Opinión

Los cazadores de Santo Domingo

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Por Melvin Mañón

La imbecilidad proporciona una apariencia de vida más confortable y como recientemente señalara Bryan Cox: la mayor amenaza a la paz mundial procede de la imbecilidad de los políticos y añadiría yo ahora, de la complicidad de los medios de comunicación.

En la calle Montgomery de la ciudad de Savannah, Georgia al sureste de los Estados Unidos, un monumento, al centro de un parque, recuerda y honra los aportes de los cazadores de Santo Domingo a la guerra por la independencia de los Estados Unidos. En el año 1799, un número impreciso de negros libres procedentes, según el monumento “de la isla de Haití” desembarcaron en la costa de Georgia y trataron de liberar a Savannah de los ingleses que habían perdido las 13 colonias del norte pero conservaban otras en el sur. Entre esos negros, el monumento recuerda un dato: el tambor de los cazadores que marcaba el paso de las acciones de guerra durante el combate, estaba en manos de un jovenzuelo nombrado Henry Christophe que años más tarde se convertiría en uno de los dirigentes de la revuelta haitiana y, ungido como rey, gobernaría sobre la antigua colonia francesa.  No conocía ese hecho histórico pero el monumento en su honor me hizo recordar dos cosas.

Los negros haitianos de finales del siglo XVIII, muchos de ellos africanos, explotados y abusados se rebelaron y su lucha produjo uno de los resultados más increíbles y desconcertantes de la historia americana. Haití fue proclamada independiente el primero de enero de 1804, antes que todos los demás países del continente con la sola excepción de las colonias norteamericanas. Pero esa república fundada por Jean Jacques Dessalines en plena época de monarquías era una república negra en un mundo de blancos y esos negros hasta poco tiempo atrás habían sido esclavos así que habían incurrido en un crimen doble, romper las cadenas de la esclavitud y además hacerse con el poder. Para la humanidad, la revuelta haitiana significó un enorme, extraordinario paso de avance pero para los blancos de entonces, los gobiernos de la época, las potencias consagradas y el llamado establishment la independencia de Haití fue una verdadera catástrofe que arruinó la colonia más rica del mundo de entonces, derrotó al ejército napoleónico y bañó la isla de sangre. Por todos los daños, las muertes ocasionadas y los abusos cometidos Francia nunca ha pagado reparaciones ni indemnizaciones de guerra al pueblo haitiano. Empero, es otra cosa a la que quiero referirme ahora.

Los cazadores de Santo Domingo como todos los negros de entonces que se rebelaron  fueron denunciados y tratados como terroristas; recuerdan a los Mau Mau de Kenya, a los Huk de Filipinas y a los que, en todas partes y a decir verdad, han luchado contra los otros terroristas, los que imponían e imponen desde el Estado esas prácticas. Nelson Mandela fue acusado y condenado como terrorista, exactamente igual que nuestra época hace con los talibanes de Afganistán, mas tarde con Al Qaeda, ahora con el califato islámico y durante muchos años con la resistencia palestina tanto la laica de Al Fatáh como la islamizada de Heszbolláh y Hamás. Y no es que no hayan cometido actos de terrorismo o que incluso y durante un tiempo hayan caído en prácticas sistemáticas calificables de terrorismo pero si observamos con cuidado, siempre encontraremos un patrón: los de arriba acudieron al terrorismo mucho antes que los de abajo y de hecho, fue el terrorismo de los de arriba lo que desató el terrorismo de los de abajo. Pero es preferible no entender estas cosas. La imbecilidad proporciona una apariencia de vida más confortable y como recientemente señalara Bryan Cox: la mayor amenaza a la paz mundial procede de la imbecilidad de los políticos y añadiría yo ahora, de la complicidad de los medios de comunicación.

Mike Benson, un viejo amigo americano pero totalmente aplatanado, me ha sugerido agregar a manera de aclaración lo siguiente: Francia primero impuso a Haití una indemnización grosera para supuestamente compensar a los dueños de plantaciones por las pérdidas sufridas. Esa “multa” fue de 150 mil francos oro posteriormente reducida a 90 mil que era una fortuna descomunal y obligó a los haitianos a empobrecerse aun más de lo que ya estaban para pagar. Fue la primera vez que el ganador de una guerra tuvo que pagar indemnización al perdedor.

Muchos años después, ya en el siglo XXI, Jean Bertrand Aristide siendo presidente de Haití tramitó una demanda contra Francia por unos 25 mil millones de dólares como restitución debida al pueblo haitiano. Francia ignoró el reclamo, las grandes potencias, sobre todo EEUU se alinearon con ella respaldándola y se cree que ese reclamo jugó un papel en la decisión corporativa e imperialista de destituir a Aristide de la presidencia.

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