La Ley de Partidos excluyó las vallas y a los medios de comunicación de masas convencionales en la promoción de los aspirantes a cargos electivos en la pre-campaña electoral, pero el legislador incurrió en el error de incluir a las redes sociales, lo cual generó una discriminación en contra de los primeros.
La medida tomada por el Congreso Nacional generó una pasible anulación mediante un recurso de inconstitucionalidad por discriminación en contra de los medios de comunicación convencionales, como los periódicos, la televisión y la radio.
Y exactamente así ocurrió, la Asociación Dominicana de Radiodifusoras (ADORA) recurrió al Tribunal Constitucional y logró lo que sólo estaba a la espera de un recursosde los que proporciona la ley en estos casos.
Pero en el fondo la preocupación del legislador no era mala, porque la verdad es que con el uso de los medios de comunicación de masas durante la pre-campaña, ocurre regularmente que los candidatos o aspirantes saturan a la gente de una campana atosigante, inaguantable e indigerible.
Además, los aspirantes vinculados al Gobierno usan abusivamente los recursos públicos en favor de sus candidaturas, constituyéndose en un grave problema en un país con tantos deficits fiscales, corrupción generalizada y un gasto público que se traga cualquier presupuesto, porque la nómina del Estado responde más que a la eficiencia al clientelismo que prevalece en el sistema político nacional.
Si el legislador se hubiera asesorado o no hubiera conocido con tanta prisa el proyecto de ley de partidos políticos, tal vez hoy no se sufriera una campaña tan consistente y asfixiante del candidato del Palacio Nacional, Gonzalo Castillo.
El quiere decir en sus promociones televisivas lo que no puede expresar en las entrevistas o en otras formas de vender sus aspiraciones, porque no puede articular bien ni siquiera una respuesta a las preguntas que surgen en los medios de comunicación social.
En otras palabras, el Estado tiene que pagar la cuaba de un capricho de Danilo Medina como una forma de contrarrestar la candidatura presidencial de su contrincante, Leonel Fernández, por lo que la inversión económica pública en esta figura sin propuestas constituye una verdadera barbaridad.
En el caso de Leonel la historia es totalmente diferente, porque tampoco acude a los medios a explicar su proyecto político en virtud de que a diferencia de Gonzalo Castillo puede articular bien un discurso, pero sus palabras ya no son creibles porque es mucha espuma y poco chocolate.
La otra cosa es que Leonel jamás podrá contar con los recursos, por mucho que tenga para competir con el pago de publicidad en los medios, sobre todo ahora que se comenta que su protegido Félix Baustista dice no tener dinero para invertir en la campaña, pese a que se sabe de más que cuando fue sometido a la justicia por corrupción se le atribuía una fortuna que superaba los 27 mil millones de pesos.
De manera que ciertamente son dos pre-candidatos, una imagen, que es aquella cimentada sobre la base de lo mal hecho, y ambos son una negación de los anhelos de cambios de los dominicanos para tener una sociedad más habitable y convivible para todos.