Por José Cabral
El Gobierno de los Estados Unidos pone regularmente en una lista negra a todo aquel que expresa su preocupación porque se lesione la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
Es una vergüenza que la nación más poderosa del mundo, la democracia que debe servir de ejemplo a todos los pueblos del planeta, se resienta cuando se enarbolan los principios de independencia, soberanía y autodeterminación de las naciones libres del mundo.
Decía Benito Juárez que el respeto al derecho ajeno es la paz, porque sólo habría que tomar como punto de referencia que pasaría sin un ciudadano es obligado por su vecino a hacer lo que a él le venga en gana.
Sin lugar a dudas, que una situación como esa degeneraría en violencia, porque nadie debe decirle a su vecino cómo se vista y qué debe comer su familia.
Sin embargo, es más grave aún que semejante situación se produzca de una nación a otra, ya que incluso el respeto a estos principios generan paz y en consecuencia es lo que les da sentido a organizaciones como la de las Naciones Unidas (ONU) y la de Estados Americanos (OEA), de cuya carta es signatario los Estados Unidos.
En un mundo multipolar como el actual, los Estados Unidos no puede ver con malos ojos aquellos que abogan por la independencia, la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, porque pensar de otra manera es justificar, por ejemplo, la abusiva e insensata invasión por parte de Rusia a Ucrania.
Pero lo propio habría que decir si se produjera una intervención armada de cualquier otra potencia en contra de un pueblo libre y soberano, lo cual constituye una grave lesión a su dignidad.
Poner en una lista negra a todo aquel que exprese su opinión sobre estos importantes valores implica justificar las invasiones militares como la ocurre en estos tiempos en contra de una nación soberana como Ucrania.
Igual repudio debe generar aquellas intervenciones que promueve los Estados Unidos en contra de pueblos como el haitiano, aunque la intención sea ayudar a este país a salir de su grave crisis institucional, política y económica.
La verdad que no se puede jugar con una doble moral que representa una forma de justificar lo injustificable e incluso aquellas acciones que son rechazadas por prácticamente todos los países del planeta.
No hay forma de justificar una lista negra para el que mide con la misma vara a los que se dedican a lesionar la condición de nación libre y soberana que tienen todos los Estados, aunque sea sólo en el papel.
Es de primer orden que las embajadas y los consulados de los Estados Unidos abandonen la práctica de castigar a periodistas y otros ciudadanos que abogan por el respeto de los principios de independencia, soberanía y autodeterminación de los pueblos, porque esa conducta justifica los que otros hacen de una forma arbitraria y abusiva en contra de países hermanos.