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Los estadounidenses más ricos viven menos que los europeos de menos recursos

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Un estudio confirma que en cada lugar los adinerados viven más que los pobres y que las diferencias entre clases sociales son mucho más acusadas en EE UU

En una ciudad como Madrid, los hombres viven, de media, tres años más en el barrio de Chamartín, de mayor poder adquisitivo, que en Puente de Vallecas, uno con menos. La tendencia es similar en todo el mundo, porque la capacidad económica se correlaciona con el estado de salud y la esperanza de vida. Sin embargo, según acaba de publicar el New England Journal of Medicine, esta tendencia cambia cuando se comparan a ricos y pobres de EE UU y Europa.

El estudio, liderado por Irene Papanicolas, directora del Centro de Sostenibilidad del Sistema de Salud de la Escuela de Salud Pública, tomó como muestra a 73.000 estadounidenses y europeos de entre 50 y 85 años. Se les siguió desde 2010 para observar cuál era el efecto de la riqueza en la probabilidad de morir de un individuo. En primer lugar, se vio que, tanto en EE UU como en Europa, los ricos vivían más que los pobres, aunque la brecha era mucho mayor en el país norteamericano.

Ese dato coincidía con estudios anteriores, que muestran que los ricos viven más, pero, cuando la comparación se realizó entre continentes, el resultado fue más sorprendente. Las tasas de mortalidad en todos los niveles de riqueza de EE UU eran mayores que en las regiones europeas incluidas en el estudio. Los estadounidenses más ricos tenían menor esperanza de vida que los europeos más ricos y no superaban la de los más pobres de algunos países europeos como Alemania, Francia o Países Bajos.

En una nota de su institución, Sara Machado, investigadora de la Universidad Brown y coautora del estudio, plantea que sus hallazgos son una cura de humildad para EE UU y una llamada a la acción para los responsables de las políticas que pueden mejorar la salud en aquel país. “Si miras a otros países, tienen mejores resultados y eso significa que podemos aprender de ellos y mejorar”, afirma. “No es necesario gastar más, se trata de abordar los factores que estamos pasando por alto y podrían darnos mayores beneficios de lo que pensamos”, concluye.

Según el estudio, el 25% más rico de los individuos presentó una tasa de mortalidad un 40% menor que la de aquellos en el cuartil más pobre. Además, los participantes europeos murieron a tasas aproximadamente un 40% menores que los de Estados Unidos durante todo el período de estudio. En el caso de Europa del Sur, las tasas de mortalidad estimadas fueron un 30% más bajas que las de los participantes estadounidenses, mientras que en Europa Oriental las tasas de mortalidad fueron entre un 13% y un 20% menores en comparación con EE UU.

Parece que hay gente muy pudiente que no tiene acceso a un sistema sanitario tan completo como el europeo

Miguel Ángel Martínez Beneito, autor principal del Atlas Nacional de Mortalidad en España

Estos datos proporcionan más información para entender por qué en los últimos años, en el país más poderoso del mundo y de donde salen los principales avances científicos y médicos del planeta, la esperanza de vida se está reduciendo.

Papanicolas reconoce que “existen muchas diferencias que observamos entre Estados Unidos y Europa, pero no está claro cómo explican las ventajas en salud de los europeos sobre los estadounidenses”. El estudio observó que muchos de los determinantes asociados con una mayor supervivencia, como tener educación universitaria, no fumar o estar casado, se concentran más en el 25% más rico de los estadounidenses, algo que explicaría la gran diferencia en esperanza de vida entre ricos y pobres en aquel país. En Europa, factores como la educación o el tabaquismo están distribuidos de manera más equitativa.

“La riqueza puede influir en la salud al afectar el acceso a la educación, las oportunidades laborales, la atención médica y las redes sociales, todos ellos factores importantes para predecir la salud”, apunta la investigadora. “Posiblemente, la red de protección social más generosa en Europa también ejerce un efecto protector en la supervivencia de quienes tienen menos recursos y la posición de la riqueza importa menos en general”, añade. “Este hallazgo nos indica que, aunque la riqueza está vinculada a la salud en todas partes, en Europa, especialmente en el norte y el oeste, se necesita menos riqueza para lograr una mejor supervivencia que en Estados Unidos”, resume la investigadora.

Para los investigadores, sus resultados nos recuerdan que, incluso los estadounidenses más pudientes, no están protegidos de problemas estructurales del país que están influyendo en el empeoramiento de la salud y la reducción de la esperanza de vida, como la desigualdad económica, el estrés, la mala alimentación o los riesgos medioambientales. “Si queremos mejorar la salud en EE. UU., necesitamos comprender mejor los factores subyacentes que contribuyen a estas diferencias, especialmente entre grupos socioeconómicos similares, y por qué se traducen en distintos resultados de salud entre países”, afirma Papanicolas.

Miguel Ángel Martínez Beneito, autor principal del Atlas Nacional de Mortalidad en España, resalta que lo más llamativo del trabajo que publica este miércoles New England Journal of Medicine es la transversalidad de la mortalidad en EE UU en todos los grupos económicos. “Esto quiere decir que ese exceso de mortalidad va más allá de cuestiones económicas, porque parece que hay gente muy pudiente que no tiene acceso a un sistema sanitario tan completo como el europeo o que está expuesta a factores de riesgo acumulado superiores a los de los europeos”, señala Martínez Beneito. “Ahora deben abrir líneas de investigación para saber qué factores explican los datos y cómo mejorar el acceso a una vida más saludable para toda la sociedad estadounidense”, añade.

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Análisis Noticiosos

Digitalización, la clave de las empresas para aumentar su eficiencia y minimizar fraudes

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Automatizar procesos en el gasto de las empresas, optimizar recursos y adoptar soluciones innovadoras permitirá a las compañías crecer con eficiencia en un mercado en constante evolución

México.-En el acelerado panorama empresarial actual, donde la tecnología está redefiniendo todas las industrias, la digitalización ha dejado de ser un diferenciador para convertirse en un requisito de supervivencia. Las organizaciones que hoy dudan en modernizar sus procesos financieros y operativos se arriesgan a quedar irrelevantes en un mercado que premia la agilidad y castiga la obsolescencia.

México enfrenta este desafío con particular urgencia. Según análisis del Foro Económico Mundial, las empresas que implementan soluciones digitales logran reducir sus costos administrativos hasta en un 25%, al tiempo que incrementan su productividad en un 20%. Estas cifras adquieren mayor relevancia cuando se contrastan con el preocupante aumento de fraudes financieros: datos de LexisNexis Risk Solutions revelan que 54% de las compañías mexicanas reportaron un incremento en estos delitos durante el último año, con un impacto económico que multiplica por 4.08 las pérdidas directas.

El corazón del problema reside en procesos manuales obsoletos que facilitan prácticas fraudulentas como la falsificación de facturas y la manipulación de reportes de gastos. Estas vulnerabilidades no solo generan pérdidas económicas inmediatas, sino que erosionan la confianza institucional y desvían recursos que podrían destinarse a innovación y crecimiento.

Ante este escenario, soluciones tecnológicas integrales como Tickelia emergen como aliados estratégicos. Su capacidad para digitalizar el ciclo completo de gestión de gastos – desde la captura de recibos hasta la contabilización y reembolso – elimina los cuellos de botella de los procesos manuales, reduce los errores, minimiza el fraude interno derivado de esta gestión, todo esto cumpliendo con los requisitos del SAT. Más importante aún, su integración con otros sistemas empresariales proporciona una visión unificada y en tiempo real de las finanzas corporativas, permitiendo no solo mayor eficiencia operativa sino también una supervisión más robusta.

Tickelia puede digitalizar el ciclo completo de gestión de gastos, eliminar los cuellos de botella de los procesos manuales, reducir los errores y minimizar el fraude interno.

El Programa Nacional de Infraestructura de la Calidad (PNIC) 2025 representa el marco institucional que México ha establecido para esta transformación, pero el verdadero impulso debe venir de las empresas. Aquellas organizaciones que comprendan que la digitalización no es un gasto sino una inversión estratégica estarán mejor posicionadas para competir no solo en el mercado local, sino en el escenario global.

En este contexto, 2025 se presenta como un año decisivo: el momento en que la brecha entre las empresas que adoptaron la transformación digital y las que postergaron esta decisión se volverá prácticamente insalvable. La tecnología ya no es el futuro, es el presente inmediato de los negocios competitivos.

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Análisis Noticiosos

El farmaco universo Ozempic se expande y sirve para tratar el hígado graso

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Un ensayo demuestra que la semaglutida detiene la acumulación de grasa y la fibrosis hepática en una enfermedad asociada a la disfunción metabólica

El universo Ozempic se expande sin techo a la vista. Estos innovadores fármacos, que ayudan a perder alrededor del 15% del peso del paciente, ya han revolucionado el abordaje de la diabetes y la obesidad y siguen ampliando su rango de acción: según una nueva investigación publicada este miércoles en la revista The New England Journal of Medicine (NEJM), también tienen un efecto positivo para tratar estadios avanzados de la enfermedad por hígado graso vinculada a una disfunción metabólica. Esta dolencia, que afecta a uno de cada tres adultos, se caracteriza por una acumulación de grasa en el hígado y, en sus formas más graves, también presenta unos niveles de fibrosis e inflamación capaces de desencadenar cirrosis o cáncer. El nuevo estudio revela que la semaglutida (principio activo de esta primera generación de fármacos antiobesidad) es capaz de detener, e incluso revertir, esa compleja enfermedad.

En dos tercios de los pacientes tratados en el ensayo clínico, explican los autores de la investigación, estos medicamentos, conocidos también como agonistas del receptor GLP-1 (porque imitan las hormonas que de forma natural generan la sensación de saciedad), son capaces de reducir la inflamación que causa ese depósito de grasa en el hígado. Y también la fibrosis mejoró en el 37% de los participantes. El hallazgo, explican los investigadores, abre la puerta a un nuevo escenario terapéutico en una peligrosa dolencia para la que no había, hasta ahora, gran arsenal farmacológico.

La semaglutida, comercializada bajo el nombre de Ozempic o Wegovy, emula el papel de unos péptidos que hay en el organismo para regular, entre otras cosas, la saciedad: la molécula actúa en el intestino y manda una señal al cerebro para hacernos sentir llenos. Pero los expertos consultados explican que el péptido al que imita ese medicamento está por todo el organismo y los receptores que se comunican con ellos también. Por eso, el efecto del fármaco puede darse a más niveles, aparte de la disminución de grasa. “[Con estos fármacos] se reduce la grasa visceral, pero los receptores de estas moléculas los tenemos en casi todos los órganos y también tendrá su efecto. Sabemos que hay 230 complicaciones directas de la obesidad. El adipocito disfuncional crea el caldo de cultivo para muchas enfermedades. Solo queda hacer los ensayos [para comprobar el impacto de los fármacos a esos niveles]”, reflexiona Andreea Ciudin, jefa de la Unidad de Tratamiento Integral de la Obesidad del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad.

La investigación publicada en NEJM es un ejemplo de ello. La enfermedad por hígado graso está muy vinculada a un grupo de trastornos metabólicos (presión sanguínea alta, niveles de azúcar elevados, obesidad y colesterol y triglicéridos disparados) que elevan el riesgo de problemas cardiovasculares, ictus y diabetes. Alrededor del 30% de la población mundial la padece el hígado graso asociado a disfunción metabólica y, aunque en la mayoría puede desarrollarse de forma asintomática, los expertos calculan que entre un 25% y un 30% de los afectados sufrirán el grado más avanzado de la enfermedad. Esto es, una cadena de daños hepáticos que pueden poner en riesgo la vida del paciente: la acumulación excesiva de grasa en el hígado impide al órgano almacenarla y metabolizarla de forma adecuada, y las células hepáticas empiezan a sufrir y mueren, lo que acaba provocando inflamación; para combatir esas lesiones, el hígado genera mecanismos de cicatrización (fibrosis), pero ese tejido cicatrizado no puede hacer las mismas funciones que el órgano sano y el hígado empieza a fallar.

El artículo que este miércoles se presenta en NEJM es un análisis provisional de un ensayo clínico internacional (fase 3) dirigido por investigadores del King’s College de Londres y la Universidad Virginia Commonwealth y financiado por Novo Nordisk (la farmacéutica que comercializa el Ozempic). Los científicos reclutaron a 800 personas con fases avanzadas de la enfermedad por hígado graso asociado a disfunción metabólica y las dividieron en dos grupos: a uno le administraron semaglutida y al otro placebo. Los resultados a las 72 semanas de tratamiento muestran que en casi el 63% de los pacientes medicados con los fármacos innovadores, la inflamación a causa de la acumulación de grasa se resolvió y la fibrosis no empeoró; en el brazo del placebo, esa mejoría solo la logró el 34%.

El estudio mostró también que en el 37% de los tratados con semaglutida, esas cicatrices del hígado mejoraron (fue el 22,4% en el grupo de placebo). Y se vio, además, que los fármacos restablecieron otros marcadores hepáticos y redujeron el peso un 10,5% (un 2% en el otro grupo). Philip Newsome, director del Instituto Roger Williams de Estudios Hepáticos del King’s College y autor del estudio, ha asegurado en un comunicado que los resultados son “sumamente prometedores”. El científico ha recordado que la enfermedad por hígado graso asociado a una disfunción metabólica es un problema creciente a nivel mundial y este ensayo clínico, ha apuntado, arroja “una esperanza real” para los pacientes en los estadios más avanzados de esta dolencia. “Si bien estos resultados deben interpretarse con cautela, el análisis demuestra que la semaglutida puede ser una herramienta eficaz para tratar esta enfermedad hepática avanzada”, agregó.

Sabemos que hay 230 complicaciones directas de la obesidad. El adipocito disfuncional crea el caldo de cultivo para muchas enfermedades»

Andreea Ciudin, endocrinóloga de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad

En una respuesta por correo electrónico, Newsome profundiza en los mecanismos que explican por qué funciona el Ozempic en estos contextos: “Es probable que la semaglutida tenga efectos dependientes del peso (a través del impacto en la saciedad), así como efectos independientes de la pérdida de peso (acción sobre la sensibilidad a la insulina y la inflamación)”. Más de la mitad de los pacientes reclutados en el ensayo tenía también diabetes tipo 2 y tres de cada cuatro sufrían obesidad.

Sobre los pacientes que no respondieron de forma tan contundente en este análisis provisional, el investigador señala: “Es importante tener en cuenta que estos datos corresponden solo a 72 semanas, por lo que es posible que con un tratamiento más prolongado, más pacientes puedan observar beneficios”.

Vanesa Bernal, vocal de la junta directiva de la Asociación Española para el Estudio del Hígado, cuenta que los hepatólogos estaban siguiendo de cerca esta investigación. Se esperaban estos resultados, dice, porque fases previas del ensayo ya arrojaron “datos espectaculares”. “Y además, los hepatólogos sabemos que corrigiendo las condiciones metabólicas y perdiendo peso [algo que la semaglutida suele lograr], el hígado mejora muchísimo”, abunda.

Combatir la fibrosis

A Ciudin tampoco le sorprenden los resultados: “Era algo que estábamos esperando”. La endocrinóloga admite que, hasta ahora, los estudios hechos con semaglutida en esta enfermedad no habían mostrado impacto en la fibrosis, pero sí en la acumulación de grasa en el hígado. Y eso suponía ya un hilo de optimismo para los científicos. “Lo que más nos preocupa es la fibrosis, pero, con la misma molécula, en un ensayo en fase 2, no salió, quizás por el diseño del estudio o el tiempo de tratamiento. Así que, ver, con este ensayo, que sí se puede revertir la fibrosis, da esperanza”, reflexiona.

Con todo, matiza que esta investigación ha encontrado resultados positivos en pacientes con grados de cicatrización intermedios o avanzados (II y III), pero desconocen si en el estadio más severo de fibrosis (grado IV) o cuando ya hay una cirrosis instaurada estos fármacos tendrían efecto. Los propios autores, en el artículo, abundan también en esta línea y exponen: “Aunque la semaglutida puede usarse con seguridad en pacientes con cirrosis, su eficacia en esta población no se ha establecido”. Bernal, por su parte, recuerda que hay estudios observacionales de pacientes con cirrosis tratados que muestran cierta mejoría: “Cuando la cirrosis está muy establecida, es difícil de revertir. Pero pueden mejorar algunos aspectos, como el riesgo de complicaciones y de cáncer”

El ensayo clínico sigue en marcha: la investigación prevé reclutar un total de 1.200 participantes de 37 países y prolongarse durante cinco años para analizar la supervivencia libre de cirrosis en ese tiempo. Pero el universo Ozempic no acaba aquí.

Hígado graso por alcohol

Newsome señala que también hay ensayos en marcha para estudiar la semaglutida en pacientes con daño hepático asociado al alcohol: “Estamos a la espera de estos datos. Otros estudios han demostrado que los medicamentos semaglutida/GLP-1 pueden alterar o reducir el ansia de alcohol, lo que puede ser útil en este contexto”.

En esta línea, Bernal recuerda que se está investigando el potencial de estos fármacos en pacientes con adicciones: “Estos medicamentos no solo actúan a nivel del páncreas, sino también en el cerebro, en el hipotálamo: disminuyen la saciedad, pero también actúan sobre los mecanismos de recompensa y castigo. Unir estas dos cosas sería maravilloso porque no solo haría que se vaya la grasa del hígado, sino también controlaría el impulso en pacientes con consumo problemático de alcohol”, reflexiona.

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Análisis Noticiosos

Abuelas caminaron en tierra quemada para evitar que jóvenes fueran violadas

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El conflicto ha provocado una huida masiva a países como Sudán del Sur. Allí, en pueblos fronterizos como Atham, algunas mujeres vuelven a sus hogares a recuperar bienes que abandonaron. Pero el viaje lo hacen las mayores para evitar que las chicas sufran agresiones sexuales

Atham, Sudán del Sur .-Halima Hamed, de 25 años, y Nema Musa, de 22, se tocan primero el pecho, luego las costillas y finalmente la cadera. Primero con las manos, después con los dedos. Pechos, costillas, cadera. Así manosean los paramilitares a las chicas jóvenes que huyen la guerra en Sudán. A ellas no les pasó nada, pero saben que esto ocurre muy a menudo durante el trayecto. “A veces, [los milicianos de las Fuerzas de Apoyo Rápido] paran los autobuses, hacen bajar solo a las más jóvenes y se las llevan”, explica Hamed desde el centro de tránsito de Renk, en Sudán del Sur. “Algunas vuelven, pero a otras no las vemos más”, añade.

La guerra, que esta semana ha cumplido dos años, ha devastado el país y provocado el desplazamiento forzado de más de 12,9 millones de personas, de las cuales 3,8 millones han huido fuera de Sudán, según datos de marzo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Sudán del Sur es uno de los países receptores de personas desplazadas y el pueblo de Atham, situado a cinco kilómetros de la frontera con Sudán, se ha convertido en uno de los principales destinos.

Bout está a cinco horas a pie de Atham, lo suficientemente cerca para volver, aunque sea una vez, a buscar lo que tuvieron que abandonar de manera precipitada. Es por esto que una treintena de mujeres ancianas del pueblo, que ahora están refugiadas en Atham, se organizaron cuando la situación mejoró para volver todas juntas a Sudán y ver qué había quedado de sus recuerdos, propiedades y, sobre todo, del sorgo que habían cultivado. Fueron ellas, las más mayores, las que hicieron el trayecto de vuelta para proteger a sus nietas, bisnietas e hijas. Los milicianos prefieren a las jóvenes. “Yo tengo miedo de volver porque a las más jóvenes nos violan y nos hacen sus esclavas”, dice Al Nur.

El buma o alcalde de Atham, Diing Aguer Chol, explica que el día anterior “unos militares rescataron a una chica que había sido violada por las RSF justo cerca de la frontera”. Cordula Haeffner, trabajadora de Médicos Sin Fronteras en el terreno, afirma que las mujeres sufren violencia sexual “en el lugar de origen, durante el trayecto y en el sitio de llegada”. De acuerdo con ONU Mujeres, en 2024 aumentó en un 288 % la demanda de servicios contra la violencia de género en Sudán, en comparación con los datos de 2023.

A las chicas jóvenes nos violan y a los chicos más jóvenes los rebeldes les dicen que, o se unen a ellos, o los matan

Nasrin Al Nur, refugiada sudanesa en Sudán del Sur

La violencia sexual es el fantasma que planea entre las mujeres sudanesas. Abdarahaman es consciente del riesgo, aunque, afortunadamente, nunca ha sufrido una agresión. Ella fue una de las mujeres que caminaron hacia Bout para ir a buscar comida y las pocas cosas que le quedaban, porque en Atham no hay alimentos ni ayuda internacional. “Solo volví una vez, vi mi casa quemada y el campo devastado. Me sentí desolada”, recuerda.

Aisha Malek, de 65 años, también formó parte del grupo de mujeres que hizo el camino. La mujer afirma que “no es seguro volver” y que no dejaría a su hija ir sola. Sentada en un camastro, recuerda su travesía. Detrás de ella hay dos colchones, uno rosa y otro azul. También un catre que consiguió recuperar de su antigua casa. Malek explica que pagó 5.000 libras sursudanesas (aproximadamente 1 euro en el mercado negro, el más común y accesible para la población) en un puesto de control de las Fuerzas de Apoyo Rápido para que le dejaran pasar. A la vuelta, trajo las pertenencias que pudo encontrar con la ayuda de un burro.

Violencia sexual como arma de guerra

“El sistema de violencia sexual que se está perpetuando como arma de guerra en Sudán, incluso contra los niños, es terrorífico”, afirmaron miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el pasado marzo. El último informe de Unicef publicado a principios del mes pasado hizo saltar todas las alarmas: desde el inicio de 2024 se habían documentado 221 violaciones contra niños, incluidos cuatro de solo un año de edad y otros 16 menores de cinco. Según el análisis, esta violencia sexual sucede durante la invasión de ciudades, mientras se huye del conflicto, durante detenciones, en el trayecto hacia otro país con una intención de explotación sexual, a cambio de alimentos u otros suministros esenciales y durante las actividades del día a día, como ir a buscar agua.

En febrero de este año, la organización Strategic Initiative for Women in the Horn of Africa (SIHA) hizo una declaración en Ginebra delante del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH) en la que afirmó que habían documentado 300 casos de violencia sexual en Sudán, de los cuales un 23,5% involucraban a niños. También denunciaron que hay 230 casos de desaparición forzada de mujeres que, temen, hayan sido sometidas a esclavitud sexual o matrimonio forzado. SIHA atribuye la mayoría de estos crímenes de guerra “sistemáticos y deliberados” a las RSF pero también al ejército sudanés que, aseguran, buscan “controlar y dominar las comunidades”.

Laetitia Bader, directora de Human Rights Watch (HRW) en África, afirmaba en un informe de 86 páginas en el que se describe la violencia sexual contra las mujeres en el conflicto de Sudán que “los grupos armados han aterrorizado a las mujeres y a las niñas, y que las dos partes han bloqueado la entrada de ayuda humanitaria, lo que está provocando que sientan que no hay un lugar seguro dónde ir”.

Falta de comida en Atham

Chol, el alcalde de Atham, explica que, antes de la guerra, el pueblo tenía 1.000 habitantes y ahora son más de 24.000. “Tenemos un grave problema de falta de comida”, subraya preocupado. La refugiada Nasrin Al Nur confía en la buena voluntad de los vecinos para su manutención. “No sé lo que voy a comer hoy”, admite. Su trabajo consiste en construir hornos de adobe para comerciar con ellos, aunque no siempre los logra vender. Tanto ella como su madre y sus hermanos han decidido quedarse en Sudán del Sur, a pesar de la incertidumbre que planea sobre el país tras la suspensión de las elecciones previstas a finales de 2024, una situación que pone en jaque la estabilidad de los acuerdos de paz firmados en 2018.

Sudán del Sur ha sufrido claramente los efectos colaterales de la guerra en Sudán después de que en enero de 2024 la exportación de crudo del país —que representa el 85% del Producto Interior Bruto—, se paralizara de la noche a la mañana debido a la inestabilidad. La moneda, que se sostiene por la entrada de petrodólares, perdió más de la mitad de su valor y el país se hundió en una crisis económica sin precedentes y una inflación del 600%.

Por ello, en Atham hay gente que hace las maletas. “Mi hija parió en casa porque no la quisieron atender en el hospital”, explica, enfadada, Mazaer Musa, una mujer sudanesa que vive en Atham. Delante de su casa, un camión con catres, ropa, muebles y cortinas la espera a ella y sus hijas para irse, quizá, dice, hasta Etiopía. “Claro que me da miedo, pero aquí no hay comida”, concluye.

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