Por José Cabral
A sólo horas de que se vaya el año 2022, la gente habla de sus expectativas con el 2023, muchas de las cuales se constituyen como en una repetición de lo que se esperaba del que está punto de irse.
Cada año que está a punto de llegar es impactado por una serie de vaticinios que generalmente no se ajustan a lo que de seguro ocurrirá hasta por razones culturales.
El 2023 no parece que vaya a ser un año de grandes logros, porque en un país como la República Dominicana todo, absolutamente todo, está determinado por la politiquería y otros asuntos que son parte del comportamiento regular y normal de la gente.
Es decir, que para hablar de la economía nacional habría necesariamente que repetir que en el 2023 habrá crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), pero sin una mejoría de las condiciones de vida de los trabajadores y del pueblo en general.
Igual hay que decir necesariamente de otras falencias de la sociedad dominicana, como por ejemplo, la falta de institucionalidad, que es la causa de fenómenos como la corrupción y la impunidad, cuyas desgracias nacionales no es posible que cambien durante el año que está ahora de nacer.
Sin embargo, las expectativas que se crean con la llegada de un nuevo año son importantes que se produzcan, porque, aunque no ocurran grandes cosas en bien del país, por lo menos ello le da sentido a la vida y mantiene a la gente en una dinámica de creencia en un futuro mejor.
El 2023 en muchas cosas será igual que el que se fue, porque hay cuestiones que no se cambian sólo con el deseo, sino con un trabajo consistente y consciente para producir las transformaciones que necesita la nación.
Pero nadie que se llame a engaños y que no pretenda que problemas que tienen una explicación profundamente cultural vayan a cambiar con la llegada de un nuevo año, sino mediante la sustitución de los paradigmas que sirven de base a la sociedad.
No podrá el ciudadano crearse expectativas de que fenómenos que marcan la desgracia nacional como la corrupción y la impunidad, las cuales no se resuelven en doce meses y ambas explican muy bien los tropiezos que confronta el país, vayan a desaparecer durante el próximo año, máxime si no se trabaja sin descanso para que así ocurra.
Definitivamente, es imposible que ello pueda ser de esa manera, sobre todo cuando los mismos ya forman parte de una cultura nacional y en consecuencia son asuntos del diario vivir de los dominicanos.
De cualquier modo, no queda otra opción que hasta por una cuestión de optimismo esperar que el año que está apenas a horas de entrar sea más fructífero para todos y cada uno de los dominicanos.