Prácticamente todo el mundo está consciente de la perdida de la cultura del trabajo, de la ética profesional y de la degradación del sentido humano de la vida en todo el territorio dominicano.
Es un fenómeno que merece un estudio profundo por parte de la ciencia de la sociología para que en el país se inicie un proceso de recuperación de la condición humana que históricamente ha caracterizado al pueblo dominicano.
Un amigo comentó en algún momento que en la República Dominicana sólo quedan con un considerable nivel de sinceridad y de sensibilidad, los locos y los niños, lo cual no está lejos de la verdad.
El primero, porque realmente no sabe lo que hace y el segundo porque no tiene conciencia y mucho menos raciocinio para tergiversar las cosas y actual contrario a su sentimiento.
Pero, para comprobar si esto es mentira o verdad, sólo habría que irse a Emergencia de los centros privados de salud para darse cuenta que el médico de turno observa muy bien cuando llega un paciente para decirle la medida a tomar e incluso para decidir si se trata de alguien que reúne las condiciones para ser internable.
Este periódico conoce un caso de un médico que tenia un rostro muy triste porque uno de sus colegas presionaba para intervenir mediante una cirugía estética a una paciente procedente de los Estados Unidos, a pesar de que tenía la plaqueta muy baja.
A ese profesional de la Medicina sólo le importaba el dinero e insistía en que la operaría y que para ese propósito le pondría sangre en vez de esperar a que la mujer mejorara su situación de salud.
Pero ello no es todo, porque es normal y corriente que mientras un paciente está al borde la muerte, los médicos y el personal de salud hagan cuentos sin importar lo que pueda ocurrir con éste, cuyo escenario es muy común, sobre todo, en los centros de asistencia pública.
De manera, que la mayoría de las muertes de neonatales ocurridas en el Hospital Materno Infantil San Lorenzo de Los Mina, es parte de la dejadez, la falta de ética profesional del personal del centro asistencial y de la pérdida de la cultura del trabajo y del sentido humano de la vida.
Todo el mundo puede estar seguro que esa realidad sólo cambiará cuando en el país exista un Estado que promueva valores en vez de anti-valores, lo cual resulta casi quimérico, porque mientras los partidos políticos vean la actividad como una vía sólo para enriquecerse a través del matrimonio publico y no para implementar políticas públicas para resolver los grandes problemas que nos aquejan, las esperanzas en este sentido son prácticamente nulas.
Aunque parezca un círculo vicioso, esa es la triste y dura realidad que vive el pueblo dominicano, por lo que sólo falta esperar que en vez de una solución de forma al problema, como ha ocurrido, lo cual es suficiente para que hayan muchos más escándalos del mismo tipo por la negligencia y el poco respeto a la vida humana que prevalece en la mayoría, por no decir todos, los hospitales públicos del país, el sistema imponga una salida de fondo al asunto.