleza de las relaciones de poder se ha transformado de forma considerable, desde el ejercicio de la fuerza para su consecución y mantenimiento, a sistemas de control basados en la disciplina”, entre otros factores.
Pudiéramos citar a una infinidad de autores que han ahondado en los factores determinantes de la lucha por el poder, pero es imposible hacerlo en un espacio tan breve.
Sin embargo, el objetivo es resaltar el criterio de estos autores en el sentido de que el poder es lo que se puede definir como una manzana envenenada, de la cual, aun a sabiendas de sus posibles efectos letales, nadie rehúsa la posibilidad de conseguirlo y, sobre todo, conservarlo si ya se tiene.
Con ocasión de los procesos abiertos por el Ministerio Público contra antiguos funcionarios y allegados del Gobierno pasado, el principal argumento del Partido de la Liberación Dominicana es que se trata de una persecución política y principalmente, el interés de la destrucción de esa formación.
No estamos tan seguros de que el interés del Gobierno actual sea la destrucción del PLD. Ahora bien, de lo que estamos claros es que se trata de la lucha por el poder, donde el PLD, al ser un factor, por consiguiente, es también un objetivo.