Por Nelson Encarnación
Una revisión no necesariamente minuciosa del tramo histórico de nuestro país de 1961 a la fecha, nos permite determinar que se han registrado avances significativos en la mayoría de los aspectos más relevantes de una nación.
Quizá el lugar sobresaliente en el aspecto no material haya que reservarlo al ejercicio de las prerrogativas democráticas, donde el derecho al voto, las libertades de prensa, de expresión, de reunión y tránsito se practican, en sentido general, sin ningún temor.
La plenitud del ejercicio de estas libertades, sin embargo, no nació con la muerte del tirano Rafael Trujillo ni con la desaparición de la tiranía, sino que existe un tramo oscuro que culminó realmente en 1978.
Ahora bien, y conforme dice la palabra, “no solo de pan vive el hombre”, es decir, que en nuestro caso no solo del ejercicio de esos derechos puede vivir una nación.
Existen otros asuntos que no han marchado juntamente con las libertades democráticas, y puede señalarse que, a pesar de los indiscutibles avances, todavía quedamos a deber.
Por ejemplo, en la solución de los problemas fundamentales que la tiranía dejó al momento de su eliminación, como la energía eléctrica, los servicios hospitalarios, la educación, y cuestiones tan elementales como disponer de las aguas residuales que tienen también un componente de salubridad.
Que a más de sesenta años de haber sido eliminado el tirano Trujillo todavía estemos luchando por resolver el problema energético, es algo que no habla bien de nosotros como conjunto social.
Desde el primero de julio de 1966, cuando arrancó en firme la democratización del país—aun con el incidental de ese año hasta 1978—en realidad se han sucedido en el ejercicio del poder cuatro partidos que han situado en el mando a ocho presidentes, incluido Luis Abinader.
Sin embargo, y a pesar de la cuantiosa inversión que indudablemente se ha hecho en el sector eléctrico, todavía estamos empantanados en la crisis que ahora mismo trata de enfrentar el Gobierno.
Es un sector en el cual, lamentablemente, nadie queda ileso cuando se pasa balance de lo que ha sucedido durante los citados 63 años desde aquella noche memorable del 30 de mayo de 1961.
El Gobierno actual tiene la oportunidad de salir de esa lista, aunque quede pendiente su parte en los demás problemas aparentemente sin solución.