Editorial
Nuevas advertencias sobre los peligros a que están expuestos los pobres de solemnidad
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La respuesta a esta y otras interrogantes la debería tener no el departamento de sismología, que se limita a cumplir su labor informativa, sino de las autoridades de la Defensa Civil y del gobierno en general.
Lo cierto es que hay una percepción generalizada de que no hay suficiente información respecto a este tema que se vuelve particularmente serio después de ocurrir los hechos generalmente trágicos.
Ni siquiera muchas personas de los pueblos en la vertiginosa geografía nacional, tienen suficientes datos defensivos a la hora de un ciclón.
Y cuando les anuncian que comiencen a defender vidas y propiedades ¿para dónde van a ir?
Ello explica que muchos hagan resistencia cuando intentan sacarlos para los refugios que identifican como seguros los organismos encargados de la protección civil.
Nunca estará de más insistir en este tipo de cuestiones que se vuelven cruciales en el momento de la verdad cuando hay pánico, cuando hay amenazas, cuando hay emergencias.
Hay que pensar en los más débiles, en los más vulnerados por los fenómenos de la naturaleza, que suelen ser paradójicamente, los peor informados.
Se ha construido un país para los que cabildean más, para los que se mantienen al acecho de los privilegios, para aquellos que tienen menos escrúpulos o una mayor cuota de presión ante los gobiernos.
Pero no se ha construido un país para los más necesitados y más olvidados.
¿Es justo que tengamos un país levantado de esa manera?