Por Narciso Isa Conde
El gran capital no está hecho para satisfacer necesidades humanas, sino para fundamentalmente para obtener las mayores ganancias, expandirse y dominar
Los ejemplos sobran, pero este engrifa los pelos.
En 1996 el gigante farmacéutico Pfizer habría cometido un genocidio en Nigeria.
En medio de una epidemia de meningitis ensayó un nuevo medicamento en 200 niños/as afectados/as por la enfermedad, murió la mayoría y el resto quedó gravemente afectado, incluso con deformaciones físicas.
El ensayo se hizo sin comunicárselo a sus familiares y sin la autorización del Comité de Ética de Nigeria, es decir, en la más completa ilegalidad; lo que más tarde dio lugar a una demanda del Estado federal nigeriano por 7 mil millones de dólares, que serían destinados a acciones de reparación a los familiares de las víctimas.
El caso tiene una clara connotación racista y un fondo criminal: niños/as negras fueron usados como “conejillos de India” o como “ratones de laboratorios”, aprovechando esa epidemia; y no es casual que salga a relucir ahora a raíz de las bochornosas conductas de las grandes corporaciones farmacéuticas -incluida Pfzer, Astrax Zeneca, Moderna y las del paquete de la OMS- dentro del tema de las vacunas anti-Covid.
Las vacunas contratadas, parcialmente pagadas, no han llegado a los países empobrecidos porque se privilegia la venta a sobreprecio (¡especulación!) a los países súper-ricos y éstos a su vez prohíben la exportación de las vacunas hasta tanto no sea vacunada toda su población. Es el caso de nuestra República Dominicana.
La perfecta combinación entre los gigantes un dinero que brota de la explotación y la estafa a los pueblos empobrecidos. La indignación ha crecido tanto que, hasta la OMS, que sabía que eso iba a ser así y lo calló, ha tenido que protestar para salvar las apariencias.
A manera de ejemplo el Gobierno dominicano contrató en términos onerosos con Pfizer casi ocho millones de vacunas, y no ha llegado una sola. Con Astrax-Zeneca contrató 20 millones de unidades, le adelantó 8 millones de dólares y no ha llegado nada, porque las 30 mil recibidas con esa marca fueron compradas a otra firma comercial en la India.
Los chinos, sin embargo, con los que no se había contratado nada, salvaron al Gobierno de un engorroso tranque. Los despreciados por miedo a Estados Unidos le dieron una tierna galleta sin mano a esta gobernación de colonia estadounidense.
Solo sorprende a los tontos, ni siquiera a los sinvergüenzas, que quien decidió actuar así en Nigeria, no sería capaz de hacer lo que está haciendo con la Covid-19.
El desprecio de los imperios de la superioridad blanca hacia los países colonizados, es medular. ¿Y acaso no lo sabían las autoridades dominicanas y de muchos otros países dependientes? Si la respuesta es no, su ineptitud es grave; y si es sí, entonces la cosa es peor.
La colonialidad del pensamiento de no pocos gobernantes parecidos al Presidente dominicano, Luis Abinader, es tan fuerte y en nuestro caso llega al colmo de ser tan perjudicial que, bajo presiones estadounidense, el Estado dominicano ha incurrido en el distanciamiento político-diplomático respecto a Cuba en un tema tan sensible como el de la cooperación para enfrentar la pandemia.
De esa manera se ha privado al pueblo dominicano de la valiosa experiencia y gran eficacia de Cuba, que, con su generosa solidaridad, pudo reducir sensiblemente el impacto de esta tragedia, que se aproxima a los 3,300 fallecidos, una cifra que duplica el total del Caribe Insular.
¡También esta manera de provocar sufrimientos, junto a todas las demás, disfruta de la más absoluta impunidad!