Por Rosario Espinal
Ningún modelo de repostulación se adapta bien en este país ante los afanes de los presidentes dominicanos de quedarse en el poder o volver. Todos los modelos tienen pro y contra. Escoger el mejor para este país y dejarlo perdurar es el reto. Veamos brevemente estos cuatro.
1-La repostulación indefinida favorece el postulado de que el pueblo es soberano y siempre debe estar bajo su decisión reelegir o no a un gobernante. El problema es que quien gobierna siempre lleva ventaja, excepto si lo hace mal y hay gran deseo de votar en contra.
2-La no repostulación es el mejor remedio contra el continuismo; pero en la práctica, cuatro años es poco tiempo para ejecutar un plan de gobierno. El primer año se va aprendiendo y el último despidiendo.
3-La repostulación no consecutiva con un período de espera da la impresión de eliminar la reelección, pero en la práctica es maligna. Mantiene a los expresidentes atentos a volver cuatro años después de haber dejado el poder.
4-Una sola repostulación es un sistema bien probado en los Estados Unidos. Limita el tiempo de gobierno a ocho años, suficiente para mostrar una ejecutoria gubernamental, y da la oportunidad de sacar un gobierno indeseado en cuatro años. El defecto, para quienes buscan mayor permanencia en el poder, es que inhabilita a los presidentes después de gobernar.
«…ninguno de los últimos tres presidentes ha querido aceptar la “castración electoral”. ¡El terror!
La República Dominicana ha probado suerte con estos cuatro sistemas en distintos momentos del postrujillismo. El más longevo fue la repostulación indefinida que duró de 1966 a 1994.
Ya en los primeros 19 años de este siglo, la Constitución dominicana se ha modificado tres veces, y en todas se ha cambiado el modelo de repostulacion. En el 2002 y 2015 se estableció la repostulación consecutiva por un solo período para habilitar de manera inmediata a Hipólito Mejía y a Danilo Medina, y en el 2010 se reintrodujo la repostulación no consecutiva para habilitar a futuro a Leonel Fernández.
Esto indica que ninguno de los últimos tres presidentes ha querido aceptar la “castración electoral”. ¡El terror!
El caudillismo no es simplemente un asunto personal, como postularían los análisis que se enfocan en las figuras políticas. Es expresión de que, en torno al Estado, se forman grupos de intereses, hoy en día amplios, que ven peligrar sus beneficios si cambia el presidente. Esos grupos inflan las expectativas de los presidentes para permanecer en el poder más allá del tiempo inicialmente establecido en la Constitución, o promover su retorno.
No sé si se va a cambiar próximamente la Constitución. Pero si sucede, es vital que los dirigentes políticos y los legisladores consideren seriamente, sin estridencias ni discursos huecos, las mejores opciones para escoger un modelo de repostulación que perdure en el tiempo y se ajuste a la situación dominicana. No se debe cambiar constantemente la Constitución.
Considero que el mejor modelo es el de una sola repostulación. Ocho años consecutivos es un buen tiempo para mostrar logros en un gobierno.
Pero si la inhabilitación posterior es intolerable para los políticos dominicanos, entonces, para frenar los cambios constitucionales constantes, debe considerarse un sistema que permita una repostulación inmediata (un máximo de ocho años de gobierno), y luego, una espera de por lo menos dos períodos (ocho años) para una subsecuente repostulación.
Además, el modelo elegido para el nivel presidencial debería también utilizarse en todas las posiciones electivas. Hay que terminar con las aspiraciones vitalicias.
Artículo publicado originalmente en el periódico HOY