La Procuradora General de la República, Miriam Germán Brito, acaba de emitir una carta en la que llama a sus adjuntos detener a las criticas calificadas como ácidas en contra de los jueces que conforman el sistema de justicia nacional.
Aunque la misiva de doña Miriam parece ser una reprimenda a Jeny Berenice Reynoso, quien es la que ha expresado en los últimos días juicios comprometedores para el Ministerio Público, la misma es válida para hacer algunas reflexiones sobre la referida comunicación.
Es importante establecer que la fiebre no está la sabana, sino en el enfermo, porque el descredito de los tribunales nacionales no es el resultado de lo que pueda decir el Ministerio Público, sino de los propios resultados, de una practica que es conocida por todo el pueblo dominicano.
Nadie que viva en la República Dominicana puede negar que los tribunales nacionales emiten sentencias que dejan una gran sensación de que el estado de derecho y la democracia murieron en el país.
Este fenómeno no es el resultado sólo del curso de los megas casos de corrupción administrativa que se conocen en diferentes tribunales, sino por lo que ocurre en todos los distritos judiciales del territorio nacional, donde llueven las decisiones al margen de las normas y en consecuencia de la tutela judicial efectiva, el debido proceso y hasta del derecho a la defensa.
De manera, que se trata de una realidad que su comprobación no es partir de lo que pueda decir un procurador adjunto, sino de los resultados, todo como consecuencia de que se trata de un problema integral que padece la sociedad dominicana.
Cada uno con sus propios perfiles, pero la judicatura nacional adolece del mismo problema que padece el Ministerio Público y su auxiliar la Policía Nacional, es decir, que es un asunto de carácter integral, no particular.
Todos los órganos y entes del Estado debían darse una miradita hacia su interior para que se puedan dar cuenta que el problema no consiste en que alguien esgrima alguna critica en contra de algunos de ellos, sino que los hechos hablan por sí solos.
En tal virtud, la carta de Miriam German Brito quizás persigue callar algún adjunto como Jeny Berenice Reynoso, pero no puede ser que sea verdad que sólo lo que se diga dañe la credibilidad del Poder Judicial y de los jueces en particular, ya que no hay forma de justificar un sistema que ya hiede por sus niveles de corrompimiento.
Miriam German Brito debía crear algún mecanismo que pueda evaluar mejor a los miembros de este órgano persecutor del crimen y el delito, porque si bien es cierto que las sentencias de los tribunales nacionales dejan generalmente mucho que desear, la realidad es que el Ministerio Público también anda manga por hombre y que cualquier crítica en contra de ambos tiene toda la justificación del mundo.