Los feminicidios son una expresión de una serie de factores que tipifican a la sociedad dominicana como una de las peores en lo que tiene que ver con crímenes en contra de la mujer.
Sin embargo, este flagelo no se puede analizar si no es desde una perspectiva integral de las fallas y los déficits que afectan al Estado dominicano, donde a pesar de una serie de esfuerzos para combatir lo que muy bien podría calificarse como una herida que no deja de sangrar, lacerante en el alma nacional.
Hay muchos analistas que entienden que la aprobación y posterior aplicación de la Ley 24-97 establecía controles al fenómeno de los feminicidios, lo cual constituye una visión equivocada para enfrentar esta conducta violenta de muchos hombres en contra de sus parejas.
Si bien la ley y la persecución de este tipo de crimen es un componente importante, lo cierto es que los correctivos deben ir acompañados de otros de índoles culturales y socioeconómicos, así como educativos.
Porque es importante que se entienda que los feminicidios comienzan con una herencia histórico-cultural que se fundamenta en el machismo, el jefismo, el patriarcado y el caudillismo, éste último responsable de la generación de los mencionados más arriba.
En segundo lugar el hecho de que la mujer dominicana depende en un nivel muy alto en el aspecto económico del hombre, ya sea porque se mantiene en el hogar en la atención de los hijos o sencillamente porque no tiene una profesión o habilidad para insertarse en el mercado laboral.
En tercer lugar la existencia de una condición psico-social que lleva a la mujer a resignarse e incluso a ver la violencia y el machismo como algo normal y propio de la sociedad dominicana, lo cual la lleva a aguantar hasta que llega la desgracia.
Todos esos factores, entre otros, nos dicen que el problema debe contar con políticas públicas para combatir los feminicidios, ya que debe dársele mayor importancia a incorporar un plan al sistema educativo nacional para formar hombres nuevos, que debe comenzar por los pequeñitos que apenas dan su primer paso en su formación académica y cultural.
Ese plan a través del sistema educativo debe ir acompañado de una campaña ininterrumpida por los medios de comunicación para cambiar el comportamiento en lo que se refiere a la relación de parejas y así probablemente podría cambiar la realidad nacional en el tema de los feminicidios.
Son impresionantes los resultados y las heridas incurables que deja este flagelo en la sociedad dominicana, donde muchos de los que asesinan sus parejas se suicidan y condenan a los hijos a una vida desgraciada y llena de traumas.
Pero como hemos dicho en otros artículos, el problema de los feminicidios es una plaga que es el resultado, si lo analizamos desde una perspectiva más integral, que su principal responsable es el Estado, porque carece de la visión y la institucionalidad para enfrentar idóneamente lo que muy bien podría llamarse una gran tragedia nacional.
Si la sociedad no se planifica y elabora un plan de desarrollo nacional para combatir los feminicidios y otros fenómenos fruto de una serie de factores, se nos irá la vida con el sueño de cambiar una realidad cuyas causas no deben buscarse en la sabana, sino en el enfermo.