De portada
La mirada de perredemístas es tan corta que caminan aceleradamente hacia el fracaso político.
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El Gobierno del presidente Luis Abinader y del Partido Revolucionario Moderno (PRM) tiene dos direcciones que podría llevarlos a un fracaso total en la administración del Estado, ya que mientras el jefe de Estado promueve una política exterior muy conservadora y que pretende vender una imagen muy diferente en el orden interno, sus funcionarios sólo se preocupan por unos intereses que no sobrepasan sus aspiraciones muy personales.
El Cambio como mucho llaman a la nueva administración pública no pasa de una simple sustitución de un nombre y un rostro por otro, es decir, de un funcionario peledeísta a uno perremeísta, pero ambos con la misma visión en lo que respecta al manejo del Estado.
Esos movimientos del jefe de Estado promueven la idea de que el Gobierno se acerca mucho a lo que muy bien se puede definir como un barco sin brújula, ya que vende la imagen de que carece de un plan para llevar por un rumbo diferente al país.
Muchas veces Luis Abinader da la impresión de que el zapato del Estado le ha quedado grande, aunque los desfalcos y las inconductas de los peledeístas lo legitiman y fortalecen en la presidencia de la República, máxime frente a la gran crisis de liderazgo que se observa en el escenario nacional.
El PRM no ha traído nada nuevo a la ciudadanía, a menos que no sea el estilo de Abinader de hablarle a la gente que difiere del pasado presidente Danilo Medina, pero que en el fondo no representa un giro sustancial en la forma de hacer política partidista en la República Dominicana.
La cuestión es que el PRM se dirige a un fracaso total en la administración del Estado, dado que sus principales cuadros tienen una mirada tan corta que se han encerrado en sus círculos más estrechos, están incomunicados entre sí y se han olvidado de los compromisos asumidos con los partidos aliados, la sociedad y con todo aquel que hizo un pequeño aporte para el llamado cambio y que no ha tenido la suerte de caer en gracia en una administración que parece que no va a llevar a buen camino al país.
El Gobierno de Abinader y del PRM es una repetición de los que encabezó el hoy natimuerto Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el cual ha terminado en un descrédito total con pocas posibilidades de recuperación, cuya conducta es reproducida por los dirigentes y funcionarios del llamado cambio.
La mayor parte de los funcionarios, sobre todo los ministros, se comportan como si hubieran sido escogidos para el puesto por toda su existencia, lo cual refleja las pocas posibilidades de que eso pueda cambiar, aunque podrían simular una rectificación cuando llegue nuevamente la campaña electoral para captar el voto de los incautos que no logran entender que ese tipo de comportamiento está asociado a su formación y el mismo no augura nada bueno para la nación.
La gran contradicción que caracteriza al Gobierno de Luis Abinader en algún momento lo ha proyectado como ultraconservador y en otros casos como medianamente liberal, lo cual sólo explica que no tiene una trayectoria clara que pueda generar credibilidad.
De lo que todo el mundo debe estar plenamente seguro es de que es muy difícil que se pueda operar un cambio en la conducta de los perremeistas, en razón de que no conocen de lealtad como resultado de su escasa formación política y de lo poco que entienden de la gran necesidad nacional de que las cosas sean diferentes.
El PRM para que cambie habría que hacerlo de nuevo y lamentablemente en el seno de esa organización no existe ninguna posibilidad de que sus actuaciones estén regidas por el respeto a la palabra empeñada, la lealtad y los sentimientos fundamentados en un profundo nivel de espiritualidad, sino que su forma de ver la vida siempre será extremadamente individualista en la que la solidaridad sólo existe cuando de demagogia y engaño ciudadano se trata.
En este caso es aplicable la expresión que dice que árbol que nace torcido, nadie, absolutamente nadie ni nada, lo endereza.