Por Narciso Isa Conde
Hay quienes dicen que “la sociedad” está en descomposición y culpan “al país” de todo lo malo, afirmando que tales cosas “solo se ven aquí”.
Abundan los que repiten que “esto se jodió”, atribuyéndole el desastre a la “falta de institucionalidad”.
Obvian el carácter de la dominación y la ideología que emana de ella. Pierden de vista clase opresora, Estado, partidocracia, sistema y la institucionalidad impuesta.
Se las pasan comparándonos con las supuestas civilizaciones superiores y las virtudes del “desarrollo”, como si el sistema capitalista-imperialista y su amor por la explotación, la delincuencia, la violencia, la guerra, el ecocidio, las desigualdades, el racismo, el machismo y las discriminaciones, no fueran producto de una dominación mundial enfrentada a luchas populares y culturas contra-hegemónicas.
Los/as dominados – donde abundan honestidad, sentido de justicias y solidaridad- no tienen ni culpas ni responsabilidad en los anti-valores que nos imponen los de arriba. Son sus víctimas y podrían ser sepultureros de una desgracia nunca eterna.
Cierto que hay situaciones tan crueles que parecería que para quienes la sufren sería “mejor no existir”. Ellas están presentes tanto en el centro “civilizado” como en la “periferia incivilizada” del sistema, y tienen causas y responsables a erradicar.
Ser pobre equivale a sufrir vejaciones. Pobre y negro, peor. Pobre y negra, mucho peor. Pobre, negra, joven o niña… es para querer irse a la Luna. Pobre, negro/a de ascendencia haitiana, es para no existir.
Es una tragedia provocada, colocados sus responsables en centros de poder. Y aquí, en este país, agravada por la sentencia que le arrebata nacionalidad y derechos esenciales a centenares de miles de dominicanos/as por decisión del Comité Político-PLD, JCE, TC, Migración, Poder Ejecutivo, Congreso, CONEP, Confederación Patronal y generalato corrompido.
Una tragedia que no es responsabilidad del país, menos aun de la mayoría de la sociedad; como no lo es la sobre-explotación, el racismo, el machismo, la violencia, la corrupción, la narco-delincuencia y la dictadura clasista y unipartidista, entronizadas para enriquecer en grande pequeñas elites sociales y políticas.
Son modalidades criollas de factura imperialista re-colonizadora, que presenta dimensiones y modalidades propias, siempre derivadas de una cultura que brota de la cúpula del “mundo civilizado”; ejecutada especialmente contra “sudacas”, gitanas, indígenas, musulmanes, negros-mulatas y empobrecidos/as indignados de variados colores y oficios despreciados, que han osado pasearse por Wall Street, los Campos Eliseo, Paseo del Prado, El Coliseo y monumentos alemanes.